La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-jueves

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Jueves de la VI semana de Pascua

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,1-8):

EN aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Áquila, judío natural del Ponto, y a su mujer, Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma.
Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los judíos de que Jesús es el Mesías,
Como ellos se oponían y respondían con blasfemias, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo:
«Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza. Yo soy inocente y desde ahora me voy con los gentiles».
Se marchó de allí y se fue a casa de un cierto Ticio Justo, que adoraba a Dios y cuya casa estaba al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo, creían y se bautizaban.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1-2ab.2cd-3ab.3cd-4

R/. El Señor revela a las naciones su victoria

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,16-20):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto

Jueves de la VI semana de Pascua.
 
No es lo mismo adherirse a una persona que adherirse a unas convicciones. Hablar convencido no equivale a hablar con objetividad. Las «convicciones» pueden arraigarse en la mentalidad de la persona hasta el punto de limitarla en su razonamiento. La fe genera convicciones, pero no se subordina a ellas. La fe cristina es adhesión incondicional a la persona de Jesús; las convicciones que de ella se deriven pueden ayudar a vivir esa adhesión. El apóstol Pablo tenía convicciones derivadas de su anterior fe judía, y estas se interponían con frecuencia entre él y su adhesión a la persona, la obra y el mensaje de Jesús. Esto es indicio de que su fe cristiana no es aún madura.
La bina muerte-resurrección de Jesús, ausencia y retorno, se convierte, por así decirlo, en el ritmo de vida de la Iglesia. A lo largo de su éxodo, habrá momentos en los que sentirá gravitar sobre sí tanto la muerte del Señor como el abandono que se siente por su ausencia; los habrá también de experiencias de vida, alegría y gozo, en los cuales no podrá dudar de su presencia bienhechora.
 
1. Primera lectura (Hch 18,1-8).
Pablo, decepcionado, abandona Atenas y se dirige a Corinto. Se vincula a una comunidad judía, el matrimonio formado por Áquila («cierto judío») y Priscila, ambos con nombre latino, pero no se dice que ellos fueran discípulos, y ambos forzados a abandonar la capital del imperio. Pablo vuelve a la sinagoga a polemizar con los judíos y a tratar de convencer a los griegos. Cuando Silas y Timoteo llegan, deja de «polemizar» y se dedica a «predicar», pero se restringe a los judíos.
La mayor dificultad reside en que Pablo, como «maestro», intenta convencer a los judíos de que acepten un Mesías que ellos no están dispuestos a aceptar: primero, un Mesías fracasado (aunque les hablara de la resurrección), y segundo, un Mesías universal (que echaba por tierra el privilegio de Israel y contradecía su nacionalismo). Por muchos argumentos de la Escritura que aportara, Pablo no lograba la unanimidad de los judíos, que era lo que él quería. El presupuesto de Pablo era inconveniente: si una comunidad judía se convirtiera en pleno y tomara el liderazgo de la fe en Jesús, los paganos quedarían subordinados a Israel, y entonces la universalidad de Jesús como salvador quedaba cuestionada, y desmentida la igualdad de todos los hombres delante de Dios. En vista del rechazo rotundo de los judíos, tras una amenazante advertencia, Pablo declara (por segunda vez) que se va con los paganos. Pero no lo cumple por completo. Se dirige a los paganos («Ticio Justo», nombre latino), que era «simpatizante del judaísmo, cuya casa estaba al lado de la sinagoga». Esto constituye un pequeño paso, pero causa todavía ambigüedad: conversión del jefe de la sinagoga («Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia»), y también de muchos paganos naturales de Corinto, algo positivo. Pero, de nuevo, hay bautismo solo en agua, sin efusión del Espíritu Santo (cf. 16,15.33).
 
2. Evangelio (Jn 16,16-20).
Tres veces se repite la frase «dentro de poco dejarán de verme, pero poco más tarde me verán aparecer», lo cual resalta su importancia en este relato. Hay que señalar que este «ver» se indica con dos verbos griegos distintos, aunque afines:
• «Dentro de poco, ya no me verán (θεωρέω)»: reconocer, contemplar. Denota percepción física.
• «… poco más tarde me volverán a ver (ὀράω)»: ver, experimentar. Denota la visión no física.
La muerte cercana de Jesús producirá su ausencia, que será breve, porque él volverá a estar con ellos, aunque de un modo diferente (ver diferencia entre ὀράω y θεωρέω). Pero los discípulos no logran entender que su ausencia temporal es necesaria para su nueva presencia. Ese desconcierto se manifiesta en la triple (o cuádruple: vv. 16-19) repetición de la misma frase.
Jesús advierte su desconcierto y repite sus palabras como queriendo fijarlas en la memoria de sus discípulos. Conserva la diferencia entre «ver» y «aparecer»: la presencia será diferente, pero real. Para explicar lo que su ausencia significará en el grupo, se vale de dos verbos que describen su profundo dolor:
• «Llorar» (κλαίω): es el duelo por un muerto, un dolor imposible de ocultar.
• «Lamentarse» (θρηνέω): es la expresión del luto de forma pública, visible.
Por lo contrario, «el mundo se alegrará». El sistema injusto celebra su triunfo sobre los discípulos y el dolor que les causa. La crucifixión y la muerte de Jesús serán el triunfo del «mundo», por su carácter de ignominia y destrucción. Pero ese triunfo está condenado al fracaso definitivo.
Finalmente, la tristeza de los discípulos «se convertirá en alegría». Alegría que es muy distinta de la del «mundo»: este se alegra con el dolor y la muerte; ellos, en cambio, por la vida que supera la muerte. Esta inversión se dará a consecuencia de la nueva y definitiva presencia de Jesús.
 
La ausencia de Jesús, que la comunidad experimenta como abandono, puede ser vivida en los momentos de persecución, incomprensión y exclusión que agobien a los suyos en diferentes momentos de la vida. Pero esa ausencia será fugaz, y el Señor volverá a manifestarse, y podrá ser visto por los suyos, y la alegría de su presencia los confirmará en el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la justicia sobre la injusticia.
Es preciso fijar este dato en la memoria, recordarlo siempre, para no desanimarse ni darse por vencido en los momentos de adversidad. Siempre habrá que recordar que la «hora» del triunfo del «mundo» es fugaz, porque carece de consistencia propia, se apoya en la «tiniebla», es decir, en la ofuscación de la mente humana a causa de la mentira. En cambio, la «hora» del triunfo de Jesús tiene carácter de eternidad, porque se apoya en la «luz», o sea, en la experiencia de la vida victoriosa del Señor resucitado, que es promesa cierta y de seguro cumplimiento.
La celebración eucarística confirma la presencia del Señor entre los suyos, y fortalece cada vez más la certeza de la ruina del «mundo» y del éxito del reino de Dios. La victoria está asegurada.
Feliz jueves eucarístico y vocacional.

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