Suicidio, nada resuelto, todo por lamentar

Foto de referencia. Pixabay.
Angeles

«No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio» establece el filósofo y escritor ganador del premio Nobel de Literatura Albert Camus.


Trataremos en este artículo el flagelo del suicidio en los departamentos de Sucre y Córdoba. Es un tema tabú, del que pocos quieren hablar y al que poco se le ha enfrentado con una buena política de salud pública que incluya seriamente la prevención.

Según el Instituto Nacional de Salud, Córdoba acumula este año más de 620 casos de intentos de suicidio. Existe un incremento significativo con respecto al año anterior, en el que se presentaron 499.

De acuerdo con las cifras brindadas por el Observatorio de la Violencia de Medicina legal, al finalizar agosto de este año se contabilizan en el departamento de Córdoba un total de 23 suicidios.

En Sucre es tan lamentable la situación que ni siquiera se han documentado los casos (por lo menos, la información es esquiva).

Más allá de las cifras, frías, anónimas y sin cuerpo, existe en cada uno de los casos una historia, quizás un por qué, o tal vez el mero impulso de saltar al abismo.

Para algunos expertos, la pandemia ha incidido en la salud mental de las personas. Trastornos de ansiedad, estrés y depresión por pérdida de familiares, del trabajo o la difícil situación económica. Todo esto, en efecto, ha disparado los casos de intentos de suicidio y suicidios consumados en todo el país. No obstante, hay un número cada vez más creciente de jóvenes menores de 18 años que se privan de la vida. Uno podría argüir, por lo menos hipotéticamente, que el mundo pictórico de las redes sociales tiene que ver en algo en los casos de suicidios en los jóvenes, sobre todo en departamentos tan desiguales como los de Sucre y Córdoba.

El 24 de septiembre del año en curso el pueblo de Sahagún (Córdoba) amaneció consternado, pues una joven de 17 años había tomado la fatal decisión de quitarse la vida la noche anterior, después de ingerir veneno.

Cursaba último año de colegio, tenía una risa encantadora y la magia propia de las mujeres de esta edad. Según declaraciones que en los días siguientes dio su progenitor, lo único que hicieron ellos fue llamarle la atención por sumergirse por interminables horas en el celular y descuidar deberes como el estudio.

Si bien menciono este caso, no es con el fin de dar solidez a mi hipótesis, pero es algo que no se debe pasar por alto. El día antes se había suicidado, en San Marcos (Sucre), un joven de 14 años. El 25 de septiembre, con un intervalo de tan solo 78 horas, aproximadamente, en zona rural de Chinú, un niño ingresó a una habitación con el cáñamo de guindar la hamaca, armó un nudo corredizo en un extremo, amarró el otro lado del lazo de una viga transversal de la habitación, rodeó su garganta con el lazo y mientras sus ojos se cerraban intermitentes, su cuerpo se balanceaba, ya sin vida en el vacío.   

Nuestros jóvenes no separan muchas veces la vida congelada en imágenes de las redes sociales, del mundo que fluye real. Muchos se acomplejan de no poder llevar la vida de privilegios que otros ofrecen por las redes. Se deprimen y la depresión es un detonante fatal.

Inicio este articulo citando a Camus, quien sentencia que el único problema realmente serio de la filosofía es el suicidio. No obstante, en Sucre y Córdoba es un problema realmente serio, pero de salud pública.

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