Editorial-25 de septiembre de 2021: Desde el desayuno se sabe cómo será el almuerzo

Angeles

De ruidos a hechos; de sospechas a certezas. La elección del nuevo representante de los egresados ante el Consejo Superior de la Universidad de Sucre está, de nuevo, amenazada por la corrupción y la politiquería. Aunque había la leve esperanza de que, con la primavera estudiantil que ha vivido el país en los últimos meses, la cosa fuera distinta.


La era digital descubrió aún más las turbias intenciones de sectores clientelistas del departamento de Sucre que, minadas las fuerzas –porque no están extintas– de viejos caciques políticos, aprendieron muy bien la tarea y siguen los pasos de estos, poniendo todo su empeño en quedarse con el voto para la elección de rector que el nuevo representante de los egresados les significa.

Con descaro, y normalizando el constreñimiento, planillas fueron y vinieron de mano en mano por parte de los mandaderos de los poderosos que las entregaron como discreta exigencia a contratistas y hasta a empleados en provisionalidad en diferentes entidades públicas (y hasta privadas) para que les relacionaran votos y les ayudaran a garantizar su triunfo.

Es triste saber que hay una alta posibilidad –por no decir que es un hecho– de que ‘profesionales’ (si así se les puede llamar) se dejen seducir por las mieles de la ambición, cedan a los caprichos de los politiqueros y no les importe ser fichas de ellos.

A una universidad que debe ser la niña mimada de Sucre, un departamento pobre y con pocas oportunidades para los jóvenes realizar su proyecto de vida, la siguen viendo como un botín electoral al cual se le pueden sacar jugosos réditos.

¿Por qué nos condenan a la miseria? ¿Por qué atentan contra un bien tan preciado como la educación? ¿Por qué quieren más poder del que ya tienen? ¿Por qué se los permitimos? Porque un pueblo con mediano –y en regiones apartadas, nulo– acceso a la educación es lo que les conviene y entre menos dueños del conocimiento nos tengan, más poder ellos tendrán.

Esas preguntas nos las hacemos como sociedad quienes le apostamos a la cultura de la ética y de la legalidad. En ese orden. Porque no todo lo legal es siempre ético. La ley es solo un mínimo con el que tratamos de mantenernos en convivencia. Pero la ética y los valores son superiores porque nos vienen de la conciencia recta.

En el momento de escrito este editorial ya había confirmada toda una logística en sitios de concentración en Sincelejo, según conocimos de fuentes que hacen parte de la misma organización, preparada para brindar la mejor de las atenciones a quienes estén dispuestos a dejarse comprar su conciencia, al estilo de elecciones regionales, a Congreso o presidenciales, favoreciendo al candidato de los amores de los poderosos.

¡Qué defraudados se deben sentir los docentes que invirtieron su tiempo y su sacrificio cualificándose y enseñándoles a quienes creyeron que iban a ser buenos profesionales al servicio de la sociedad!

Lo más triste de todo es que todos estos hechos no merecieron siquiera un pronunciamiento de rechazo –por rutinario que hubiera sido– por parte de quienes tienen en sus manos el gobierno en el departamento y en la Universidad de Sucre. Este asunto, como el de las inundaciones de la Mojana y el San Jorge, es igual de importante, porque, sin temor a equivocarnos, es un indicador de que muchos de nuestros niños y jóvenes, por culpa del crimen de la corrupción, no podrán realizar su sueño de acceder a la educación superior pública, pues a los semidioses locales se les ocurrió manejar a su antojo la Unisucre desde cualquier flanco posible.

Hasta la Misión de Observación Electoral (MOE) fue desconocida para una elección tan importante y por eso no habrá veeduría independiente desde la sociedad civil organizada.

«El que paga para llegar, llega para robar», se le escuchaba a un candidato en la pasada campaña presidencial. Y desde este espacio (del que los que se sientan aludidos se pueden burlar) le agregaríamos una frase un poco más coloquial, pero que resume lo que nos espera en los próximos debates electorales: «desde el desayuno se sabe cómo será el almuerzo». Y qué decepcionante banquete.

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