Fotos: cortesía de Arnuldo "Tuto" Rodríguez Amaya.
Angeles

Solo tenía 9 años, pero recuerda, como si fuera ayer, cuando su hermano Víctor Taboada Mendoza, de 17, le avisó que su padre Carmelo había muerto calcinado.

«Lo encontraron arrodillado, con las manos en alto. Tuvieron que darle golpes con un martillo para enderezarlo», relata Ignacio.

Él es de los pocos que no fueron protagonistas directos del siniestro de Ovejas, pero que aún mantienen vivo el doloroso episodio de aquel 1 de febrero de 1950.

Ese domingo fallecieron 30 personas que viajaban en La Cubita, una chiva de palo que cubría la ruta Sincelejo-Ovejas y que a solo 2.5 kilómetros de llegar a su destino se volcó, y posteriormente, se incineró a causa de unas pimpinas de gasolina que llevaba en el techo.

Lo que también se le asoma la memoria es la historia Felicia, una mujer que falleció tres días después del accidente, al parecer, porque la acostaban encima hojas de plátano.

Ignacio asegura que su hermano nunca más habló de ese episodio, que lo mucho o poco que sabe es por lo que vio y por lo que sus otros familiares le relataron.

Muy pocos evocan este hecho, antes era muy recordado en el pueblo. Incluso, todos los años, para conmemorar la fecha, tocaban las campanas de la iglesia durante todo el día y celebraban misas.

Para el periodista ovejero Jaime Vides Feria, otro hecho que ha ido sepultando este incidente es que el lugar donde ocurrió quedó relegado, “incluso, lo que en su momento era una curva, hoy es una recta”.

El accidente se originó en el sitio conocido como la curva de La Santa, una de las más peligrosas de la vía, que en la actualidad es un atajo debido a la construcción de una nueva carretera.

«Ya ni los camioneros llegan al lugar a poner velas, nadie la conoce, nadie la visita y muchos menos al monumento de la Virgen del Carmen, en honor a las víctimas, que está en el mismo lugar”, recalca el veterano comunicador.

La imagen Virgen del Carmen sobrevive a las nuevas obras de ingeniería en el lugar de la tragedia.

Al rescate de la memoria

El sacerdote Édgar Salcedo Manjarrés, párroco de Ovejas y oriundo de ese municipio, en su libro Al son de gaitas, de tu tierra te cuento, retoma apartes de los relatos que su mamá Sara y de su tío Santander, ambos fallecidos, dieron a medios de comunicación.

El libro del padre Édgar registra el siniestro de Ovejas.

En los últimos años ha celebrado eucaristía en el lugar, como una forma de mantener viva la memoria histórica. Hoy, la ceremonia será a partir de las 7:15 de la mañana con la asistencia de la comunidad, autoridades civiles y militares.

El siniestro de Ovejas es el nombre de la canción escrita e interpretada por el acordeonista Carlos Araque (q. e. p. d.) en homenaje a todas las víctimas, entre esas su fiel amigo y colega Rafael Gutiérrez. Es una pieza musical que inmortalizó este hecho, también grabada por Jean Carlos Centeno, y antes, por Jorge Oñate

Con el camino de la tragedia en el olvido por las obras de ingeniería, la obra artística sigue siendo la mejor forma de dar vida a esta historia que se niega a morir.

…y el recuerdo solo queda de aquellos que se quemaron…

Comentarios en Facebook

Deja una respuesta

Ingresa tu comentario
Por favor, ingrese su nombre aquí