Recursos de fe para este jueves 28 de junio

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Jueves de la XII semana del Tiempo Ordinario. Año II

San Ireneo, obispo y mártir. Memoria obligatoria

Color rojo

Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (24,8-17):

Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre. En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra. En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 78,1-2.3-5.8.9

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21-29):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: «Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?» Yo entonces les declararé: ‘Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.» El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra

28 de junio.
Jueves de la XII semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Estamos en el reinado de Jeconías (598 a 597), hijo de Joaquín (cf. 2Ry 24,6), que había sido súbdito del rey de Babilonia por tres años, al cabo de los cuales se rebeló (cf. 2Ry 24,1). En el panorama internacional se presenta Nabucodonosor de Babilonia (605-562), el emperador y el imperio de turno, que se impuso al imperio asirio y sometió reinos menores, entre ellos Judá. El profeta Jeremías reconoció que lo más sensato era aceptar los hechos, y no esperar que el templo fuera algo así como un talismán. Fue acusado por los patriotas de traidor, desmoralizador de las tropas, y encarcelado. Entonces ocurrió la primera deportación de judíos a Babilonia: la familia real y a los notables (16 de marzo del año 597).
2Ry 24,8-17.
Jeconías es presentado como alguien que «hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre», lo cual lo inscribe en la infame lista de reyes idólatras. La invasión aparece primero en cabeza de los oficiales de Nabucodonosor, y luego se presentó este. Según el relato hebreo (y también el de la Vulgata y el siríaco), es el Señor quien lanza contra Judá las tropas enemigas y la soldadesca de Nabucodonosor (cf. Is 5,26; 7,18-20; 10,6; Jr 1,15; 25,9); según el relato griego, la invasión la realizaron bandas extrañas a las tropas de Nabucodonosor (cf. 2Ry 24,2).
El tesoro del templo, que venía desde el tiempo de Salomón, fue saqueado, Nabucodonosor se lo llevó a Babilonia.
Jeconías se rindió con su familia y todos sus ministros, generales y funcionarios, y fueron hechos prisioneros y deportados a Babilonia. Allí permanecería durante 37 años, hasta la muerte del rey Nabucodonosor, cuando su cautiverio se suavizó (cf. 2Ry 25,27-30). También fueron deportados los ricos, los herreros y los cerrajeros (dice que eran 10.000 y 8.000, pero es más verosímil el dato de Jr 52,28: 3.023). Esto tiene la finalidad de dejar al pueblo sin líderes y sin gente apta para la guerra. Se constata aquí el cumplimiento de las advertencias del Señor (cf. 2Ry 17,13) y las profecías de Julda (cf. 2Ry 22,16-20) y Jeremías (cf. Jr 25,9; 32,28; 36,29). Manasés es el primer responsable de esta desgracia (cf. 2Ry 21,16; 23,26-27).
En lugar de Jeconías, Nabucodonosor nombró un tío de este, al cual le cambió el nombre de Matanías (מַתַּנְיָה: «don del Señor») por el de Sedecías (צִדְקִיָּהוּ: «el Señor, mi justicia»). Este cambio de personaje y de nombre aseguraba a Nabucodonosor la ruptura y continuidad con la dinastía de David, al tiempo que su control de la misma al coronarlo con otro nombre (cf. 2Ry 23,34).
Así se cumplió lo dicho por Isaías al rey Ezequías en nombre del Señor (cf. 2Ry 20,17-18).
Pese a la gravedad de todos estos hechos, los implicados –es decir, los dirigentes y el pueblo– no escarmientan. El desastre se presenta, en el lenguaje arcaico propio de la época, como castigo del Señor. La verdad es que es consecuencia de no haberle hecho caso a la palabra del Señor.
Los pueblos se hunden bajo el peso de sus propias injusticias, por no hacerle caso a la palabra de Dios. Esa palabra de Dios se reveló en carne humana para ser interpelación perpetua de Dios a la humanidad: es Jesús, «el Hijo del Dios vivo». No hacer caso al mensaje que él encarna es caminar hacia la propia ruina y precipitarse en la autodestrucción. Ese es el juicio al cual se ven sometidas a lo largo de la historia todas las sociedades humanas. Su fracaso deja en evidencia su incompatibilidad con el mensaje de la buena noticia. Y, mientras la humanidad no admita esto, seguirá dando tumbos y colapsando, a pesar de sus apariencias de éxito y prosperidad.
El mensaje que escuchamos y el amor cuya entrega conmemoramos en la eucaristía nos estimula a cambiar de rumbo para construir una convivencia social exitosa, donde las personas puedan lograr su propia plenitud. Eso, al ser eco positivo a la palabra de Dios, se convierte en garantía de permanencia para nuestros proyectos sociales.
Feliz jueves eucarístico y vocacional.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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