La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-jueves

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Jueves de la V semana de Pascua

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,7-21):

EN aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:
«Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
«Escuchadme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha dignado escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré
y levantaré de nuevo la choza caída de David;
levantaré sus ruinas y la pondré en pie,
para que los demás hombres busquen al Señor,
y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre:
lo dice el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”.
Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es leído cada sábado en las sinagogas».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,1-2a.2b-3.10

R/.
 Contad las maravillas del Señor 
a todas las naciones


Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

Palabra del Señor

La reflexión del padre Adalberto
Jueves de la V semana de Pascua.
 
Jesús no dejó una Iglesia hecha, sino en construcción. Esto significa que él marcha delante de los suyos, pero que sus «ovejas» lo escuchan y lo siguen con plena libertad. La historia humana es dinámica, y las realidades de los pueblos son diversas, por eso el seguimiento no es rutinario ni monótono, al contrario, es tan variado como la vida misma. Y es ahí donde los discípulos han de tomar decisiones –dejándose guiar por el Espíritu de Jesús– para testimoniar el amor de Dios.
La metáfora desarrollada de la vid y los sarmientos se concreta en la relación de amor entre Jesús y los suyos, amor que da vida, y vida definitiva, porque se trata del Espíritu de Dios, que lleva al hombre a su propia plenitud y felicidad, porque lo hace hijo y heredero de Dios. Plenitud que se logra siguiendo a Jesús.
 
1. Primera lectura (Hch 15,7-21).
La acción de «examinar» (ἰδεῖν περί) derivó en una discusión acalorada. Entonces se produjeron tres intervenciones destacadas:
1. La intervención de «Pedro»
Pedro (ya «piedra» firme de la fe) tomó la palabra en medio del desacuerdo general y, «animado por el Espíritu Santo» –según el códice Beza–, recordó a todos lo que pasó en la casa de Cornelio, a donde él no quería ir, porque este era pagano y él consideraba que los paganos eran «impuros». Pero Dios se adelantó a darles el Espíritu Santo a Cornelio y a su familia, con lo cual inutilizó la reticencia de Pedro y demostró que no hace diferencias entre judíos y paganos, a quienes iguala mediante la fe en Jesús. Luego, expreso que sería temerario («tentar a Dios») pretender imponer a los paganos una Ley que ni ellos ni los antepasados pudieron cumplir. Toda la asamblea quedó bien impresionada y guardó silencio, incluso los «responsables», según el códice Beza. El Espíritu de Jesús indicó el camino «desde la primera época» (Hch 15,7) y no es lícito abandonarlo.
2. La intervención de Bernabé y Pablo.
Después de que Pedro hubo hablado, la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo (en ese orden), quienes hablaron de los hechos: «les contaron cuántas señales prodigiosas había realizado Dios por su medio entre los paganos». Los hasta ahora sentados en el banquillo de los acusados dan testimonio de la obra de Dios. La expresión «señales y prodigios» o «señales prodigiosas» se usa en el Antiguo Testamento para referirse a las acciones liberadoras de Moisés contra los egipcios. Lucas la utiliza cambiándole el sentido: no se trata de acciones de poder, sino de manifestaciones del amor liberador y salvador del Espíritu Santo. Los otros evangelistas usan esa expresión en sentido negativo, como obras de los falsos profetas. Si Pedro se refirió a lo que era voluntad explícita del Señor, Bernabé y Pablo mostraron su actuación inequívoca.
3. La intervención de Santiago.
Apenas terminaron ellos, tomó la palabra el jefe de los «responsables». Por su parentesco con el Señor (lo que también lo hace descendiente de David), aunque en la vida histórica de Jesús nunca creyó en él ni lo siguió, ahora se declara heredero suyo y se adueña poco a poco de la iglesia de Jerusalén. Comenzó reclamando atención y llamando «Simeón» a Pedro, como recordándole su origen judío. Luego cambió sutilmente las palabras de Pedro para neutralizar su alcance y volver a los cauces del nacionalismo judío. Se centró en la restauración de la monarquía de David y en la salvación de las naciones paganas a través de Israel. No se atrevió a imponer la circuncisión, pero sí hizo unas exigencias que dejan claro que los paganos dependen de Israel.
 
2. Evangelio (Jn 15,9-11).
La demostración del amor del Padre al Hijo se verificó cuando le dio su Espíritu en plenitud (cf. Jn 1,14.32); también este les demuestra su amor a sus discípulos por el don del mismo Espíritu Santo (cf. Jn 1,16; 7,39). El Espíritu es la vida feliz que él comparte con los suyos, y en la cual los invita a permanecer, para lo cual no hay más opción que cumplir sus mandamientos, así como él permanece en el amor del Padre cumpliendo sus mandamientos. Hasta ahora había hablado de «un» solo mandamiento:
• «Este es el mandamiento que recibí de mi Padre» (Jn 10,18). Se refiere al don de su vida y a su resurrección, por lo cual el Padre le demuestra su amor.
• «Les doy un mandamiento nuevo…». Se refiere al amor mutuo, igual al suyo por los discípulos.
Al expresarse en plural, hace ver que el amor reviste muchas formas y tiene variadas exigencias, según las circunstancias y necesidades de aquellos a quienes se dirige. O sea, se trata de un amor concreto, no de un amor abstracto. No se puede separar el amor a Jesús del amor a los demás. Y no se puede desvincular el amor a las personas de su vida concreta.
El objetivo del Padre y de Jesús es que los discípulos sean felices como ellos. Por eso manifiesta que sus exigencias tienen la finalidad de que compartan su alegría para que lleguen al colmo de la propia. Esta alegría es doble:
• Por el fruto del propio crecimiento, que les hace sentir la satisfacción de una vida en continua realización; la práctica del amor renueva la experiencia interior del amor del Padre, de la presencia y el influjo del Espíritu, y del seguimiento de Jesús en la amistad.
• Por el fruto que produce el discípulo al crear nuevas comunidades de vida, de alegría, libertad y amor; la expansión de la comunidad incrementa el número de los salvados, y eso constituye gozo para el discípulo que comparte la alegría de su Señor. Así se alegran ambos, el que anuncia el mensaje y el que lo recibe (cf. Jn 4,36; 1Jn 1,1-4).
 
Mantener la «catolicidad» de la Iglesia es sinónimo de permanecer en la universalidad del amor de Dios. Lo contrario significa caer en particularismos ajenos y contrarios a la buena noticia de Jesús. Desde la primera época, la Iglesia ha sentido esa llamada del Señor y se ha esmerado por responderle con fidelidad. Y así ha de continuar a lo largo de la historia.
Jesús no forma un grupo cerrado, sino una comunidad abierta, que se goza en la experiencia de amor que vive cada uno de sus miembros, y en la expansión de esa experiencia para compartirla con el resto de la humanidad. La exclusión o la indiferencia son totalmente ajenas al amor que Jesús experimenta de parte del Padre, el mismo que él les comunica a sus seguidores. Por eso la comunidad es «católica», en el más genuino sentido del término: es testigo del amor universal del Padre, como lo fue Jesús ante judíos y paganos.
El pan eucarístico que Jesús parte y reparte entre «ustedes» (la comunidad local) no puede ser separado de la «sangre derramada por todos» (la humanidad entera).
Feliz jueves eucarístico y vocacional.

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