Recursos de fe para este sábado 18 de agosto

Foto: Pïxabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Sábado de la XIX semana del Tiempo Ordinario. Año II

Feria o B. V. M., colores verde o blanco

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,1-10.13b.30-32):

Me vino esta palabra del Señor: «¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: «Los padres comieron agraces, y los hijos tuvieron dentera?» Por mi vida os juro –oráculo del Señor– que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel. Sabedlo: todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre, es mía la vida del hijo; el que peca es el que morirá. El hombre que es justo, que observa el derecho y la justicia, que no come en los montes, levantando los ojos a los ídolos de Israel, que no profana a la mujer de su prójimo, ni se llega a la mujer en su regla, que no explota, sino que devuelve la prenda empeñada, que no roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo, que no presta con usura ni acumula intereses, que aparta la mano de la iniquidad y juzga imparcialmente los delitos, que camina según mis preceptos y guarda mis mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente vivirá –oráculo del Señor–. Si éste engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta alguna de estas prohibiciones ciertamente no vivirá; por haber cometido todas esas abominaciones, morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes. Pues bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder –oráculo del Señor–. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no caeréis en pecado. Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo; y así no moriréis, casa de Israel. Pues no quiero la muerte de nadie –oráculo del Señor–. ¡Arrepentíos y viviréis!»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,12-13.14-15.18-19

R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro

Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):

En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. 
Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» 
Les impuso las manos y se marchó de allí.

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra
Sábado de la XIX semana del Tiempo Ordinario. Año II.
El israelita es miembro de un pueblo, el cual tiene alianza con el Señor como tal, es decir, como sociedad. Pero esto no significa que la suerte del pueblo tenga que ser la misma del individuo, o a la inversa. El capítulo 18 del libro de Ezequiel viene a marcar un punto de llegada y partida en el Antiguo Testamento. Es momento importante en la historia de la revelación judía. El pueblo partió de la responsabilidad colectiva para llegar a la individual. Esto es un progreso, porque no se cambia un punto de vista por otro, sino que ambos se integran para ensanchar la mirada y la comprensión del pueblo y de cada uno de sus integrantes. El asunto de la retribución toma nuevo rumbo a partir de esta toma de conciencia. Ha sido la historia la que ha provocado esta reflexión.
Ez 18,1-10.13b.30-32.
La discusión parte del análisis de un refrán (מָשָׁל) que repite la gente. Esto es significativo, porque se consideraba que los refranes eran síntesis de sabiduría. Y cuestionar la sabiduría resultaba algo a la vez osado y arrogante. Pero es Dios quien, por el profeta, la cuestiona. En el fondo, el refrán cuestionaba, a su vez, la justicia divina. Se partía de una suposición: que los descendientes eran responsables de las culpas en las que incurrieron sus ascendientes: «los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera». O sea, Dios le castiga al hijo la falta de su padre. Se referían a que ellos, sintiéndose inocentes, en el destierro estaban pagando las faltas de sus padres. La respuesta del profeta controvierte el refrán basándose en la realidad de Dios, no en la teología popular.
En síntesis, esto es lo que el profeta afirma:
• Todas las vidas proceden del Señor. Él es el Dios de la vida.
• El que peca es el que muere (la muerte procede del pecado).
• El justo, por recto, vivirá. Rectitud que se comprueba en la observancia del derecho y la justicia.
• Si engendra un hijo criminal y homicida, este no vivirá, morirá y responderá por sus crímenes.
• Cada uno será juzgado según sus obras.
• Quien se enmienda y se convierte anula sus pecados, estrena corazón y espíritu nuevos.
• El Señor no quiere la muerte de nadie.
La muerte de la que aquí se habla, que se da a consecuencia del pecado, consiste en el fracaso, el sinsentido de la vida, no en una pena capital. Paralelamente, la vida a la cual se hace referencia desborda la vida física y se concreta en la felicidad. La insistencia del profeta en el principio que reitera (cf. vv. 23.32) afirma claramente que el Señor es Dios de vida, no de muerte, y que él no se complace en la muerte de los vivientes (cf. Sab 1,13)
La suerte de la sociedad depende de sus miembros, pero cada uno de estos tiene la facultad de decidir su propia suerte. Es posible que haya individuos justos en una sociedad injusta; en este caso, ellos se sustraen del ambiente, y libran una dura lucha por permanecer justos y sin hacerse cómplices de la injusticia social. También es posible que haya individuos injustos en una sociedad medianamente justa; en este caso, la justicia general se cuida del germen corruptor. Además de eso, en cualquier sociedad humana puede haber organizaciones de individuos para delinquir o para incrementar la justicia. Cada uno decide su propio destino. Es su responsabilidad personal.
Al escoger a Jesús, nosotros elegimos:
• ser «hombres nuevos», regenerados por el Espíritu Santo,
• ser «asamblea (Iglesia) de Dios», para formar un nuevo pueblo,
• trabajar por un «mundo nuevo», dando testimonio del amor que nos renovó.
Y esto lo ratificamos cada vez que en la celebración eucarística comemos del Cuerpo del Señor (cuerpo que es Jesús y su Iglesia) y bebemos de su Sangre (sangre que es el Espíritu Santo) «para el perdón de los pecados».
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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