La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-martes

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Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Martes de la XI semana del Tiempo Ordinario. Año I

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1-9):

Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad. Con todas sus fuerzas y aún por encima de sus fuerzas, os lo aseguro, con toda espontaneidad e insistencia nos pidieron como un favor que aceptara su aportación en la colecta a favor de los santos. Y dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros. En vista de eso, como fue Tito quien empezó la cosa, le hemos pedido que dé el último toque entre vosotros a esta obra de caridad. Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. No es que os lo mande; os hablo del empeño que ponen otros para comprobar si vuestro amor es genuino. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 145,2.5-6.7.8-9a

R/.
 Alaba, alma mía, al Señor

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, 
el que espera en el Señor, su Dios, 
que hizo el cielo y la tierra, 
el mar y cuanto hay en él; 
que mantiene su fidelidad perpetuamente. R/.

Que hace justicia a los oprimidos, 
que da pan a los hambrientos. 
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego, 
el Señor endereza a los que ya se doblan, 
el Señor ama a los justos. 
El Señor guarda a los peregrinos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Palabra del Señor

La reflexión del padre Adalberto
Martes de la XI semana del Tiempo Ordinario. Año I.
 
El texto de 6,11-7,1 parece contener un fragmento de un escrito anterior a 1Cor. Contiene dos partes: 6,11-13, que continúa el tema anterior, en donde Pablo declara que nada les oculta a los corintios (en relación con el hecho de haber diferido el viaje a Corinto), y 6,14-7,1, que habla de la «santidad» de la comunidad como templo de Dios. Es posible que esta parte sea un fragmento de otra carta anterior (cf. la referencia de 1Cor 5,9). Aquí se refiere al diablo con el nombre griego de Βελιάρ, que corresponde al hebreo בְּלִיַּעַל, y que significa «vale nada», vacío por antonomasia.
El texto siguiente, también omitido por el leccionario (7,2-16), exterioriza la alegría de Pablo tras su encuentro con Tito después de que este llevara la carta y la comunidad manifestara su amor por Pablo y la añoranza que sentían, además de la tristeza por el malestar que había. La iglesia le había demostrado que no era cómplice del agravio que le habían inferido, y Pablo declara que el mismo Tito se siente feliz, dado que la comunidad no fue inferior a los elogios que Pablo le hizo de ella. El asunto, pues, se declara cancelado a satisfacción de ambas partes.
 
