La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-domingo

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

III Domingo de Cuaresma. Ciclo C

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (3,1-8a.13-15):

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. 
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.» 
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.» 
Respondió él: «Aquí estoy.» 
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.» 
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. 
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.» 
Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los israelitas y les diré: «El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros.» Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?» 
Dios dijo a Moisés: «»Soy el que soy»; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy’ me envía a vosotros».» 
Dios añadió: «Esto dirás a los israelitas: «Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación».»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.11

R/.
 El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas 
y cura todas tus enfermedades; 
él rescata tu vida de la fosa 
y te colma de gracia y de ternura. R/. 

El Señor hace justicia 
y defiende a todos los oprimidos; 
enseñó sus caminos a Moisés 
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso, 
lento a la ira y rico en clemencia; 
como se levanta el cielo sobre la tierra, 
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12):

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. 
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.» 
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto

III Domingo de Cuaresma. Ciclo C.
 
El culto que se le tributa a Dios depende de la forma como se lo concibe. Confundirse en relación con Dios equivale a desacertar en el culto que se le quiere dar. Pero también es posible conocerlo y conocer su designio y, al mismo tiempo, pretender darle un culto inapropiado. Por ejemplo, el pueblo contemporáneo de Jesús tenía claro que el Señor quiere una convivencia justa, en la que no haya opresión, ni explotación ni humillación del semejante. Sin embargo, se debatían entre el ocupante romano, que los oprimía, explotaba, y humillaba, y el connacional indolente, que hacía lo mismo y, para colmo, se presentaba como respaldado por el Señor y sus leyes.
 
Los habitantes de Judea se preguntaban cómo darle culto al Señor que los sacó de Egipto: si con la sumisión, o con la rebelión. Jesús viene a mostrarles la falsedad de ese dilema.
 
Lc 13,1-9.
El texto propuesto para este domingo tiene dos partes: el planteamiento de la situación política de Judea y Galilea, y una parábola de Jesús que se refiere a dicha situación.
1. La situación de Galilea y Judea.
Jesús acabó de exhortar a las multitudes a resolver creativamente los conflictos en vez de atenerse a la ley, y entonces unos de los presentes se refirieron a un hecho de sangre ocurrido en Galilea: unos galileos rebeldes fueron tan salvajemente reprimidos por las tropas romanas que la sangre de las víctimas que ofrecían como sacrificio a Dios se mezcló con la de ellos mismos, degollados por soldados vestidos de civil. Era una manera de insinuar que Jesús podría tener el mismo final.
La cuestión de fondo consiste en determinar si es más fiel a Dios el que se rebela contra los tiranos de turno o el que se les somete. Jesús se refiere a las dos posibilidades:
a) Los galileos.
Pregunta si los galileos que murieron de esa forma tan atroz a manos del ocupante eran «más pecadores que los demás» por haber padecido esa muerte. Y se responde afirmando que no, y advirtiendo que si sus oyentes no se enmiendan todos perecerán «de modo parecido» (ὁμοίως). Su respuesta deja dicho que los rebeldes no eran «más pecadores» que el resto de los galileos, y su advertencia notifica a sus informantes que les espera una suerte semejante si no rectifican las injusticias que se dan entre ellos.
b) Los jerosolimitanos.
Pero Jesús alude a otro hecho, y este acaecido en Jerusalén: dieciocho personas perecieron bajo los escombros de la desplomada torre de Siloé. Y pregunta si estos eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén, la ciudad santa, en donde los sumos sacerdotes, los letrados y los fariseos se sometían al gobierno romano a cambio de que los dejara realizar su culto. Responde también afirmando que no, y advirtiendo que si sus oyentes no se enmiendan todos perecerán «igualmente» (ὡσαύτος). No eran «más pecadores», pero para estos los resultados de rehusarse a la enmienda parecen más graves.
En definitiva, tanto los que se rebelan como los que se someten son responsables de injusticia, y deben enmendarla para evitar la ruina de su sociedad. Tanto el culto de los galileos como el de los jerosolimitanos estaban tranquilizando las conciencias de los que cometían esas injusticias.
 
2. La parábola de la higuera estéril.
Si no hay enmienda, la ruina de la sociedad es inevitable, no por castigo de Dios, sino porque la sociedad misma, con su injusticia se priva de vida. Esto lo ilustra Jesús con una parábola.
El «hombre» que «tenía una higuera plantada en su viña» es Dios, y la «viña» es su pueblo (cf. Is 5,1-7; Ez 17,6-10; Sal 80,9-11). La «higuera» simbolizaba la época de la elección del pueblo y la fidelidad de su respuesta (cf. Os 9,10), antes de la época de la apostasía idólatra. En este caso, la «higuera estéril» simboliza el aparato político-religioso que traicionó el designio de Dios, y que le impide a la «viña» dar su fruto, porque le está menoscabando sus posibilidades («esquilmando la tierra»). Ese aparato será rechazado, y la viña le será entregado a «otros» (los paganos: cf. Lc 20,16-19). El «viñador» es Jesús, quien expresa la misericordia del «hombre» propietario (Dios) más allá del tiempo previsto para que la viña diera frutos («tres años»). El nuevo «año» de plazo es una última oportunidad, representada en la exhortación a la enmienda («abono») que Jesús les está haciendo. Si las autoridades religiosas del templo no responden a ese llamado, Dios «cortará» definitivamente su relación con ellas, porque él no es cómplice de la injusticia.
 
La violencia activa de los opresores, la violencia reactiva de los oprimidos y la pasividad cómplice de los sometidos están arruinando la sociedad. La alternativa es producir frutos de enmienda, es decir, el compromiso activo con la justicia, que cada uno corrija su conducta y deje de señalar a los otros como «más pecadores que los demás», que cada uno asuma su responsabilidad y corte su relación con las estructuras de violencia y de indiferencia, para cultivar su relación con Dios.
 
Este tiempo de Cuaresma nos invita a cultivar nuestra relación con Dios, y a revivirla, si está en período de resequedad espiritual. Este «culto», o «cultivo» de dicha relación consiste en hacernos mejores seres humanos para mejorar así nuestra convivencia social. El verdadero culto al Dios liberador y salvador es el compromiso por la libertad y la vida de la humanidad.
Esa liberación comienza por nuestro interior: liberarnos de las iras que nos hacen fanáticos y de los miedos que nos vuelven sumisos. La salvación se efectúa también en nuestro interior cuando nos abrimos al amor de Dios, que supera el resentimiento, y nos da una nueva vida, que supera el temor a la muerte. Así podemos cultivar nuestra relación de libertad y felicidad con Dios.
 
Celebramos el domingo como seres libres, liberados por el Espíritu de Jesús vertido en nuestros corazones, que nos capacita para amar con libertad, sin ataduras interiores ni imposiciones desde fuera. Esta libertad para amar así es nuestro mejor homenaje a Dios, y es el empeño que anima todo el tiempo a las comunidades cristianas, particularmente en Cuaresma.
Feliz día del Señor.

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