La transmisión a la 1:00 de la tarde de este martes 26 de junio del decisivo partido Argentina-Nigeria no bastó para que una muchedumbre se quedara pegada a sus televisores. En cambio, se agolpó en un estadero de la Variante a Tolú para ver qué había pasado después de escuchar tres tiros.
Se trató del asesinato de Eder Luis Corpas González, más conocido como ‘El Gordo’, de 32 años, quien sufrió el ataque a bala en la terraza de La Candileja, como se llama el local donde lo mataron. El establecimiento está en frente de la entrada al barrio La Pollita y, según muchos de los que se acercaron a ver, le han cambiado de nombre en muchas ocasiones.
El pesado tráfico tampoco fue impedimento para que la gente corriera a ver lo poco que las autoridades permitían: el cuerpo de la víctima, arropado y de manera contrastante, bajo un techo con papelillos colgantes de colores, como rastro de un festejo.
El hombre era conocido en el sector: residía en el barrio Los Laureles, a pocos metros de donde le impidieron seguir viviendo.
Su oficio era el de comerciante, actividad en la que, por lo menos legalmente, fracasó, pues como se lee en un reporte de la web de micro, pequeñas y medianas empresas (Colombia Pymes), abrió una empresa en el 21 de octubre de 2010 y la matrícula fue cancelada ese mismo año, pues no la renovó.
Para ese entonces se constituyó como persona natural en una sociedad comercial, cuya actividad única era la de expendio de bebidas alcohólicas dentro del establecimiento. Registró solo un empleado.
Un joven presenció, relativamente cerca, el homicidio, pero no manifestó a los periodistas presentes nada más allá de eso. Tenía cara de saber mucho sobre lo ocurrido, y prefirió apartarse del sitio.
Personal del CTI de la Fiscalía y de la Policía Nacional acordonaron el lugar para preservar cualquier posible pista que conduzca a los asesinos.
Mientras el cadáver fue trasladado a la sede de Medicina Legal, la policía judicial intenta establecer los móviles del homicidio de ‘El Gordo’, cuyo cuerpo le dio mucho que hacer a las autoridades, pues hubo dificultades para embalarlo en el tipo bolsa utilizada en estos casos.
Una cruda escena que, para los más interesados en darle fin con sus propios ojos al procedimiento judicial, reafirmaba el apodo del asesinado.
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