2Cor 8,1-9.
Llegamos al capítulo 8, que se refiere a una colecta de la cual tuvimos noticia cuando meditamos Hch. Se refiere concretamente a «las iglesias de Macedonia», que siempre han dado pruebas de generosidad (cf. 2Cor 9,1-5; 11,7-9; Fil 4,10-18). En tanto que Pablo se rehusó a recibir ayuda de los corintios, la aceptó de los macedonios (cf. 2Cor 8,3). Sin mencionar jamás la palabra «dinero» o sus sinónimos, Pablo adelanta entre cristianos de origen pagano una obra de solidaridad a favor de la iglesia de Jerusalén.
Comienza presentándola como un «favor de Dios», manifestando así que toda iniciativa de amor es inspirada por el Espíritu Santo. El hecho no mencionar el dinero, ni cuantificarlo, le permite llamar la atención sobre las personas y sus actitudes, y sobre el significado de la colecta como un don de Dios secundado por creyentes con determinadas características.
Propone a consideración de todos la generosidad de los macedonios –pobres y en dificultades– como algo digno de admiración, elogio e imitación, con estos rasgos:
• Generosidad sobreabundante, en contraste con su visible pobreza. No están dando sobrantes, sino desde su escasez, lo que supone desprendimiento por solidaridad con el otro pobre. En esa generosidad descubre Pablo la presencia y la actuación del Espíritu Santo («favor de Dios»).
• Generosidad espontánea: «pidieron con mucha insistencia el favor de poder contribuir». Dicha insistencia supone la reticencia de Pablo y de sus colaboradores, como dispensándolos de tomar parte, en consideración de su «extrema pobreza», sin tener en cuenta las comunidades mismas.
• Generosidad alegre y desbordante. No es lo mismo dar, o dar de mala gana, que dar con alegría. La alegre generosidad de los macedonios supone un amor igualmente desbordante, y sobre todo una libertad extraordinaria. El que es desprendido puede ser generoso porque es libre de apegos.
Esa exuberancia de generosidad entre los pobres mueve a Pablo a organizar la colecta entre los corintios, que –como anota más adelante– tienen «abundancia de todo», lo que permite suponer que su donativo será también abundante. Y, en función de la transparencia, toma dos medidas de carácter administrativo:
• Designa a Tito, como responsable general. La idea de la colecta fue de la iglesia de Corinto (cf. 2Cor 8,10). Estimulándola con el ejemplo de la de Macedonia, Pablo se adelanta a nombrar un administrador de esa «obra de caridad». Más que de administrar dinero, se trata de darle «el último toque», en lo operativo, a una iniciativa de amor, para darle total efectividad.
• Dos compañeros más (cf. 8,18.22). Uno de ellos «se ha hecho célebre en todas las comunidades anunciando la buena noticia»; por tanto, un evangelizador. El otro es de comprobada diligencia «en muchos asuntos, y ahora muestra mucha más», por lo mucho que se fía de los corintios. Los dos compañeros permanecen en el anonimato, pese a lo destacados que son.
Para motivar la colecta, exhorta a la comunidad de Corinto para que sea generosa:
• Tienen abundancia para dar. A diferencia de los cristianos de Macedonia, los corintios «tienen abundancia de todo». De manera sorprendente, Pablo enumera cinco bienes de la comunidad, y ninguno de ellos es económico, todos espirituales. Pero ellos estimulan la generosidad para dar.
• Han de actuar con libertad. La solidaridad que nace del amor ni es una obligación impuesta, ni es una competencia de egos entre comunidades. Pablo adujo el ejemplo de los macedonios para que los corintios recuerden que la generosidad sin límites es característica del auténtico cristiano.
El modelo del cristiano y de su comunidad es el Señor Jesús Mesías (tres nombres): «siendo rico, se hizo pobre…». Esta formulación recuerda la primera bienaventuranza (cf. Mt 5,3), que asegura la abundancia en vez de condenar a la escasez («…para enriquecerlos con su pobreza»).
• «Señor» es el título que afirma su libertad. Él es totalmente libre porque es desapegado, y puede así ser dadivoso, hasta el punto de darse a sí mismo sin temor alguno. El señorío de que disfruta lo hace desprendido incluso de su propia vida, la cual entrega para enriquecer la vida de otros.
• «Jesús» es su nombre propio, que significa «el Señor salva», es decir, da vida. Y esto vale tanto para él como para sus seguidores. En lugar de perder la vida porque la entrega, la lleva hasta su plenitud, es decir, la salva. Jesús infunde el Espíritu Santo y capacita a los suyos para transmitirlo.
• «Mesías» es el título que afirma su misión. Él es el «ungido» de Dios y el enviado a anunciar el reinado de Dios a los hombres e implantar su reino en la tierra. Esta categoría suya repercute en la convivencia social, y nuevamente remite a las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3.10).
Es pertinente destacar que Pablo apela al amor que los corintios le tienen para pedirles un favor para otros, no para sí mismo (cf. v. 7).
 
Muy oportuna esta exhortación para comprender mejor el sentido de las colectas en las iglesias y, en general, el sentido de los bienes de las mismas. En primer lugar, se trata de experimentar la dicha de las bienaventuranzas (cf. Hch 20,35) y no de comprar el favor de Dios, supuestamente comprometiéndolo a ser recíproco con esplendidez (dar para que él retribuya más). En segundo lugar, dar está al alcance de todos, porque no depende los recursos de que se dispone, sino de la generosidad que se cultiva. En tercer lugar, las colectas se administran con transparencia, para lo cual es necesario que haya organización y administración. En cuarto lugar, las colectas no han de ser obligadas (por temor, halago o engaño) sino espontáneas, fruto de la generosidad. Y, por último, el modelo para dar es «el Señor Jesús Mesías», que se dio a sí mismo y nada se reservó.
En la eucaristía conmemoramos este don y, al comulgar, nos comprometemos a hacerlo propio.
Feliz martes.

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