La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-jueves

Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Jueves de la XXVI semana del Tiempo Ordinario. Año II 

San Francisco de Asís

Memoria obligatoria, color blanco

Titular de la Catedral de Sincelejo, patrono de la ciudad de Sincelejo

Primera lectura

Lectura del libro de Job (19,21-27):

Job dijo: «¡Piedad, piedad de mí, amigos míos, que me ha herido la mano de Dios! Por qué me perseguís como Dios y no os hartáis de escarnecerme? ¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre; con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Vengador y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré y no otro, mis propios ojos lo verán. ¡Desfallezco de ansias en mi pecho!»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 27,7-9,13-14

R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida

Escúchame, Señor, que te llamo,
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» R/.

Tu rostro buscaré, Señor,
ne me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 1-12):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa.» Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.» Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.» Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra
Jueves de la XXVI semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Los alegatos de inocencia de Job, en vez de encontrar apoyo en sus amigos, parecen exasperarlos cada vez más. Es allí donde se ve clara la confrontación de la vida con la doctrina, y se observa cómo los amigos de Job son más leales a sus respectivas doctrinas que a su amigo. Job no ahorra sarcasmos, como cuando les dice: «¡Qué gente tan importante son ustedes, con ustedes morirá la sabiduría!» (12,2). Y comenzó entonces a apelar a un juicio con Dios, poniéndole de su parte solo dos condiciones: juego limpio y exclusión de la violencia (cf. 13,20-23). La actitud de estos sabios es uno de esos casos en los que la «teodicea» (defensa de Dios por parte de los amigos de Job) se pervierte en «polémica» en contra del ser humano, como si fueran opuestos.
Luego de un salto gigantesco de diez capítulos, llegamos al quinto «discurso» de Job. Prosigue él su doble línea de lamento y de juicio. Esta vez se dirige a sus amigos con un duro reproche para comenzar, y termina con una advertencia amenazante. Job espera su reivindicación hasta último momento, y, si no es así, audazmente la espera para después de muerto. Él está convencido de que «hay un juicio» (19,29).
Job 19,21-27.
Al parecer, los dos pasajes más citados del Libro de Job son 1,21 («Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!») y los versículos 25-27 del capítulo que nos ocupa.
En el centro de la polémica está Job, enfrentado a un inescrutable designio divino, al desdén de su familia y a la incomprensión de sus amigos. Pero surge un personaje desde la penumbra que no había sido nombrado, el «vengador», en quien Job dice apoyarse.
La polémica entre Job y sus amigos se ha hecho cada vez más intensa. Job les reclama el hecho de insistir en afligirlo y humillarlo con sus palabras despiadadas. Vinieron a él con intención de consolarlo (cf. 2,11) y se han dedicado a abatirlo. Job muestra el hastío que le causan los juicios de sus amigos exagerándolos (multiplica por dos sus discursos), pero a ellos les advierte que no están siendo leales; él está dispuesto a reconocer un yerro inadvertido, no un crimen intencional, pero ellos insisten en acusarlo de esto último, y le reprochan no admitirlo. En suma, lo que ellos pretenden es ganar la discusión, no esclarecer los hechos ni explicárselos a Job. Esa victoria que ellos buscan incluye la humillación y la afrenta para Job, sin importarles que pudiera tener razón, o que necesite de su compasión (cf. vv. 1-5, omitidos)
Enseguida, Job alega la incomprensible actitud de Dios, quien se ensaña contra un inocente. Job coincide con lo que el Señor había dicho de él, que lo ha herido «sin motivo» (cf. 2,3). El grito «¡Violencia!» es un emergente reclamo de ayuda al que a nadie le es lícito sustraerse (cf. Dt 22,23; Jr 20,8; Hab 1,2; Lam 3,8). Job siente que lo pronuncia en vano, porque él ha sido despojado del todo y desplazado por el que antes lo trataba como amigo (cf. vv. 6-12, omitidos).
Finalmente, Job se queja del abandono de su familia. Todos, cada uno a su manera, se alejan de él. La enumeración de los integrantes de la familia excluyendo a los padres, comienza señalando a los «hermanos» y a los «parientes», en general; los «vecinos» y «conocidos», incluyendo también a «los huéspedes», amplían el círculo familiar a los «iguales», pera luego referirse a los «esclavos», miembros de la familia patriarcal. Luego siguen su «mujer» y los «chiquillos» (nietos), para luego volver a otros iguales, pero más cercanos, los «íntimos» y «los más amigos». Así se entiende ese desgarrado reclamo de piedad con que termina (cf. vv. 13-22, omitidos).
Y ahí es donde surge la formulación de su deseo de que su alegato se consigne de forma que sea perdurable, alegato que termina con una declaración que afirma que su inocencia al fin se verá reconocida. En este caso, apela a la figura del «rescatador» o «vengador de sangre» (גֹאֵל), figura de valor jurídico, obligado a reivindicar al miembro de su familia, clan o tribu, según el grado de parentesco (cf. Lv 25,47-48.54; Nm 35,21, etc.). Si faltara el pariente, le corresponde al rey hacer esa reivindicación (cf. Sl 72,12-14). Lo audaz de esta apelación de Job es que el «Vengador» es el mismo Dios, pero desde otra perspectiva, el Dios que le da la razón a Job. Como si Job dijera que el Dios que le han hecho pensar que lo humilla y mata, el Dios del cual le hablan sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar, es una falsa representación, que el verdadero Dios es el que lo reivindicará haciendo relucir su justicia. La afirmación «sé que está vivo mi Vengador…» opone el Dios vivo a los ídolos, falsas representaciones de Dios que se hacían los paganos, pero Job contrapone este Vengador a las ideas que sobre el Señor sostienen sus amigos. El hecho de «ver a Dios» alude a la inocencia de Job (cf. Sl 11,4; 17,15; 27,4; 63,3), ya que «el impío no comparece ante él» (cf. Sl 13,16). Lo verá, y no precisamente como un extraño (cf. 42,5), aun si lo despellejaran, expectativa que él espera con ansias ver colmada.
En el libro aparecen dos concepciones antagónicas de Dios. La tradicional está representada por los tres amigos de Job, que no saben explicar el drama del sufrimiento humano sin culpabilizar al hombre, supeditando la vida humana a su «teología». La emergente se expresa por la boca de Job, que se enfrenta a la sabiduría «tradicional» y sale en defensa de los derechos del Señor y de los hombres. El «satán» (que no equivale a la figura del mismo nombre en el Nuevo Testamento), se encarna en la doctrina propuesta por los tres amigos, que acusa (eso quiere decir «satán») de modo insistente al hombre, haciéndolo sentir indigno y culpable. El «Vengador» se encarna en la réplica honrada de Job, que le asegura reivindicación al justo sufriente.
El cristiano recuerda la gran aclamación en el cielo que pregona «la hora de la victoria» de Dios y de su Mesías, «porque han derribado al acusador de nuestros hermanos, al que los acusaba día y noche ante nuestro Dios…» (Ap 12,10), aclamación que se refiere a que los cristianos en todas las épocas son acusados de impíos por no darles culto a los ídolos. «Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero…» (Ap 12,11). Y de esa sangre participamos en la eucaristía para seguir al Cordero «adondequiera que vaya» (Ap 14,4).
Feliz jueves.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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