Chengue, el pueblo sucreño que saborea con dulzura el emprendimiento y la reconciliación

Angeles

Otrora, caracterizada por su tranquilidad y prosperidad, de la región de los Montes de María, en el departamento de Sucre, brotaban gran cantidad de tubérculos y frutos que surtían la despensa, no solo de los sucreños, sino de otras regiones del país. Pero la llegada de la violencia, la sumieron en la pobreza, el atraso y el abandono.

Habitada por gente de estirpe campesina, trabajadora y pujante, a este territorio llegó la violencia con la incursión de grupos armados al margen de la ley entre los años 1980 y 1990.

Fueron los frentes 35 y 37 de las Farc y posteriormente los paramilitares, los que convirtieron a esta rica tierra en un territorio con ausencia estatal, donde reinaba el desalojo de tierras, el desplazamiento forzado, el hostigamiento a la fuerza pública, la proliferación de los panfletos amenazantes, las extorsiones, las pescas milagrosas, los homicidios selectivos y las masacres, entre muchos otros actos atroces que denotaron todo tipo de violación de los derechos humanos los cuales humillaron durante 10 años a los sucreños.

Pero sin duda alguna, la historia de los pobladores del corregimiento de Chengue, municipio de Ovejas, quedó escrita en la historia, no solo de Sucre, sino del País, pues fue una de las más terribles masacres perpetradas por los paramilitares que segó la vida de 27 hombres, provocó la quema de muchas viviendas del pueblo y el desplazamiento de 700 personas.

Tras lo sucedido, el retorno a Chengue se logró en el 2007 con 50 familias, pero solo 30 se quedaron nuevamente en el pueblo; mientras que otros, van y vienen, pero no viven en el territorio.   

“Me alejé de Chengue durante 6 años, después del asesinato de mi esposo. Pero me motivó a regresar el amor y el arraigo por mi tierra, esa de la que brotaban antes hasta 4 y 5 toneladas de aguacate, producto del que vivíamos la gran mayoría de los chengueros. Mi marido soñaba que íbamos a retornar, eso me dio fuerzas para levantarme y cuando llegué a Chengue inicié procesos de reconstrucción”, precisa Julia Meriño, una de las víctimas de Chengue.

Con más de 10 años de trabajo, Meriño se convierte en una lideresa promotora de la reconciliación e impulsa la conformación de la Asociación de Víctimas de Chengue, con la que logra, junto con la comunidad y el impulso de USAID, la restitución en 2016 con una sentencia emitida por el Juzgado Primero Civil Especializado de Sincelejo, le devolviera a ella y a otras 36 familias, sus predios.

Es también es una gran impulsadora de Miel de Chengue, emprendimiento que nació gracias al apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Unidad de Restitución de Tierras y cooperación sueca.

Julia, lucha a diario junto con sus coterráneos para visibilizar e impulsar aún más la Miel de Chengue, el emprendimiento que le está apostando a la resiliencia y la reconciliación de la comunidad, que aún se repone de la masacre de aquel 17 de enero de 2001.

Hoy, la miel se ha convertido en una fuente de reconstrucción del tejido social campesino y de su producción participan familias chengueras restituidas y no restituidas que lograron recoger 1,5 toneladas en la primera extracción de las 500 colmenas que les donaron.

“Miel de Chengue llega como un proyecto colectivo que ha impactado positivamente, quedamos con una capacidad instalada. Hicimos un acuerdo con Campo Dulce y le vendemos una tonelada de miel, el resto la comercializamos a Bogotá y se vende por pimpinas y empacada”, dice la lideresa.

Hoy Chengue es ejemplo de resiliencia para muchas víctimas de la violencia y se ha convertido en símbolo de paz, emprendimiento y reconciliación.

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