La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-miércoles

Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Miércoles de la XXVI semana del Tiempo Ordinario. Año II 

Feria, color verde

Primera lectura

Lectura del libro de Job (9,1-12.14-16):

Respondió Job a sus amigos: «Sé muy bien que es así: que el hombre no es justo frente a Dios. Si Dios se digna pleitear con él, él no podrá rebatirle de mil razones una. ¿Quién, fuerte o sabio, le resiste y queda ileso? Él desplaza las montañas sin que se advierta y las vuelca con su cólera; estremece la tierra en sus cimientos, y sus columnas retiemblan; manda al sol que no brille y guarda bajo sello las estrellas; él solo despliega los cielos y camina sobre la espalda del mar; creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur; hace prodigios insondables, maravillas sin cuento. Si cruza junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome, y no lo siento; si coge una presa, ¿quién se la quitará?; ¿quién le reclamará: «Qué estás haciendo»? Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque tuviera razón, no recibiría respuesta, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 87

R/. Llegue hasta ti mi súplica, Señor

Llegue hasta ti mi súplica, Señor.
Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias? R/.

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país del olvido? R/.

Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro? R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,57-62):

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra

Miércoles de la XXVI semana del Tiempo Ordinario. Año II.
El leccionario da un salto largo, de cinco capítulos:
4-5: Reacción de Elifaz a las palabras de Job.
6-7: Respuesta de Job a Elifaz.
8: Intervención de Bildad.
Los amigos de Job asumen la defensa de la sabiduría tradicional y, en particular, de la doctrina de la retribución. Job insiste en enfrentar con pasión su realidad a la teoría. Hay quien afirma que los tres amigos de Job representan tres corrientes de teología, tres paradigmas de interpretación de la realidad, cada uno con su propia explicación del problema del mal. Por boca de Elifaz habla la «teología de la experiencia», por la de Bildad, la «teología de la tradición», y por la de Sofar la «teología del legalismo». Job, propiamente hablando, no rechaza ni la experiencia, ni la tradición ni la ley, sino la doctrina de la retribución derivada de esas posturas.
Job 9,1-12.14-16.
El segundo discurso de Job abarca los capítulos 9-10. Leemos solo 9,1-16, omitiendo el v. 13 («Dios no cede en su enojo [ira], bajo él se encorvan las legiones del Caos»).
Lo que dijeron Elifaz y Bildad no cambió el pensamiento de Job, tal vez lo estimuló. Él afirma conocer la doctrina tradicional, sabe que Dios está muy por encima del ser humano; él puede afirmar con ellos la sabiduría y el poder de Dios; él reconoce la invisibilidad de Dios a los ojos humanos. Pero eso no concluye nada. Porque ese Dios que ellos le presentan, y que es el mismo que Job ha conocido por instrucción, es arbitrario. Si Bildad salió en defensa de la justicia de Dios, entendida esa justicia como la cualidad del juez que retribuye a buenos y malos, Job afirma que ese Dios no distingue entre inocentes y culpables a la hora de desatar calamidades sobre los mismos (cf. Job 9,22). Le parece que se muestra impasible frente a su sufrimiento.
Los versículos 5-10 constituyen como un breve himno al poder de Dios, el Dios de las teofanías cósmicas, el que sacude las montañas y la tierra, el que trastorna el ritmo de los astros. «Caminar sobre el lomo del mar» implica el dominio sobre lo inconsistente e indomable. En suma, el Dios del que habló Bildad no le ofrece tranquilidad al espíritu humano. Job siente que Dios, tan cerca de él que «era un íntimo en su tienda» (Job 19,4), ahora es imperceptible. Su proceder no puede cuestionarlo nadie. Ese poder hará siempre de Job un perdedor.
A medida que avanza en su discurso (y aquí vamos más allá del v. 16), Job acaricia y abandona la idea de citar a Dios a juicio. No se siente capaz de enfrentar el poder que se le atribuye a Dios con el derecho que él siente tener; tampoco ve cómo hacer valer su inocencia ante quien puede declararlo culpable. No existe un árbitro entre ese Dios y el hombre que pudiera ser garante de imparcialidad.
Las ideas son claras, pero no hay un desarrollo organizado de las mismas. Son gritos de dolor a impulsos de la pasión, quejas y lamentos que no organizan un discurso hecho, sino que expresan espontáneamente su abatimiento.
Hay muchos modos de hablar de Dios. No todos con la misma fortuna. Pero, sin duda, el más desafortunado es el que pretende presentarlo desde el rigor «lógico» de la doctrina, como si la vida concreta de los seres humanos no importara. Ese es el Dios de los teóricos o de los letrados, para el cual, según ellos, los «principios» o los «mandatos» son más importantes que las personas. El Señor que Israel conoció como creador, liberador y salvador poco a poco, por la sabiduría de los teóricos, fue sustituido por el Dios de las ideas y enseñanzas de los hombres. Los amigos de Job representan esa corriente que le da prioridad a la doctrina, así como en los tiempos de Jesús los letrados y los fariseos le daban prioridad a la Ley por encima del bien del ser humano. Por desgracia, esta concepción teórica, fría y rígida de Dios persiste todavía.
Cuando Jesús afirma que «el precepto (el sábado) se hizo para el hombre, no el hombre para el precepto» (Mc 2,27), le da la razón a Job. Ello no implica la aceptación del «caos», o de la anomia, sino la consagración del «orden» querido por Dios. Muchos, como los fariseos, hablan de un Dios que se imaginan; Jesús, al contrario, da testimonio del «Padre» que solo él conoce y solo él puede dar a conocer (cf. Mt 11,27).
«Comer» el cuerpo (la persona) de Jesús entraña un sentido muy claro: se trata de asimilar su realidad humana, que es presencia y revelación de la realidad del Padre. Solo quien comulga así recibe el Espíritu («la sangre») de Jesús, y puede ser testigo auténtico del mismo Dios que Jesús. Si no, aunque comulgáramos, estaríamos proyectando la idea que tenemos de Dios, no dando testimonio del Padre. ¡Qué bueno comulgar con Jesús para poder decir con verdad: «verme a mí es ver al Padre»! (cf. Jn 14,9).
Feliz miércoles.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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