Cuando se habla de los actores de las corralejas se vienen a la mente banderilleros, capoteros, garrocheros y todos aquellos que, decididamente, se juegan la vida en el encuentro cara a cara con una bestia que los duplica en fuerza y triplica en resistencia.
Pero en los palcos están los actores silenciosos, quienes, paradójicamente, emiten tantos sonidos como las bandas y más voces que los mismos espectadores.
¿Cómo no tener misericordia ante un “¡cómprenme, que estoy enhuesa’o!” de los vendedores de papitas? ¿Quién no logra identificar a metros de distancia el “shshshsh, shshsh, shshsh” de los que ofrecen diabolín? ¿O el golpecito con el cuchillo en la ponchera de aluminio de los que promocionan kibbes o butifarras? ¿O el romántico mensaje de los vendedores de esteras: “Compren, compren, para que no se les quemen las nalgas”.
Estos hombres, sin saberlo, sin llevar en sus bolsillos tarjeta profesional de publicidad y mercadeo, han creado marca, identidad y recordación en un público que los aclama tanto como un buen porro.
Este viernes, cuarta tarde de toros, preludio del gran 20 de enero, se vislumbra un gran día para ellos, quienes desde sus vivencias, ingenio y creatividad se han ganado un espacio en las tradiciones sabaneras y un capítulo obligado en la historia de las corralejas.
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