La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-sábado

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Sábado de la XV semana del Tiempo Ordinario. Año I

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (12,37-42):

En aquellos días, los israelitas marcharon de Ramsés hacia Sucot: eran seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños; y les seguía una multitud inmensa, con ovejas y vacas y enorme cantidad de ganado. Cocieron la masa que habían sacado de Egipto, haciendo hogazas de pan ázimo, pues no había fermentado, porque los egipcios los echaban y no los dejaban detenerse; y tampoco se llevaron provisiones. La estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta años. Cumplidos los cuatrocientos treinta años, el mismo día, salieron de Egipto las legiones del Señor. Noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto: noche de vela para los israelitas por todas las generaciones. 

Palabra de Dios

Salmo

Sal 135,1.23-24.10-12.13-15

R/.
 Porque es eterna su misericordia

En nuestra humillación, se acordó de nosotros. R/.

Y nos libró de nuestros opresores. R/. 

Él hirió a Egipto en sus primogénitos. R/.

Y sacó a Israel de aquel país. R/.

Con mano poderosa, con brazo extendido. R/.

Él dividió en dos partes el mar Rojo. R/.

Y condujo por en medio a Israel. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):

En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»

Palabra del Señor

La reflexión del padre Adalberto

Sábado de la XV semana del Tiempo Ordinario. Año I.

Los hechos –recordados en la celebración posterior– se entremezclan y se retrotraen para que se interpreten mutuamente. Eso es lo que ocurre con la narración anterior y la que sigue. Tras la descripción de la cena pascual, ahora se da razón de la fiesta de los ázimos (cf. Exo 12,15-20).
Por eso aparece otra versión de la cena pascual, junto con la prescripción de celebrarla una vez hayan ingresado en la tierra prometida (cf. Exo 12,21-28). Finalmente, se narra la salida de los israelitas de Egipto (cf. Exo 12,29-42). El leccionario omite la narración sobre los ázimos y la otra versión de la cena pascual, y solo toma la segunda mitad de la narración de la salida del país.
La primera parte (cf. Exo 12,29-36) vuelve sobre la décima plaga (cf. Exo 11) en términos que la ponderan aún más, hasta el punto de dar cumplimiento a la advertencia de Moisés al Faraón («Todos estos ministros tuyos acudirán a mí, y postrados ante mí me pedirán: ‘Sal con el pueblo que te sigue’. Entonces saldré»: Exo 11,8). No obstante, ahora se afirma que es el Faraón mismo quien llama a Moisés y Aarón para pedirles a los israelitas que vayan a ofrecer culto al Señor, de acuerdo a su pedido inicial, siendo que él se negó a obedecer e incluso a reconocer al Señor (cf. Exo 5,1). Y no solo el Faraón, el pueblo entero también los urge a que salgan.

