La captura de Juan Carlos Castro, alias ‘Pichi Belén’, este domingo en el municipio de Tolú es un gran logro contra el crimen.
La Policía informó que este hombre era el responsable de alrededor del 70% de los hechos criminales en el Valle de Aburrá y que era narcotraficante.
Lo preocupante es que la zona donde fue capturado es totalmente solitaria, carece de presencia permanente de la Policía Nacional o de otra autoridad pública y ello puede ser un factor de riesgo para los habitantes de la zona.
La Fiscalía debe investigar quién le arrendó la casa finca al presunto narco y cómo llegó este hasta ahí.
Si la finca es propiedad de ‘Pichi Belén’ a nombre propio o de un testaferro, lo más urgente es lograr una extinción de dominio para que los pobladores tengan la certeza de que ahí no se volverá a esconder un señalado criminal de ese calibre.
Da miedo pensar que la población de El Francés, humilde y trabajadora, así como los empresarios del sector, convivían desde hace unos días con un hombre sumamente peligroso.
Atemoriza que la captura de este hombre hubiera dado lugar a una balacera o cualquier escena de película, dado que él no estaba indefenso y que la Policía utilizó el armamento más poderoso para una operación de semejante complejidad.
Es hora de que las autoridades miren hacia el Golfo y se enfoquen más en prevenir que en reprimir.
El plan del presidente Duque es ‘El que la hace, la paga’, pero esa premisa suena más represiva que preventiva.
Que no se convierta el Golfo y sus recónditos caminos en una guarida de criminales que pueden afectar de paso el turismo, que ya se ha visto afectado desde que un joven fue decapitado por equivocación por parte de enfurecidos habitantes de un corregimiento cercano.
El Golfo necesita desprenderse de los hilos del narcotráfico que un día, con las llamadas bacrim, anidaron ahí y tejieron una tenebrosa red de envío de drogas. Es hora de recuperar para la ciudadanía de bien este bello destino de nuestro departamento.
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