La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-lunes

Foto: Pixabay.
Angeles
(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Lunes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario. Año II

Feria o memoria libre, colores verde o blanco

San Juan Pablo II, papa

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,1-10):

Hubo un tiempo en que estabais muertos por vuestros delitos y pecados, cuando seguíais la corriente del mundo presente, bajo el jefe que manda en esta zona inferior, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra Dios. Antes procedíamos nosotros también así; siguiendo los deseos de la carne, obedeciendo los impulsos de la carne y de la imaginación; y, naturalmente, estábamos destinados a la reprobación, como los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados–, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 99,2.3.4.5

R/. El Señor nos hizo y somos suyos

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.» R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.» Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Palabra del Señor


Reflexión del día

Lunes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Del «nosotros» antes excluyente y del distante «ustedes» pasa ahora el autor a un «nosotros» incluyente. Los judíos y paganos, antes separados por una frontera insalvable demarcada por la Ley, ahora, por obra del Mesías, se encuentran codo a codo, formando una sola comunidad de «salvados» (vivificados) en virtud de la inesperada iniciativa y de la asombrosa generosidad de Dios, que se ha desbordado en favor de unos y otros.
El texto propuesto para hoy parte de la experiencia de los destinatarios de la carta y presenta en tres pasos el proceso de inclusión en el Mesías:
1. La anterior situación de injusticia.
2. La exuberante misericordia divina.
3. La actual situación de salvación.
Ef 2,1-10.
Este párrafo, según anotan los especialistas, resume el mensaje central de la carta de Pablo a los romanos. El autor apela aquí a la mentalidad de los paganos para explicar el sentido de su culpa. Es preciso no «bautizar» esta mentalidad, porque no es esa la intención del autor.
1. La anterior situación de injusticia.
La Ley acusaba a los israelitas de pecado, pero no solo ellos cometían la injusticia. También los paganos estaban muertos por sus culpas y pecados, al margen de los preceptos de la Ley. Los paganos se guiaban por «la corriente del mundo presente» (o «el genio de este mundo»: τὸ αἰών τοῦ κόσμου τούτου), refiriéndose al Eón, uno de los dioses de la mitología griega, sin principio ni final, asociado con religiones mistéricas, llamado «el jefe que manda en esta zona inferior» (ὁ ἄρχων τῆς ἐξουσίας τοῦ ἀέρος, lit.: «el jefe de la jurisdicción del aire»), en definitiva, el espíritu de idolatría («el espíritu que ahora actúa eficazmente en los rebeldes»). Cuando habla de «culpa», se refiere a la idolatría en sí; cuando de «pecado», a la injusticia cometida por influjo de ella.
Pero los israelitas («nosotros») también estaban en el mismo grupo, porque, sin idolatría, vivían dominados por sus bajos deseos (ἐν ταῖς ἐπιθυμίαις τῆς σαρκὸς ἡμῶν), obedeciendo los caprichos del instinto, y también pecaron y eran objeto de la reprobación divina.
2. La exuberante misericordia divina.
No obstante, Dios no actuó de forma justiciera ni vengativa, sino con misericordia desbordante. A todos, «muertos por las culpas» nos dio vida con el Mesías: una salvación totalmente gratuita; a todos nos hizo partícipes de la vida nueva del Mesías («nos resucitó»), y a todos nos confirió la dignidad real de hijos suyos («con él nos hizo sentar en el cielo»). Este derroche de bondad por medio del Mesías no solo muestra la magnanimidad de Dios, sino que, al proyectarla hacia la eternidad, ha puesto de manifiesto, ante las generaciones futuras, su sin par generosidad.
Esta salvación es un hecho presente que, al mismo tiempo, constituye el sólido fundamento de la esperanza cristiana. Es decir, la presencia y la actividad actual del Espíritu Santo en el creyente anticipa la salvación («están salvados»), no la posterga, pero sí promete su plenitud definitiva más allá de la muerte. La solidaridad con el Mesías («con él… con él») le permite a Dios mostrar ya la eficacia de su obra y anunciar su definitivo cumplimiento en las edades futuras (ἐν τοῖς αἰῶσιν τοῖς ἐπερχομένοις). Es notable que usa ahora la expresión «eón» (αἰών) con sentido meramente temporal, sin referencia alguna a las creencias mitológicas de los griegos.
3. La actual situación de salvación.
Gracias a esa generosidad divina, el presente es un horizonte de plenitud de vida, incluso para los paganos: ya están salvados por la adhesión al Mesías. Esta salvación no se debe al esfuerzo humano, al cumplimiento de las obras prescritas por la Ley; es un don absolutamente gratuito de Dios. Nadie puede vanagloriarse, presumiendo de esta nueva condición, porque no es una adquisición, es una donación. Por medio del Mesías Jesús, Dios nos rehízo, nos creó y nos dio su Espíritu, para mantenernos unidos a él y para que seamos en el mundo testigos de su amor. La vida nueva que da el Espíritu Santo (salvación) y las obras de amor que la traducen son todas ellas fruto de la gracia divina. Es tarea del cristiano discernir y decidir la realización de las obras a las que Dios lo ha preparado, que son las obras del Mesías.
La gratuidad de la salvación, como manifestación de la misericordia divina, es norma de conducta para el cristiano. Sentirse gratuitamente amado y salvado lo lleva a vivir en permanente acción de gracias, a reconocer que Dios no ha sido mezquino, que nada le ha negado. Esto lo libera del temor y de la duda, porque puede comprender que lo que le falte o lo que lo dañe no puede ser decisión de Dios, quien tan generosamente le ha manifestado su amor. Y aprende así a buscar e identificar en este mundo las causas de sus males, y no en el designio de Dios.
Reconocer esa misericordia divina nos ayuda a comprender cómo se comportó el Padre cuando nosotros éramos culpables de nuestros pecados: no nos excluyó de su amor ni castigó nuestras injusticias, sino que nos amó hasta el punto de hacernos cambiar de injustos a justos, nos dio la vida y la dignidad de hijos suyos sin mérito alguno de nuestra parte, gratuitamente, de tal forma que no nos queda opción distinta de reconocer que disfrutamos de un don, no de una conquista. Y esto es norma de conducta para nosotros como hijos suyos: amar como hemos sido amados, perdonar como hemos sido perdonados. Ese amor, conmemorado en la eucaristía, es la norma de vida y convivencia para quienes comulgamos en ella.
Feliz lunes.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page

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