Recursos de fe para este viernes 6 de julio

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Viernes de la XIII semana del Tiempo Ordinario. Año II

Primera lectura

Lectura de la profecía de Amós (8,4-6.9-12):

Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Aquel día –oráculo del Señor– haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegía; vestirá de saco toda cintura, quedará calva toda cabeza. Y habrá un llanto como por el hijo único, y será el final como día amargo. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán vacilantes de oriente a occidente, de norte a sur; vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118

R/. No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios

Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R/.

Mi alma se consume, deseando
continuamente tus mandamientos. R/.

Escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.

Mira cómo ansío tus decretos:
dame vida con tu justicia. R/.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra

Viernes de la XIII semana del Tiempo Ordinario. Año II.
El capítulo 8 contiene la cuarta visión, una detallada y vigorosa denuncia de los mercaderes, y el anuncio del «día» y de «los días». La visión presenta el pueblo como una cesta de «higos maduros», listos para el consumo; con esa imagen declara que el reino del Norte ha llegado a su final (según la pronunciación del hebreo en el Norte, «higo» y «final» sonaban lo mismo). Después, denuncia la rapacidad de los comerciantes inescrupulosos. Y enseguida anuncia «aquel día». Ese día designa una intervención del Señor que provoca la caída del régimen opresor y el fracaso del proyecto y del reino de Israel, no la venganza contra los rivales, que era lo que esperaban los israelitas. Y se prolonga ese único «día» en unos «días» que llegarán después.
Am 8,4-6.9-12.
Primero escuchamos las advertencias hechas a los negociantes defraudadores y explotadores:
• Exprimen a los pobres y exterminan a los humildes (se comportan como lo hacía el faraón en los tiempos de su servidumbre en Egipto),
• Consideran el culto al Señor como un freno a sus ansias de lucro (desean el trabajo sin descanso, como ocurría en Egipto, cuando eran esclavos),
• Valoran a las personas por menos que las cosas con las que negocian, y hacen fraude en sus transacciones, sin respeto por el prójimo.
El Señor jura no olvidar ese crimen y anuncia el temblor de la tierra y el luto de sus habitantes. La mención del Nilo sugiere la relación entre las dos formas de explotación (vv. 7-8: omitidos).
Entonces avisa la llegada de «un día» puntual y de una serie de «días» venideros:
1. El día puntual es el del juicio, es decir, el del desastre, el de la invasión;
• el ocaso al mediodía (tiniebla a cambio de la plena luminosidad) es el paso de la tranquilidad a la desgracia.
• la mutación de las fiestas en duelos, del canto en lamento, de la paz a la aflicción y a la máxima desgracia (la muerte del hijo único) expresa el fracaso del pueblo.
2. Los días subsiguientes, como cuando viene la guerra, son de hambruna, pero no tanto de pan y de agua cuanto de la voz de los profetas:
• errarán de Oriente a Occidente (lit. «de mar a mar»: el agua).
• vagarán «del Norte al Este» (los países agrícolamente prósperos: el pan).
• pero lo que buscarán será la palabra del Señor (por medio de sus profetas), y no la encontrarán.
Como no lo escucharon, se silenció la voz del Señor.
De tanto negarse a escuchar la palabra del Señor, el pueblo perdió sensibilidad para percibirla. El profeta hace ver como silencio del Señor la negativa del pueblo a escuchar a los profetas que él envía. No es que el Señor calle. Este «silencio de Dios» es consecuencia de la obstinación de quienes se rehúsan a escuchar los gritos de los oprimidos y de los explotados, y la voz de quienes hablan en nombre del Señor y a favor de los pobres. Su insensibilidad humana los lleva a cerrarse y a no escuchar a Dios, aunque él siga hablando.
Cuando el cristiano experimenta en su vida ese «silencio de Dios», sabe bien que debe examinarse en el amor, y, en concreto, en la misericordia. No podemos pensar que Dios se niegue a hablarle al ser humano; mucho menos podemos suponer que él nos ponga a prueba callándose. Jesús es el mensaje viviente de Dios que nos interpela continuamente, y nunca dejará de hacerlo.
Celebrar la eucaristía, recibir el don que Jesús hace de sí mismo, exige donarse del mismo modo a los demás. Celebrar la eucaristía es aprender a escuchar.
Feliz viernes.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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