El día que robaron al Milagroso

El artículo es responsabilidad del autor y refleja su pensamiento, independiente del de sucrenoticias.com

Angeles

Por Jhony Polo Barrios
Teólogo y escritor de relatos


El pasado siete del mes en curso se cumplieron treinta y cinco años de uno de los sacrilegios más grandes que ha tenido lugar en la costa Caribe colombiana. Sin que el actor intelectual ni material haya sido un ratero honrado, el hurto de la corona del Milagroso de la Villa tiene cierto parecido con la popular canción de Rafael Escalona: La custodia de Badillo.

Medios como la revista Semana registraron el suceso. El responsable de escribir la noticia en dicha revista sería el renombrado escritor Juan Gossaín, quien con su aguda pluma redactara el siguiente encabezado:

“Estoy indignado. La barbilla me tiembla. He tratado de aplacar mi ira para sentarme a la máquina con el alma en paz. Pero no es sino que escriba la primera línea y de inmediato resucita esta marea de rabia que se me anuda en la garganta. No sé si ponerme a llorar, con la cara entre las manos, o pegarle una patada al mundo.

El caso es que acaban de robarle los portentos y la alcancía de las limosnas al Cristo Milagroso de la Villa de San Benito. La noticia es terrible y sobrecogedora. Hombres malvados, con corazón de guarumo y entrañas de piedra, se metieron entre las sombras de la noche y cometieron el asalto”.

( https://www.semana.com/opinion/articulo/le-robaron-al-milagroso-de-la-villa/6637-3)

Yo era muy pequeño por aquellos días, tengo, sin embargo, vagos recuerdos. La gente de San Benito, el día posterior al robo, estaba inmersa en un marasmo. Una resaca colectiva se apoderó de los habitantes del tranquilo poblado, que está ubicado al sur de Sucre, a una hora de Sincelejo. No era para menos, habían saqueado, sin asco, la emblemática reliquia. El famoso Cristo mestizo que llevaba más de dos siglos atrayendo fieles por la fama de sus prodigios, había sido profanado.

Los días que siguieron al nefasto suceso fueron de interrogantes y especulaciones. En las esquinas la gente decía que los culpables ya estaban pagando la afrenta, que el autor intelectual, del cual no se conocía su identidad, había quedado parapléjico por castigo divino.

La verdad es que, desde el punto de vista de la fe, el robo no tiene parangón en la historia del Caribe ni en San Benito; no obstante, ya nos han quitado otras cosas. Nos han arrebatado, por ejemplo, la historia. Hoy no tenemos certeza de cuándo fuimos fundados, por eso, a diferencia de otros pueblos que celebran su fundación con pitos y tambores, nosotros no hacemos nada y a pocos nos preocupa o nos altera. Nos quitaron también el título honorífico que una vez ostentamos; a saber, Villa. Antes nos llamábamos Villa de San Benito Abad. El  título de Villa era dado por la corona española  y el hecho den tenerlo le  daba, frente a otras poblaciones, algunos privilegios. Hoy somos San Benito, así, sin títulos, como el padre del monacato occidental y con su misma pobreza, aunque la del monje fue por opción y por respeto a sus votos, pero la del pueblo es por abandono estatal y por mala administración.

Era el año de1985 cuando robaron al Milagroso. Ignoro quién tenía las riendas del municipio en ese tiempo, lo que sí puedo decir con certeza es que una seguidilla de mandatarios han pasado por el palacio municipal como uno de esos maremotos asiáticos que solo causan estragos.

A San Benito le han robado muchas cosas, le han quitado, incluso, la confianza en la democracia. Hoy sus calles están atestadas de cráteres como los de la luna, pero llenos de lodo y agua, cráteres que son una agónica esperanza de que alguna vez, este pueblo, mayor doscientos años que Barranquilla, tendrá por fin, alcantarillado.        

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