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Martes de la X semana del Tiempo Ordinario. Año II
Color verde
Lectura del primer libro de los Reyes (17,7-16):
En aquellos días, se secó el torrente donde se había escondido Elías, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías: «Anda, vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida.» Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.» Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.» Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: «La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.»» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 4
R/. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
R/.
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque. Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho.
R/.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»
Palabra del Señor
Reflexión de la Palabra
Martes de la X semana del Tiempo Ordinario. Año II.
La vieja creencia israelita suponía que la frontera entre el bien y el mal coincidía con los límites de su territorio. Pero este relato hace ver que dicha frontera pasa a través de cada ser humano. La viuda pagana resulta tener más fe que el rey y los israelitas juntos: le cree a Dios y a su profeta. El triunfalismo denominacional no tiene justificación delante de Dios.
1Ry 17,7-16.
Vuelve el relato a la lógica narrativa. Si la lluvia cesó, se secó el torrente. Pero el Señor tiene otra alternativa, y entre los paganos. Envía a Elías a Fenicia, más al norte todavía, a casa de una viuda de Sarepta (hoy Sarafán), que está cerca de la costa mediterránea, 15 km al sur de Sidón. Y allí se desarrolla la escena.
• Apenas entra, Elías se encuentra con una viuda que recogía leña (pobre) y le solicita un gesto de hospitalidad, que le dé un jarro de agua.
• La respuesta positiva de ella anima a Elías a pedirle alimento. Así trata de determinar si ella es la que el Señor escogió para que lo atendiera.
• La viuda lo identifica como israelita y le jura por «el Señor tu Dios», lo cual es otra señal: que ella reconoce al Señor o, por lo menos, lo respeta.
• Ella declara su extrema pobreza, para la cual ya no hay más porvenir que su muerte y la de su único hijo, que hasta ahora no se ha mencionado, y del cual nada se precisa.
• Elías pone a prueba la calidad humana de la viuda apelando a la hospitalidad, que incluso con los extranjeros era considerada una ley sagrada: le pide que le dé atención prioritaria.
• Pero se asegura de tranquilizarla, y le hace una promesa en nombre del Señor «Dios de Israel», al cual ella se había referido con evidente respeto.
• La viuda fenicia se abre a la palabra del Señor por boca de Elías y lo manifiesta de forma heroica (un acto de fe en el Dios extranjero, y uno de caridad con su profeta) y actúa en consecuencia.
• Su fe, manifestada en su desprendimiento y su generosidad al compartir atraen la bendición del Señor y crean abundancia y la suficiencia.
La promesa del Señor, declarada por boca del profeta, se cumplió cabalmente, y solo requirió de parte de la viuda una actitud de confianza en «el Dios de Israel». La repetición de las palabras de la promesa tiene por objeto afirmar enfáticamente que el Señor cumple lo que dice. Este hecho es tanto más notable cuanto que las viudas y los huérfanos eran los excluidos de la sociedad de esa época (cf. Is 1,23; 10,2); despojados como estaban del jefe de familia, solo vivían de limosnas, las cuales escaseaban en períodos de hambruna, como es el caso presente.
El tratamiento de la idolatría requiere de una comprensión nueva. La exclusión es un problema de humanidad y no de liderazgo. Por eso el pensamiento social cristiano la maneja mejor que los ideólogos de la economía, los estrategas de la política y los teóricos de la ley, del derecho y de la moral. Se necesita corazón de carne (humano) en vez de un corazón de piedra (duro, insensible).
El profeta encuentra fe en donde esperaba encontrar idolatría; e idolatría en donde él debería haber encontrado fe. Él entra en ese mundo extraño con respeto, porque el Señor lo envió allá, no porque así lo hubiera aprendido de sus mayores. Por eso, no llega imponiendo, solo pide favores y propone delicadamente su fe.
Hay que replantear la evangelización, porque no podemos ir con ínfulas de superioridad a llevar el mensaje de la fraternidad. Resultaría incoherente y contraproducente. La promesa de la vida ha de hacerse en clave de promoción de la vida, no con exigencias de sumisión.
Cuanta más calidad tenga el don, más humildad exige su donación. Eso se aprende en la mesa eucarística, en la que el Señor está como servidor entregándose para dar vida, y vida eterna.
Feliz martes.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro.
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page
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