Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,1-6):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «Lo siento», lo perdonarás.»
Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.»
El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar.» Y os obedecería.»
Palabra del Señor
Lunes de la XXXII semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Las cartas primera y segunda a Timoteo y la carta a Tito son llamadas «cartas pastorales» desde el siglo XVIII dado que insisten más en la organización de las comunidades que en el anuncio del mensaje. Muestran mucha preocupación por ciertos «falsos maestros», que propagan falsas doctrinas. Estos son generalmente judíos superficialmente convertidos, que no hacen énfasis en el amor sino en la enseñanza de la Ley, en lo cual llegan a extremos extravagantes, que dan pie a un gnosticismo semejante al que confronta la carta a los colosenses, pero estas cartas lo afrontan no alegando la verdad sobre Jesucristo (como Colosenses), sino la doctrina tradicional.
En vez de insistir más en la fe como actitud básica del seguidor de Jesús, insisten en la «piedad» (εὐσέβεια). La fe aquí se entiende más como un contenido doctrinal. Lo que se enseña no es el mensaje de Jesús sino –sobre todo–, una conducta moral. El énfasis puesto en la organización desdibuja la comunidad y descuida los carismas, porque se concentra más en los servidores de las comunidades –dirigentes (ἐπίσκοποι), responsables (πρεσβύτεροι) y auxiliares (διάκονοι)– que después evolucionarán a los actuales obispos, presbíteros y diáconos. Una institución importante es esas iglesias era la de las viudas, ancianas de buena conducta dadas a la oración.
Tit 1,1-9.
La carta comienza, como era habitual, con la presentación del remitente, enseguida se menciona el destinatario y, por fin, el saludo del remitente al destinatario. Luego, se entraba en materia. El tono del escritor es solemne, sin calor de relación personal.
1. Presentación del remitente.
El autor se presenta con sus títulos:
• Siervo de Dios. Forma común de presentarse Pablo en las comunidades de la gentilidad, quizá en honor al servicio liberador universal de Jesús.
• Apóstol de Jesús Mesías. La condición de «apóstol» (enviado/misionero) implica la credencial decisiva: se presenta como agente del Mesías liberador.
Enseguida pasa a exponer las finalidades de su misión:
• Para que llevar a la fe a «los elegidos de Dios» (antes los judíos, ahora toda la humanidad); la elección reclama la respuesta de la fe.
• Para dar a conocer la verdad propia de la piedad, verdad que se apoya en la esperanza (y esta en la promesa) de vida eterna.
Y hace una digresión para explicar la promesa:
• Procede de un Dios que no miente.
• La hizo desde tiempos inmemoriales.
• La ha cumplido públicamente haciéndola efectiva por la predicación cristiana.
2. El destinatario.
Tito, nombre latino usado como praenomen, o nombre de pila, es de etimología incierta. Lo cierto es que es de origen pagano. Es designado como «hijo legítimo en la fe común», indicio claro de que fue Pablo quien lo condujo a la fe.
3. El saludo.
Consiste en desearle «el favor» (χάρις), es decir, la experiencia del amor de Dios, y «paz» (εἰρήνη), o sea, la experiencia del amor comunitario, y la armonía que este significa. Ambos dones (el favor y la paz) proceden «de Dios Padre y del Mesías Jesús salvador»; en definitiva, son expresión de un mismo don: el Espíritu Santo, que hace experimentar el amor del Padre («favor») y produce a la experiencia del amor entre los hermanos («paz»). Este saludo es mucho más que una forma estereotipada de cortesía epistolar; es ya un indicio de lo que quiere tratar el autor en su carta. A la comunidad del destinatario la invita a verificar si ese favor y esa paz están en ella.
4. La misión de Tito.
El autor recuerda la intención que tuvo al dejar a Tito en Creta y, por tanto, su misión. Supuestos el anuncio (evangelización) y la aceptación de la buena noticia (fe), la tarea de Tito consiste en organizar las comunidades. Esa organización gravita en:
• Nombrar responsables (πρεσβυτέρους) en cada ciudad como administradores de Dios. Esto conlleva unas exigencias sociales, propias del cargo, y personales:
• Atenerse a las exigencias sociales acordadas para los candidatos: probidad personal, fidelidad a su mujer, con hijos creyentes.
• Exigencias del cargo: que sea intachable, no arrogante ni colérico, no dado al vino, a las riñas o aficionado al dinero
• Cualidades personales: hospitalario, amigo de lo bueno, equilibrado, socialmente aceptado, lo mismo que grato a Dios y dueño de sí. Debe ser adicto a la doctrina auténtica, capaz de predicar una enseñanza sana y de rebatir a los adversarios.
Los requisitos propuestos para los responsables locales tienen en cuenta:
• La vinculación con Dios y con su designio.
• El contexto social, más allá de la comunidad cristiana.
• Las calidades humanas y cristianas del responsable.
La razón de ser de estos requisitos es mantener a las comunidades en la fidelidad al mensaje de la fe. Como el principal problema lo constituían los falsos maestros, el mayor énfasis está puesto en la autoprotección de las comunidades. Parece que las mismas asumieron una actitud ante todo defensiva, y esto las llevó a fortalecer su organización interna. Del responsable se pide que sea capaz de enseñar sanamente (hacia dentro) y de rebatir eficazmente a los contradictores internos. No se insiste en la capacidad misionera de la comunidad para influir en el ambiente en el que se desenvuelve, quizás porque el problema se sentía más agudamente por dentro, ya que los falsos maestros actuaban dentro de las comunidades, no desde fuera.
La lección consiste en que, por muy graves que sean los problemas internos, estos no deberían recibir atención prioritaria por encima de la misión. Porque las comunidades se fortalecen más realizando la misión que defendiéndose.
Nos alimentamos cada día con el pan de la vida para dar testimonio de vida e iluminar las tinieblas del mundo con la luz de Jesucristo. No podemos esconder la luz.
Feliz lunes.
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