La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-jueves

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

18 de octubre

Fiesta de San Lucas, evangelista

Color rojo

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,9-17a):

Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso. El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 144,10-11.12-13ab.17-18

R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-9):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa.» Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.»»

Palabra del Señor


Reflexión del día

18 de octubre.
Fiesta de san Lucas, evangelista.
Desde el siglo II se identificó a Lucas con «el querido médico» (Col 4,14), que sería uno de los colaboradores de Pablo (cf. Fm 23), pero esto no resulta tan claro, dada la diferencia de la figura y la enseñanza de Pablo que aparece en Hch y la que se colige de las cartas del mismo Pablo. De sus escritos se deduce que Lucas es muy crítico con respecto de las autoridades judías, pese a que su doble obra está dirigida a un Teófilo, que algunos historiadores identifican con el tercer hijo de Anás, sumo sacerdote, que fue depuesto por Herodes Agripa. Según ellos, Lucas sería helenista de raza judía, natural de Antioquía, primero observador y luego seguidor temprano del movimiento de Jesús, instruido en la comunidad de Marcos. Sus escritos tienen un marcado acento ético y comunitario, muy sensible al sufrimiento de los pobres y los afligidos. Da gran importancia a la oración, y afirma con fuerza la misericordia de Dios. Y pone de relieve las figuras femeninas. El discípulo ama al prójimo haciéndose prójimo por el servicio desinteresado, amor y servicio que le permiten entablar con Dios la nueva relación de «hijo», no de súbdito.
1. Primera lectura (2Tm 4,9-17a).
Es el final de esta carta. El remitente hace encargos intercalados con informaciones que le da al destinatario respecto de la misión que viene realizando. El fragmento que hoy se lee forma parte de la conclusión, cuya temática puede organizarse así:
1. Encargos (v. 9.11b.13.19-22).
2. Informaciones (vv. 10.11a.12.14-18).
3. Despedida (v. 23).
• Encargos. El primero consiste en urgir al destinatario para que venga a su encuentro antes del invierno, que parece estar próximo. Por eso le pide traerle un abrigo que había dejado en Tróade y unos libros y unos cuadernos. También le pide que se traiga consigo a Marcos, porque lo necesita para la misión. Y le encarga transmitir sus saludos a algunos creyentes («hermanos»). Los encargos giran en torno a la fraternidad que los une.
• Informaciones. Ha habido algunas deserciones: Dimas (Col 4,14; Fm 24), seducido por «el mundo», lo abandonó; también Alejandro, el broncista, lo ha perjudicado mucho; en su primera comparecencia se quedó sin apoyo. Pero el Señor ha estado con él dándole fuerzas para dar testimonio, y lo libró de la pena capital. Él confía en la ayuda del Señor y espera en la gloria futura. También hay buen trabajo misionero: unos se fueron por su propio impulso a diferentes lugares, él envió a Fortunato a Éfeso, y Erasto se había quedado en Corinto. Solo Lucas lo está acompañando.
Lucas aparece como el único compañero con el que Pablo cuenta en medio de las luchas que debe librar y de la ausencia de los amigos y la traición de los desertores.
2. Evangelio (Lc 10,1-9).
La apertura que se dio en Antioquía al mundo pagano, de la cual Lucas fue testigo y beneficiario, tuvo su precedente en la creación que hizo Jesús de otro grupo de seguidores, estos de origen samaritano. La buena noticia se muestra atractiva entre los «heterodoxos» samaritanos.
El número de estos seguidores fue de 70, según una tradición; de 72, según otra. Ambas cifras son simbólicas y significan lo mismo: la apertura universal del mensaje a la humanidad. Según la tradición judía, 70 era el número de todas las naciones de la tierra (los «paganos»); esto es lo que significa esa cifra: un grupo de discípulos de entre todas las naciones y para ellas. Por otro lado, 72 es 12×6, en donde el multiplicador (6) es indicio de una enumeración incompleta; el número completo sería 12×6 + 12, es decir, 12×7: los de origen pagano (12×6=72) más los de origen judío (12); esto significa que la universalidad no excluye, sino que incluye a Israel. En el fondo, ambas cifras hablan de la misma realidad, cada una con un acento propio.
Además de seguidores (discípulos) de Jesús, son precursores (misioneros) suyos, avanzada de testimonio comunitario («de dos en dos»). Para cumplir la misión, el primer requisito es ponerse a disposición de Dios («ruéguenle al dueño de la mies»). Es una misión a contracorriente: en un mundo de violencia, dar testimonio de mansedumbre; en donde el dinero es el máximo valor, dar testimonio de pobreza; como la misión es asunto de vida o muerte, no hay tiempo que perder (cf. 2Ry 4,29); la actitud habrá de ser siempre de paz, incluso si hubiere rechazo; deben valorar y agradecer la acogida, sin exigir nada. En este caso, no hay que poner barreras culturales, hay que «curar» a los excluidos de esa sociedad anunciando la buena noticia del reinado de Dios.
Llamar «médico» a Lucas nos puede hacer pensar en la forma como él mismo le aplica este título a Jesús (cf. Lc 4,23), que tiene su tradición desde el Antiguo Testamento (cf. Jr 8,22), y se refiere al dirigente del pueblo, que es responsable de su bienestar. Lucas no era un curandero, sino un ministro de Jesucristo al servicio de la vida de la humanidad.
La doble obra de Lucas nos muestra el talante de su fe, basada en su experiencia de «la entrañable misericordia de nuestro Dios» (Lc 1,78) que, por medio de Jesús y sus discípulos, se hace «luz de revelación para las naciones» (Lc 2,32; Hch 13,47). Un creyente así es «seguidor» y «precursor», discípulo y testigo ante propios y extraños. Lucas es evangelista porque es creyente. No es un predicador de oficio, sino testigo viviente de la buena noticia. Él anuncia lo que Dios ha hecho en él y en otros con los cuales él ha compartido la fe en el Señor Jesús Mesías.
El llamado es misionero, el evangelizado es evangelizador, el discípulo es testigo. La autenticidad del cristiano se verifica en su reacción después de experimentar el amor misericordioso del Padre por medio de Jesús. El Espíritu que recibe por darle su adhesión al Señor lo levanta y lo impulsa a anunciar «a toda prisa» la buena noticia, como le ocurrió a María (cf. Lc 1,39), y como también sucedió con Lucas.
El encuentro con el Señor resucitado en la cena eucarística es un impulso espontáneo para el testimonio y la misión. No puede ser de otro modo.
Feliz fiesta.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page

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