La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-domingo

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (17,10-16):

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: «La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.»»
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 145,7.8-9a.9bc-10

R/. Alaba, alma mía, al Señor

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (9,24-28):

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecia sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.

Después de responder la pregunta del letrado, Jesús se refirió a la doctrina de los letrados sobre el Mesías y su vinculación con David como sucesor suyo, y desvirtuó la idea del Mesías «hijo de David» mostrando que David había declarado «Señor» suyo al Mesías, es decir, David no puede ser el modelo de conducta del Mesías, ni tampoco el reino del Mesías será solo para Israel, como el de David, porque esto sería incompatible con el amor universal de Dios (cf. Mc 12,35-37).
A continuación, se refirió Jesús a la conducta de los letrados y a las consecuencias que tienen en el pueblo y en sus instituciones esa doctrina y esa conducta de los letrados.

Mc 12,38-44.
El texto que hoy se anuncia tiene dos partes: la denuncia de la conducta de algunos letrados, y la denuncia ante sus discípulos de la explotación del pueblo con pretextos religiosos.
1. Conducta de ciertos letrados.
La advertencia de Jesús no generaliza, previene a la multitud contra los letrados que ostentan las actitudes que denuncia a continuación. Primera, su siempre insatisfecha ansia de honores. Visten de manera particularmente distintiva, con ropajes diferentes e impropios para el trabajo material («largas vestiduras») para reclamar su posición de maestros. Segunda, su búsqueda de reputación y de muestras de reconocimiento por parte de la gente, como afirmación de su superioridad en los ámbitos de la vida pública («reverencias en la calle»), envileciendo la Ley que enseñaban al convertirla en instrumento para crear la desigualdad. Tercera, la pretensión del primer puesto en la vida religiosa («en las sinagogas»), en asientos de honor, en una tarima, dándole la espalda al arca en donde se guardaban los rollos de la Ley, para que la gente pudiera verlos y reconocerlos como maestros. Cuarta, la exigencia de preeminencia en la vida civil («en los banquetes») como alegación de su sobresaliente dignidad, a menudo por encima de los familiares del anfitrión y del honor debido a los ancianos.
Esa avidez de fama, que les alcanza una posición de privilegio y les otorga poder efectivo sobre el pueblo, no oculta dos realidades en extremo graves: su codicia y su hipocresía.
En privado, abusan de la gente sin amparo ni defensa («las viudas») y la explotan valiéndose de sus conocimientos del derecho para apropiarse de sus bienes y dejarla aún más desamparada e indefensa. Este hecho recuerda la exhortación del profeta: «Si ustedes enmiendan su conducta y sus acciones, … si no explotan al emigrante, al huérfano y a la viuda… entonces habitaré con ustedes en este lugar» (Jer 7,5-7), palabras pronunciadas precisamente en el templo.
En público, exhiben manifestaciones de piedad pronunciando largas oraciones dirigidas a Dios. Simulan una estrecha familiaridad con él que es incompatible con todo lo anterior y, por eso, es sospechosa de ser falsa. En efecto, se trata de un fingimiento, que engaña a la gente porque esta se ha acostumbrado a su presencia, que invade todos los ámbitos de la convivencia social, y los sienten como una mediación imprescindible, pero que no hacen un aporte constructivo.
En sí mismos, son vacíos («vanidosos»), en relación con el prójimo, son injustos («expolian»), y en su relación con Dios son farsantes («simulan»). «Esos recibirán una sentencia muy severa».
2. Explotación de los pobres.
El relato parte de la postura antagónica de Jesús («enfrente») con respecto de la Sala del Tesoro. Ya él había denunciado la conversión del templo en «una cueva de bandidos» a raíz del mercado que se había instalado en el mismo. Dicha postura es permanente («se sentó»), lo que indica que él se opone definitivamente a la explotación del sentimiento religioso de la gente.
La «multitud», y entre ella «muchos ricos», contribuyen con donativos en gran cantidad, aunque por motivos diferentes. La multitud, aunque es víctima de una gran miseria, apoya eso porque se imagina que eso es lo que quiere Dios; la idea que tiene de Dios la lleva a esa contradicción. Los ricos, por su parte, apuntalan gustosamente esa institución que no les cuestiona la forma de adquirir sus riquezas ni su indolencia frente a la indigencia de las mayorías (cf. Mc 10,21-22). No se habla de sacrificios ni de oraciones en el templo, solo de circulación de dinero.
Entonces, la mirada de Jesús se fija en «una viuda pobre» y en su insignificante donativo. Además de «viuda» (desamparada e indefensa), es «pobre» (desposeída), carente de recursos. Su donación es económicamente insustancial, pero con ella la viuda manifiesta su amor incondicional a Dios y su plena confianza en él. Por eso, Jesús convoca a sus discípulos, que no habían figurado hasta ahora, para declarar algo sorprendente: «esa pobre viuda ha echado más que ninguno de los que echan en el tesoro», porque, en tanto los otros han dado de lo que les sobraba, ella lo dio todo, «todos sus medios de vida». Estas palabras suyas hacen eco del mandamiento más importante: «…con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas»: dio su vida entera, se puso en manos de Dios, porque él es su máximo valor, no así para la multitud y mucho menos para los ricos. Así era como debían portarse los israelitas fieles. Jesús no la propone a sus discípulos como ejemplo para el discipulado, sino para que aprendan a ver con los ojos de Dios. En esa viuda pobre y confiada, no en el esplendor del tesoro del templo, está la gloria de Dios.

El manejo de lo económico es la prueba de fuego de nuestra condición de discípulos de Jesús. A veces esta prueba falla por ausencia de honradez personal, otras veces por falta de honestidad en los registros contables, otras por falta de transparencia en la administración de lo ajeno. Pero, sin lugar a dudas, en la base de todas estas fallas está el temor, y, más al fondo, la desconfianza, que es síntoma de ausencia de fe. Por eso es la prueba de fuego para el discípulo.
Creerle a Jesús es adoptar otra escala de valores en la cual el primer puesto indiscutiblemente es de Dios; él es nuestro máximo valor. Cuando esta escala de valores no aparece con claridad, «la sal se vuelve necia», el discípulo se desprestigia como tal y se expone al desprecio del «mundo».
Las comunidades cristianas deben resistir la tentación de los antiguos letrados; su ideal no debe ser convertirse en emporios para tener garantizada su subsistencia, sino llegar a ser redes de una cada vez más amplia solidaridad que puedan «pescar hombres» en el mar de la indiferencia y de la voracidad que producen el ansia de prestigio, la ambición de poder y la codicia de dinero. Esa es la buena noticia que el mundo necesita escuchar, y que nosotros podemos hacer resonar en nuestras asambleas dominicales con la alegría del Espíritu y con la fuerza del Mesías resucitado.
¡Feliz día del Señor!

Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page

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