La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-sábado

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán

Color blanco

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-2.8-9.12):

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante –el templo miraba a levante–. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 45,2-3.5-6.8-9

R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,9c-11.16-17):

Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-22):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto

Sábado de la XXXI semana del Tiempo Ordinario. Año I.

Pablo declara que su afán por llevar la buena noticia a «donde todavía no se había nombrado el Mesías para no construir sobre cimiento ajeno» (Rom 15,20) ha sido su principal obstáculo para ir a Roma. Considera que ese impedimento ya no existe en la región donde se ha movido hasta entonces, y por eso piensa que ha llegado la hora de ir a España, pasando por Roma, en donde espera detenerse un tiempo, contando con que tendrá el apoyo de ellos para realizar esa misión. Antes, va a Jerusalén (viaje que trastornará sus planes, según Hechos) a llevar una colecta, y, después, se dirigirá a España, convencido de que el Mesías aprueba esa iniciativa. Él presiente los riesgos de la ida a Jerusalén, por eso les pide que oren por él, para que Dios lo proteja de sus enemigos y él realice felizmente sus planes (cf. Rom 15,22-33, omitido).

Rom 16,3-9.16.22-27.
En primer lugar, recomienda a la «hermana Febe, «diaconisa de la iglesia de Cencreas», quizá portadora de la carta, muy notable por su servicio a los cristianos, incluido él mismo (cf. Rom 16,1-2, omitido). Con el término «diaconía» (διακονία) ha calificado antes la ayuda material y el servicio que presta quien la lleva (15,31). Febe, como portadora de la carta, le prestaría a la comunidad un servicio edificante, es decir, que contribuiría a su crecimiento. Cencreas es el puerto oriental de Corinto (el occidental era Lequeo), desde donde Pablo salió hacia Siria (cf. Hch 18,18). Al designar a Febe como «abogada» (προστάτις) se refiere –en sentido legal– a alguien que representaba a los extranjeros privados de garantías jurídicas; podría tratarse de alguien de alto rango que había intervenido como protectora de los cristianos, Pablo incluido.
Luego, viene una serie de saludos que le añade un tono familiar a la carta y da testimonio de cómo eran de mixtas las comunidades cristianas en esa época.
Se destacan, ante todo, las cálidas y afectuosas relaciones personales de Pablo con varios de los miembros de la comunidad de Roma. Los nombres que menciona –algunos no aparecen en otra parte del Nuevo Testamento– muestran que él ya conoce a los destinatarios. Son, por lo menos, 28 personas, cifra que permite suponer que quizá la comunidad entera fuera más numerosa, cosa que explicaría también su renombre (cf. 1,8).
En segundo lugar, se destaca también la gran diversidad de los miembros que integran dicha comunidad, a partir de sus nombres:
• Los hay de origen griego: Apeles, Epéneto, Filólogo, Narciso, Trifena, Trifosa.
• También de origen romano: Julia, Rufo, Urbano.
• Y otros de origen judío, aun teniendo nombres extranjeros: Andrónico, Áquila Aristóbulo, María, Priscila.
Y es igualmente diversa su procedencia social:
• Unos parecen personajes de estrato alto: Aristóbulo era posiblemente familiar de Herodes.
• Otros ciudadanos comunes: de origen judío, griego y romano.
• Y hasta libertos e incluso esclavos: Ampliato, Asíncrito, Hermes, Herodión («mi paisano»), Nereo, Olimpio, Patrobas, Pérside, Filólogo, Flegón, Estaquis.
Una iglesia realmente universal (católica) por su capacidad de integrar en uno las diversidades étnicas, que en aquella época eran tan determinantes.
En tercer lugar, es preciso destacar algo que también se aprecia en otras partes, que también la familia, que es uno de los tres pilares de la sociedad antigua (familia, patria y religión), juega un papel importante en la difusión del evangelio (cf. 1Cor 16,19; Col 4,15; Flm 2); se trata de una evangelización verdaderamente inculturada. Las primeras comunidades de creyentes eran auténticas «iglesias domésticas» porque se reunían en las casas. Esto les daba un evidente aire de familiaridad, que aquí se constata. Habría que añadir el hecho de que la diversidad antes destacada debía de causar asombro o, al menos, extrañeza; no parecía probable que se mirara con naturalidad el hecho de que en la vivienda familiar de un patricio romano se reuniera una comunidad que integrara tal diversidad étnica, social y económica. Así que la iglesia familiar local era un signo contradictorio, sorprendente y estrambótico a la vez.
El leccionario omite una advertencia que hace el apóstol a la comunidad de Roma en relación con el influjo de quienes incitan a discordias y ocasiones de tropiezo en contra de la doctrina que los romanos han aprendido. La contraposición que hace entre estar al servicio del Mesías y estar al servicio del propio estómago puede tratarse de la disputa respecto de tabúes de tipo alimenticio (alimentos «puros» y alimentos «impuros») que engaña incautos con zalamerías y halagos. No solo hay que rechazar sus doctrinas y las correspondientes prácticas, sino que es preciso estar en guardia para identificar a esas personas y cuidarse de ellas. Él reconoce que el asentimiento de fe de los romanos es notorio y reconocido (cf. 1,8), pero los exhorta a ser abiertos a todo lo bueno e impermeables a lo malo, con lo que garantizarán que la realización de la profecía de triunfar sobre el mal (cf. Gen 3,15). El deseo del «favor» de Dios parece dar por terminada la carta, pero la adición de los saludos de parte de Timoteo, Lucio, Jasón y Sosípatro no permite llegar a esa conclusión (Rom 16,17-21).
El amanuense también saluda a los destinatarios de la carta, lo que sugiere que los anteriores saludos de los cuatro compañeros nombrados, más el suyo, atribuciones que él se toma con consentimiento del remitente, sería indicio de la libertad con la que autor y escriba procedían. Enseguida se añade, y ahora de parte del remitente, un saludo de Gayo, quien lo hospeda, de Erasto, «el tesorero de la ciudad» y de «nuestro hermano» Cuarto. Esto permite suponer que los vv. 21-24 constituyen una «posdata» a la carta propiamente dicha.
La carta termina con una doxología, cuya autenticidad se pone en duda, porque no pertenece al estilo de Pablo, pero el amanuense, al menos en esta carta, se toma sus libertades. Pone de presente la maravilla de la Iglesia al contemplar el misterio por fin manifestado y comunicado mediante una disposición de Dios. Se trata del secreto que Pablo ha revelado en la exposición que hizo en la carta y que ahora se ofrece a todos: que los judíos y los paganos, por igual, son llamados a la fe que libera (perdona) y salva (da vida). Por eso da gloria a Dios, «el único que es sabio» por medio de Jesús Mesías.

Este texto nos invita y desafía a constituir hoy comunidades verdaderamente familiares, de hermanos, que mantengan siempre el tono hogareño, no importa que ahora hayan crecido en número. Por eso es urgente que nuestras parroquias se revitalicen con la formación de comunidades «de talla humana» en las cuales se entablen relaciones fraternales, y que dichas comunidades se relacionen entre sí con vínculos efectivos de hermandad.
La eucaristía es también escuela de vida comunitaria. Nuestras asambleas eucarísticas, porque se reúnen con frecuencia, pueden desarrollar relaciones de conocimiento y estima, de manera que se diferencien –por ejemplo– de los asistentes asiduos a un teatro o a un estadio. Así se pondrá de presente que el Señor nos une más que cualquier otro interés o motivo humano.
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.

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