La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-sábado

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Sábado de la XXI semana del Tiempo Ordinario. Año I

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,9-11):

Acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros. Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Hermanos, os exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1.7-8.9

R/.
 El Señor llega para regir los pueblos con rectitud

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas: 
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/. 

Retumbe el mar y cuanto contiene, 
la tierra y cuantos la habitan; 
aplaudan los ríos, 
aclamen los montes. R/. 

Al Señor, que llega para regir la tierra. 
Regirá el orbe con justicia 
y los pueblos con rectitud. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes.»»

Palabra del Señor

La reflexión del padre Adalberto
Sábado de la XXI semana del Tiempo Ordinario. Año I.
 
El apóstol se refiere en detalle al amor fraternal en los vv. 9-12. El leccionario omite el v. 12. En primer lugar, hace una valoración del amor fraternal entre los tesalonicenses y sus alcances. En segundo lugar, prosigue con la exhortación al crecimiento, y los exhorta de manera apremiante en relación con su convivencia interna, asunto este que urge con fuerza, y –por último– se refiere tanto a una actitud discreta en la convivencia interna como al buen nombre de la comunidad ante el resto de la sociedad. Esto muestra una estrecha relación entre la fe, el amor cristiano y el testimonio ante «el mundo».
La comunidad cristiana no es un refugio encerrado en donde el creyente puede resguardarse del mundo «impío», al cual miraría con mezcla de temor y desprecio. Al contrario, es el ámbito que contiene la experiencia del amor de Dios, compartido con alegría y libertad, desde donde se mira el mundo con benevolencia y con la intención de irradiar sobre él la luz de la vida para guiarlo a la alianza con Dios. La Iglesia no odia el mundo, aunque a veces el mundo la odie a ella. Para la comunidad, su misión es el ancho mundo, al cual le debe el testimonio del amor de Dios.
 
