El maestro Adolfo Pacheco ya bajó a cama

Alfonso Hambuger Fernández, periodista y escritor sabanero Especial para sucrenoticias.com

Adolfo Pacheco Anillo (centro), en el set del programa El Gurrufero, de Telecaribe. Foto de cortesía de Alfonso Hamburger.
Angeles

Los amigos del maestro Adolfo Pacheco Anillo y sus familiares, estamos emputados con el juglar. Existe la sospecha- y esto lo decimos con mucho respeto- de que el día lunes, 28, «Ado» lo que tenía era un profundo guayabo. Y tuvo que sacarse el ratón en una clínica, porque su cuerpo ya no tiene la agilidad de los veinte años.


Un caro amigo de Barranquilla comentó, aquí entre nos, que el máximo juglar de los Montes de María ha tenido una actitud suicida. Y aunque ha respondido como un toro ante los acosos de las enfermedades, ya no puede darse el lujo de jugar gallos dos días consecutivos y beber como en antaño. El médico le advirtió que si quería vivir cinco años más, después del evento cardiaco del año pasado, tenía que dedicarse a vivir en el hogar, bien reposado, nada de gallos ni de parrandas.

Pero resulta, señores, y este es otro regaño aquí entre nos, que el maestro soltó la perra desde hace diez días. Habitualmente, «Ado» lo que se gana en la música lo invierte en gallos, donde gana y pierde. Esa ha sido su pasión, porque en vez de pelear él, los gallos pelean por él. Su portentosa obra ha estado llena de gallos de pelea, buenos pata suaves, y mujeres. A su esposa Ladis, la de Me rindo, majestad, le hizo 22 canciones, entre ellas El tropezón, (nombre de su nueva finca) y a los gallos de pelea sus mejores merengues, como los gallos de Pavajeau y El Cordobés.

«Ado» vendió su finca La Hamaca Grande, a un kilometro de San Jacinto, en la orilla de la carretera Troncal de Occidente, para adquirir sesenta hectáreas de montaña, en los lados de Porquera, un corregimiento de San Juan Nepomuceno, donde montó su gallera. A la finca le puso El Tropezón.

Los últimos meses, después del éxito de El Gurrufero (programa de Telecaribe), se le ha visto muy contento, acondicionando la nueva finca, a la que se llega desde Regeneración, entre San Jacinto y San Juan, por un camino destapado, hacia la derecha, por una manga larga y abrupta. Solo unos ocho kilómetros fueron raspados.

Para inaugurar la nueva finca, caso que ocurrió el pasado sábado 26 de junio, «Ado» sonó el cacho, que se escuchó por toda la comarca, con una feria del gallo fino, la cual fue desbordada. Salió gente de los montes y las ciudades.

Días antes, «Ado» se fue en su camioneta y con su chofer a Mahates, a visitar un amigo gallero para llevarle la buena nueva. Se bebieron doce botellas de Buchanan’s. Se tiraron a matar.

Pese a que la nueva finca está a un costado de la carretera, había amagos de lluvia y tenían que tomar un camino de herraduras. La gente desafió el momento y llegó masivamente. Había abundante comida, licor y música. Los gallos comenzaron con la tarde. «Ado» estaba en su yeré. Estaba más contento que cachaco en playa. Había unas 300 personas. Había carro de toda gama en los alrededores de la gallera, burros amarrados que salieron de todas las veredas. «Ado» se paseaba de un lado a otro, contento y feliz.

Desde Sincelejo, Herasmito Torres, hijo del difunto Nato, un gallero de mucha estirpe, llevó un gallo llamado El Campeón. Adolfo le apostó 300 mil pesos y ganó. El sábado fue maravilloso. Por la noche todos regresaron a sus hogares.

El domingo, 27 de junio, «Ado» no se quedó quieto. Se fue al barrio La Campesina, de San Jacinto, a pelear más gallos. Circula un video donde está sentado en un sardinel, feliz, con una cerveza en la mano. Desde allí llamó a un amigo de Sincelejo para decirle que había ganado otra pelea. Y que tiene ofertas para pelear sus gallos en San Juan Nepo, por una cifra de un millón de pesos. Eso lo mata, lo divierte. Sin embargo, una pelea de gallos es más riesgosa que una parranda, porque el gallero discute, azuza, grita, y ello puede convertirse en una covid-fiesta.

Dicen que «Ado» ya pasó por el covid-19 y que está vacunado, pero su actividad gallística, para un joven que está a punto de cumplir 81 años, tiene diabetes, hipertensión y un stent en el corazón, es un sobrado.

De modo que, el lunes 28, existe la sospecha de que el maestro se sintió mal porque necesitaba sacarse el guayabo de dos días de gallos y parranda.

Hoy, martes, después de pasar la noche en una UCI de Sincelejo, el maestro fue bajado a cama y está con buen apetito, en cuidados intermedios.

Maestro, Colombia lo quiere mucho, nosotros también: cuídese.

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