Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (15,1-11):
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados,
y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
La reflexión del padre Adalberto
V Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C.
Después de su excomunión por parte de los asiduos de la sinagoga de Nazaret, Jesús se dirigió a Cafarnaún y allí se puso a enseñar en la sinagoga. La gente notó que él hablaba con libertad y que su palabra reducía al silencio el fanatismo violento («espíritu, demonio inmundo») y que esto a nadie perjudicaba, sino que provocaba admiración. De la sinagoga pasó a los círculos ajenos al culto, donde encontró el mismo fanatismo violento que había en la sinagoga. La ciudad entera estaba enferma del mismo mal, y los más afectados querían que él adoptara sus ideales. Por eso, él se retiró a pedirle a Dios para que la gente entendiera su misión (cf. Lc 4,31-43, omitido).
Lc 5,1-11.
Entonces Jesús decidió hacer abiertamente su propuesta. Y una multitud, deseosa de escucharlo, acudió a él. El relato de este domingo presenta su llamado a Israel. Tras una breve introducción, siguen dos acciones de Jesús, la reacción del grupo de Simón, la invitación de Jesús a ese grupo, y una breve conclusión.
1. Introducción: la realidad.
Una multitud se agolpa alrededor de Jesús «para escuchar el mensaje de Dios», el que rechazara la sinagoga de Nazaret y causara estupefacción en la sinagoga de Cafarnaún. Jesús está «a la orilla del lago», es decir, en el ámbito doméstico, solo en relación con Israel. Y allí observa la presencia de dos grupos, «dos barcas», de pescadores activos.
2. Jesús con la multitud.
Jesús abordó uno de los grupos: «subió a una de las barcas, que pertenecía a Simón». Esto deja entender que él parte de la realidad que encuentra y la asume como punto de partida: «le rogó (a Simón) que la sacase un poco de tierra». Jesús aún no tenía grupo propio, pero se apoyó en uno de los existentes en la sociedad, no precisamente el más piadoso (cf. Lc 4,38), y desde allí hizo su propuesta. Es la misma que hizo en la sinagoga de Nazaret: el amor universal de Dios.
No se constata reacción alguna de parte de esa multitud. Pero el evangelista, mediante un recurso literario sutil («estando también él a la orilla del lago») vinculó este hecho con una profecía, que prometía una pesca abundante (cf. Ez 47,1-10).
3. Jesús con el grupo de Simón.
El núcleo de la narración está aquí. Jesús se dirige a Simón como líder del grupo pidiéndole que se enfile ahora a aguas profundas y que echen las redes de ellos para pescar. En la respuesta de Simón se advierte la primera impresión que le causó Jesús, al llamarlo «jefe» (ἐπιστάτης), que será el título que le darán siempre los Doce. Además, Simón manifiesta que durante la «noche» ellos se han fatigado sin lograr nada; «noche» que corresponde al pasado improductivo de la actividad de Simón y sus compañeros. Sin embargo, Simón afirma que, fiado en lo que Jesús ha dicho (τό ῥῆμα σου), él echará las redes.
El evangelista juega con los dos sentidos de la palabra «pesca» en aquella cultura. Así como era la actividad normal de los pescadores, también era la actividad de los militares que conquistaban pueblos. Ambos usaban «redes», unos como herramienta de trabajo, y los otros como arma de guerra. Las redes de ellos consistían en su afán proselitista por lograr prosélitos que aceptaran la superioridad de Israel sobre los otros pueblos. Lo dicho por Jesús consiste en invitar a todos los hombres a formar una comunidad universal de hermanos. La sorpresiva cantidad de peces que atraparon «reventaba las redes», es decir, puso en crisis su método proselitista. Ellos invitaron a «los de la otra barca» para que les ayudaran, y entonces fueron las barcas las que «casi se hundían», o sea, sus formas de convivencia («las barcas») no son aptas para salvar la humanidad («casi se hundían»). Practicar el mensaje de Jesús puso en cuestión su mentalidad y su actividad.
Reaccionó primero «Simón Pedro» (nombre y sobrenombre), reconociendo la grandeza de Jesús («Señor», no «jefe») y pidiéndole que se apartara de él, porque él se sentía pecador. Y esa misma fue la reacción tanto de sus compañeros de barca como de los de la otra barca, «Santiago y Juan, hijos de Zebedeo». Al llamarlo «Simón Pedro», el evangelista señala la actitud ambivalente del personaje: por un lado «escucha» («Simón») y, por el otro, es testarudo («Piedra»). Los de la otra barca son designados de manera muy ajustada a la tradición: nombres y genealogía hebreos. Los dos grupos («barcas») con los que Jesús entra en relación son bastante distintos.
4. Invitación de Jesús.
Jesús sosiega a Simón asegurándole que no hay castigo para el pecador («no temas»), y haciéndole una promesa: «desde ahora pescarás hombres vivos». Esta acción de «atrapar vivo» (ζωγρέω) era prohibida en las guerras (cf. Num 31,15; Dt 20,17; 2Sam 8,2 LXX), a menos que hubiera algún interés (cf. Num 31,18; Jos 2,13; 2Cro 25,12). Jesús la despoja de su carácter militar y violento, y además de prometer la vida, promete convertir a sus seguidores en salvadores de la vida.
5. Conclusión: la nueva realidad.
La tranquilidad ofrecida a Simón, y la promesa de hacerlo pescador de hombres vivos, vale para los dos grupos. «Ellos sacaron las barcas a tierra», no se desentendieron de sus respectivos grupos humanos, y «dejándolo todo, lo siguieron». Es claro que no dejan su vida y su convivencia, sino su manera de vivir y de convivir.
El amor universal de Dios invita a todos los seres humanos a construir la nueva sociedad, o sea, el «reino de Dios». Jesús no parte de idealismos perfeccionistas, sino de lo que hay en el mundo, de los seres humanos concretos que pueblan la sociedad humana. Sin embargo, se percibe que a unos les interesa su propuesta más que a otros. Los asiduos a la sinagoga, tanto en Nazaret como en Cafarnaún, quieren que él adopte sus criterios. La multitud, masificada por la enseñanza de la sinagoga, no logra sintonizar con él. Pero Jesús no excluye a nadie, y forma su primer grupo de seguidores a partir de unos alejados de la práctica religiosa y de otros apegados a ella. En ambos casos, el punto de partida es la fe, que se traduce en un acto de confianza en él con la intención de poner en práctica lo dicho por él, aunque vaya en contravía de la propia experiencia.
Ese acto de fe sigue siendo necesario, tanto para los alejados de la vida de la Iglesia como para los tradicionalmente insertos en ella. Las comunidades cristianas saben que los alejados y aquellos que nunca han recibido el mensaje son su campo de misión. Y necesitan recordar que Jesús las envía a «pescar hombres vivos», es decir, a salvar la vida de la gente en todos sus aspectos.
Las asambleas dominicales tienen la responsabilidad de estimular a sus miembros para que sean «pescadores de hombres vivos», de modo que el mundo los vea como «salvadores de la vida».
¡Feliz día del Señor!
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