1Ts 4,9-11.
A las instrucciones respecto del descontrol, le siguen estas respecto del autocontrol, que no son normas ascéticas ni severos ejercicios de austeridad, sino la toma de conciencia de la capacidad y la libertad para amar que le da el Espíritu Santo al cristiano.
1. El amor cristiano entre hermanos.
En este punto, el del «cariño de hermanos» (φιλαδελφία), los tesalonicenses no necesitan que se los instruya, porque Dios en persona los enseña. Aquí se verifica la acción del Espíritu Santo en la comunidad, y más allá de ella. Porque el Espíritu que los enseña a amarse entre ellos los enseña a amar a «todos los hermanos» de las otras iglesias de Macedonia. La expresión «Dios mismo los enseña…», u otras semejantes, traducen un solo término griego (θεοδίδακτοί), que está formado por dos palabras: «Dios» (θεός) y «enseñado» (διδακτός), que visiblemente se refieren a quien ha sido instruido por Dios. Este término alude a dos pasajes proféticos del Antiguo Testamento.
El primero: «Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos» (Is 54,13), se refiere a la reconstrucción de Jerusalén y garantiza la protección del Señor sobre su pueblo. Este texto, despojado de sus rasgos nacionales, lo usó Jesús (cf. Jn 6,45) para referirse a que el Padre dirige al ser humano hacia el Hijo a fin que de él aprenda a amar al otro ser humano.
El segundo: «… Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en su corazón… todos me conocerán» (Jer 31,33-34), se refiere a la interiorización de las exigencias de la alianza, hecho de se considera cumplido cuando el Espíritu Santo es derramado en el corazón humano por la fe dada al Mesías Jesús (cf. Rom 5,5) haciendo del creyente un hombre nuevo, libre para amar.
2. Instrucciones a los hermanos.
No obstante, Pablo los anima a continuar creciendo en el amor, y a corregir algunas conductas de acuerdo con las instrucciones que ya les ha dado antes. En el versículo 11, la posición enfática –al principio de la frase griega– del verbo traducido como «esmerarse» o «poner todo el ahínco» (φιλοτιμέομαι) que implica «querer» (φιλέω) el «honor» (τιμή) «para sí» (voz media), sugiere que las tres siguientes instrucciones constituyen un asunto de honor para la comunidad.
a) «Conservar la calma» (ἡσυχάζω). Esta instrucción permite saber que en la iglesia local había cierta agitación, debida a ciertos temas inquietantes, algunos de los cuales se mencionarán más adelante (cf. 4,13-5,11). La exhortación es urgente, por cuanto dicha conservación de la calma es cuestión de crédito para la comunidad, y la pérdida de esa calma le producirá descrédito.
b) «Ocuparse de sus asuntos» (πράσσειν τὰ ἴδια). Invita a tomar en serio las responsabilidades y los quehaceres de la vida diaria. Sugiere que la agitación era notoria por sus efectos, había perturbado el desarrollo normal de la vida de los creyentes y amenazaba con perjudicar la imagen pública de la comunidad. La comunidad se expone a causar extrañeza por un comportamiento anómalo.
c) «Trabajar con sus manos» (ἐργάζεσθαι ταῖς χερσὶν ὑμῶω). Asumir la responsabilidad de la propia subsistencia. Parece que la perturbación habría llevado a algunos –por lo menos– a descuidar o abandonar las labores ordinarias (trabajos agrícolas, tareas domésticas, negocios), lo cual no solo ponía en riesgo su propia subsistencia, sino que debía de causar desconcierto a los de fuera.
3. La imagen pública de la comunidad (v. 12, omitido).
Las conductas extravagantes parecen deberse a que, como indica la otra carta a la misma iglesia, una falsa concepción de la venida del Señor indujo a algunos a desentenderse de la vida ordinaria e incluso del propio sostenimiento, lo cual causaba descrédito de la iglesia entre los paganos.
Esas conductas pueden causar sorpresa y descrédito en su propio medio, descalificando así la fe entre los paganos. Por otro lado, desentenderse de sus propias responsabilidades los llevaría a la indigencia y a depender de los otros, lo que los haría objeto de burla y escarnio. En vez de poder presentarse como luz para la sociedad de Tesalónica, se convertirían en una carga despreciable para sus conciudadanos. La holgazanería y la mendicidad son indecorosas y constituyen tropiezo para los de fuera. El amor exige que cada uno se sostenga a sí mismo, sin hacerse carga para los demás. El autor aboga por una independencia económica que sea fruto de la libertad cristiana, distinta de la «autosuficiencia» de los estoicos.
Definitivamente, es «cuestión de honor». La iglesia debe dar testimonio de corrección y cordura.
 
Pablo procura que los cristianos venidos del mundo pagano muestren con su vida que están consagrados a Dios, para que así dejen sin piso el rechazo de que eran objeto por parte de los judíos, por no atenerse a la Ley de Moisés. Pero también han de mostrarle al mundo pagano que la opción de fe los hace mejores seres humanos y mejores ciudadanos, y que sus familias y sus comunidades son espacios de realización humana, en donde se impulsa el desarrollo humano y se estimula el desarrollo social. Esto no se puede lograr con conductas delirantes.
También en nuestros tiempos los cristianos debemos cultivar ese sentido del honor, para que la buena noticia no caiga en descrédito por la falta de sensatez, de responsabilidad y de compromiso por parte de los miembros de las comunidades locales. El fanatismo, el sectarismo, la hipocresía religiosa, la negativa al diálogo, el rigorismo moral, y un largo etcétera, son actitudes que le causan perjuicio la evangelización. A menudo la fe sufre más descrédito por parte de los falsos creyentes que por parte de los que se resisten a creer. Por eso, tanto en el anuncio de la fe y en la celebración de sus misterios como –sobre todo– en nuestra conducta, debe brillar la sensatez del evangelio.
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.

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