La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-lunes

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Lunes de la III semana de Cuaresma. Año I

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10):

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 39,7-8a.8b-9.10.11

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.»» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto

Lunes de la III semana de Cuaresma.
 
La tercera semana de Cuaresma nos invita al nuevo culto, el que corresponde a la nueva alianza. Se usa el mismo lenguaje, casi la misma terminología, pero con diferente contenido. Los primeros cristianos se dieron cuenta de que los antiguos conceptos cambiaron de significación, pero a los de hoy puede resultarnos difícil hacer la distinción. En esta semana nos ejercitaremos en eso.
 
Ni la sumisión ni la rebelión armada dan al Dios de Jesús el culto que él quiere, porque producen víctimas, y Dios no quiere sacrificios de seres humanos. El culto que se le debe al Dios liberador y salvador consiste en respetar y promover la igual dignidad, las libertades, los derechos y deberes de las personas y de los pueblos, para que Dios tenga en todas partes pueblos dignos, libres y felices, es decir, para que llegue su reinado y se realice en toda la tierra su designio celestial.
 
1. Primera lectura (2Ry 5,1-15a).
Esta historia se desarrolla en dos planos paralelos: el de los hombres de poder y el de las personas de servicio.
• El general Naamán, el rey de Siria y el de Israel se desenvuelven en el plano del poder. Naamán es uno de los favoritos del rey de Siria, autorizado a hablarle al rey mirándolo a los ojos; busca la protección de su rey, el cual, por haber obtenido una victoria sobre Israel, se siente facultado para exigir la curación de su general al rey de Israel, pero este reconoce que eso está fuera de su competencia y declara así el fracaso del poder ante la enfermedad y la muerte.
Entre los hombres de poder, un problema doméstico de salud cutánea puede estallar en conflicto internacional. La enfermedad de Naamán no es «lepra» en el sentido que hoy tiene dicho mal, ya que eso lo habría inhabilitado para la convivencia social y para el ejercicio de cargos públicos. El rey de Siria no pide un favor, da una orden y halaga para que se cumpla. El rey de Israel entiende los hechos como una provocación del rey de Siria para demostrar su superioridad.
• La sierva israelita, la mujer y los siervos de Naamán, y Eliseo y su criado, se mueven en el plano del servicio. Ninguno de ellos apela a su propia capacidad, sino que todos se remiten a otro, el Señor. Ellos no llenan los requisitos exigidos por los que confían en que el poder es lo que les garantiza la presencia y actuación de Dios, en cuyas manos están la vida y la muerte. El profeta no solo habla, sino que también actúa en nombre del Señor, transmitiendo vida.
Entre las personas de servicio, un favor se le ofrece incluso al enemigo, un buen consejo se da a cualquiera que lo necesite; quien está en capacidad de hacer el bien, se ofrece espontáneamente sin reparar en el favorecido, sino pensando en el honor del Señor. Las personas de servicio hacen el bien y desaparecen de la escena, sin reclamar méritos ni usurpar el protagonismo del Señor, y no se lucran personalmente, aprovechándose de la gratitud de los beneficiados.
El general sirio, que podía hablarle de tú a tú a su rey, no se atreve a ingresar en la casa de Eliseo. Solo después de curado se atreve a entrar en la casa del profeta, cuando va a agradecerle. Deponer su orgullo personal y nacional para hacerles caso al mensajero servidor de Eliseo y a sus propios servidores lleva a Naamán a la vida satisfactoria que estaba buscando, porque no sólo recupera su salud, sino que descubre al verdadero y único Dios, y así lo declara.
 
2. Evangelio (Lc 4,24-30).
Jesús anuncia el amor universal de Dios y eso provoca la extrañeza de la gente de la sinagoga. Ellos han sido educados con la ilusión de que un día dominarán el mundo, y no entienden por qué Jesús los quiere igualar a quienes los ha venido sometiendo y explotando. Aquí encontramos también dos planos:
• El de los históricamente sometidos, resentidos que quieren invertir el esquema de poder en vez de anularlo: buscan pasar de dominados a dominadores, y se imaginan que cuentan con el apoyo de Dios para lograr ese cometido. Su resentimiento pesa tanto que no se dan cuenta de que ese dominio es igualmente indeseable para los otros como para ellos. No piensan en una alternativa a ese esquema de poder (dominadores-dominados), que resulte satisfactoria para todos, porque el deseo de desquite ciega su razón. Les parece intolerable que Jesús haya suprimido en el texto de Isaías la amenaza del «día del desquite de nuestro Dios» (cf. Is 6,2 con Lc 4,19).
• Jesús, el hombre libre y liberador, no depende de condicionamiento alguno de tipo nacionalista o cultural, porque procede movido por el Espíritu Santo, es decir, lo guía el amor universal del Padre, por eso busca la salida en la inclusión y la igualdad. Según Jesús, el amor del Padre no es compatible con ese esquema de poder, porque todos los seres humanos son objeto de su amor (cf. Lc 2,14). Por eso, desautoriza la idea del Dios vengativo y excluyente, aunque se encuentre en los escritos de los profetas, ya que esa idea es de origen cultural, y no pertenece a la revelación divina. Él lo sabe por experiencia directa de Dios, no por educación en la escuela de la sinagoga, pues «quién es el Hijo, lo sabe solo el Padre; quién es el Padre, lo sabe solo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Lc 10,22). Por eso, afirma con autoridad que el Padre ama a los paganos, y que no se lo puede honrar con odios y exclusiones.
Es curioso que los hombres religiosos de la sinagoga se nieguen a admitir esa presentación de Dios y, en pleno culto, la rechacen violentamente.
 
Los planos paralelos de la historia de Naamán se tocan cuando los hombres de poder deponen sus exigencias y se allanan a la condición de seres humanos corrientes. En cambio, los hombres fanáticos jamás renuncian a su deseo de revancha. Para ellos es más fácil renunciar a Dios y a su amor universal, que renunciar a satisfacer sus deseos de venganza. Por eso Jesús no tiene cabida entre ellos y lo expulsan a empujones.
Esto nos pone a pensar que nuestras celebraciones eucarísticas no pueden ser espacios para el fanatismo y, al mismo tiempo, para acoger a Jesús. Razón tenía Pablo cuando les advirtió a los corintios que, en esas circunstancias, «les resulta imposible comer la cena del Señor» (1Co 11,20). No es el simple acto ceremonial el que realiza la cena del Señor, es el amor fraterno y universal en el cual se desarrolla esa cena. Cuidemos que en nuestras asambleas Jesús no sea rechazado de hecho. Démosle culto a Dios con asambleas fraternas y abiertas a la fraternidad universal.
Feliz lunes.

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