Exo 12,37-42.
Este relato parece como una fotografía instantánea tomada en el momento en que los israelitas se levantan para abandonar Egipto. La ruta escogida por Moisés es acertada, porque del sur de la ciudad de Ramsés se dirigió a Sucot (cf. Num 33,3.5) –no es el mismo de Gen 33,17, que está junto al río Yaboc–, evitando la vía costera hacia Canaán, más corta –después conocida como «camino del país de los filisteos»: cf. Exo 13,17– hasta cerca de la ciudad de Pitón, para después enrutarse nuevamente al norte, más allá de Tafnes, hacia el «Mar de las Cañas» (o Lago Menzalé). Esta ruta en apariencia errática evita el contacto con grupos étnicos que pudieran atacarlos.
Por otro lado, un término hebreo (אֶלֶף) que se puede traducir «mil», o «familia», o «clan» (cf. Jue 6,15; 1Sam 10,19), se refiere, en realidad, al número de combatientes que podía suministrar un clan, que parece un dato más realista: seiscientos hombres aptos para el combate, cuenta en la que, obviamente, no entran los niños. El total sumaría cinco mil o seis mil personas. Junto con ellos, sus posesiones: el «botín» arrebatado a Egipto (cf. Exo 12,35-36) y sus propios ganados.
Además, se hace mención de «una turba (עֵרֶב) inmensa» que los seguía, «turba» que reaparecerá luego en el desierto calificada como «gentío» (אֲסַפְסֻף: Num 11,4), y que es la que lleva «ovejas y vacas y enorme cantidad de ganado» (Exo 12,38). Las dos expresiones con las que se señala este grupo dejan ver que son extraños, advenedizos, quizá oportunistas egipcios, a juzgar por lo que se refiere más adelante, de un hijo de madre israelita y padre egipcio (cf. Lev 24,10).
La fiesta agraria de los panes sin levadura, evidentemente posterior, se convierte en evocación de la Pascua y toma un nuevo sentido: sugiere la prisa de la salida, porque los egipcios los urgían (cf. Exo 12,33.39), y la prisa del «paso» del Señor (cf. Exo 12,11). De esta manera, con este dato, la liturgia israelita puede transformar una ancestral fiesta agraria relacionándola con la Pascua. Y este procedimiento muestra cómo el narrador creyente asume y purifica la costumbre cultural al darle un puesto y una función en relación con el hecho central que celebraba la fe israelita.
El lapso de la opresión, como estaba previsto (cf. Gen 15,13), fue limitado. Si se fecha el éxodo poco después de la ascensión de Ramsés II al trono (1290 a. C.), teniendo en cuenta el cómputo según el cual «la estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta años» (Exo 12,40), se deduce que ellos habían entrado en el país hacia 1720-1710 a. C., fecha que concuerda con el avance conquistador de los hicsos, semitas como ellos, lo que explica la aceptación de José y su ascenso en el país, así como el desconocimiento del mismo por parte del nuevo faraón, este sí de origen egipcio. De todos modos, las tiranías no perduran porque Dios les sale al paso.
La expresión «aquel mismo día» pretende identificar ese día con el día en la que se celebra fiesta de Pascua, la salida de Egipto. Pero luego se añade otra precisión: la «noche de vigilia», la noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto. Sobre esta expresión se funda el poema en que los rabinos se refieran a las cuatro noches, consideradas como las etapas del desarrollo del pueblo de Dios. Esas cuatro noches son:
1. La noche de la creación. El paso de las tinieblas del no-ser a la luz de la existencia (cf. Gn 1,3).
2. La noche en que Abrahán recibió la promesa del nacimiento de Isaac. El paso de la inseguridad respecto del futuro a la confianza de la fe (cf. Gn 15,5-6).
3. La noche de la liberación de los Israelitas de Egipto. El paso de la esclavitud a la libertad, del dominio a la emancipación (cf. Exo 12,42)
4. La noche de la salvación definitiva (noche del Mesías). El paso de las tinieblas de la muerte en vida a la luz de la vida protegida por el Señor (cf. Exo 13,21-22).
La Pascua se celebraba en la esperanza, se esperaba que el Mesías viniera en una noche de Pascua. Por eso, la noche pascual es «noche de vela para los israelitas por todas las generaciones». Cada vigilia pascual estará preñada de la esperanza de la manifestación del Mesías para otorgarle a su pueblo la liberación definitiva.

Los cristianos celebramos la última de esas noches en la vigilia pascual, y en ella conmemoramos las otras tres. La vigilia pascual se prolonga en el domingo y, puntualmente, en cada celebración de la eucaristía. Toda eucaristía es para nosotros «Pascua», y –por lo mismo– es una constante exigencia de éxodo. Pero el éxodo cristiano no es local, como el traslado de Israel desde Egipto hasta la tierra de Canaán, sino espiritual, porque se trata de romper con el propio pasado y con el mundo injusto. Antiguamente se trató de salir de un país, hoy se trata de abandonar diversos sistemas de vida y pensamiento que rechazan el reinado de Dios, por un lado, y romper con los sistemas sociopolíticos y socioculturales que se oponen al reino de Dios.
Hay que «salir» cuanto antes de sí mismo, de los propios egoísmos, del «mundo», que es el ámbito de la injusticia (el «pecado»), es decir, la opresión, la explotación y la humillación de personas y pueblos. Y hay que salir de la complicidad con el «mundo», que niega el amor del Padre (cf. 1Jn 2,15-17) y perpetúa en la tierra esquemas de exclusión social.
Comer la Pascua cristiana y permanecer en el «mundo» es contradecir el amén que se pronuncia al recibir la eucaristía. Comerla y salirse del «mundo» es realizar en la tierra el designio del Padre del cielo.
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.

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