Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,1-5.10):
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio, y dijo: «Os digo que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño ése es el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
Palabra del Señor
2 de octubre.
Santos Ángeles Custodios.
Refiriéndose a los ángeles, dice la carta a los hebreos: «¿Qué son todos, sino espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de heredar la salvación?» (1,14). El término «ángel» procede del latín angelus, y este del griego ἄγγελος, que traduce el hebreo/arameo מַלְאָךְ, y significa «mensajero» o «emisario». Generalmente el término se usa en relación con Dios, pero también con Satanás (cf. 2Co 12,7) o el diablo (cf. Mt 25,41); en este caso se traduce «emisario» o «secuaz». Los «ángeles» pueden ser de Dios (cf. Lc 12,9), o del Hijo del Hombre (cf. Mt 13,41), o de uno de sus seguidores (cf. Hch 12,15). Los ángeles del Hijo del Hombre son colaboradores suyos en la realización del designio del Padre (cf. Mt 4,11; 13,41; 24,31; 25,31).
1. Primera Lectura (Ex 23,20-23a).
Este texto forma parte de tres promesas que hace el Señor de enviar un legado suyo delante de Israel si el pueblo es fiel. Primero, enviará «un ángel» (v. 20: מַלְאָךְ), luego, su «terror» (v. 27: אֵימָה), que pondrá en fuga a todas las naciones, y, finalmente, el «abejorro» (v. 28: צִרְעָה), el pánico que desbandará a los habitantes. Pero estos hechos sucederán gradualmente, a medida que Israel vaya siendo capaz de tomar posesión de la tierra.
Dios, en primer lugar, le promete a su pueblo un ángel que tiene un triple cometido:
a) Servir de guía para el pueblo,
b) Cuidarlo en el camino y
c) Llevarlo al lugar para él preparado.
El pueblo deberá respetarlo y obedecerle, rebelarse contra él sería rebelarse contra Dios, porque ese ángel actúa en nombre de él y posee toda su autoridad. En cambio, si lo respeta y le obedece fielmente, Dios le promete solidarizarse con el pueblo y protegerlo frente a sus enemigos. Esta promesa suena audaz y desmesurada, pero pretende subrayar la fidelidad del pueblo a Dios, del mismo modo que él es fiel a su pueblo. Si el pueblo se aferra a él, Dios lo bendecirá. Hay que tener presente lo que en los relatos del éxodo se entiende como «rebeldía», no es el hecho de oponerse a una tiranía, sino todo lo contrario, es la resistencia al éxodo liberador.
Este texto se adujo como base escrituraria para apoyar la cita y aplicación que el evangelista hace de Is 40,3 para presentar a Juan Bautista como el «ángel» que habrá de preparar el camino del Señor (cf. Mt 3,3; 11,10; Mc 1,2-3; Lc 7,27).
El ángel está al servicio del pueblo que hace el camino del éxodo y, por lo mismo, al servicio del seguidor de Jesús en su éxodo personal (cf. Hch 12,5-17).
2. Evangelio (Mt 18,1-5.10).
La ingenua identificación del «chiquillo» (παιδίον) y de los «chiquillos» (παιδία) con los niños de pecho no permite comprender bien el mensaje de este texto de Mateo.
Los discípulos quieren conformar su grupo según los criterios de la sociedad de la cual proceden (moldear la Iglesia a imagen del mundo), y por eso se proponen repartirse los puestos de honor; para hacerlo, comienzan pidiéndole a Jesús que establezca él los rangos entre ellos («¿Quién es el más grande en el reino de Dios?»).
Jesús llamó (porque estaba retirado de ese grupo) a un «chiquillo» y lo convirtió en figura central («lo puso en medio»). El contraste entre «grande» y «chiquillo» es signo de que hay dos modos de apreciación: para los discípulos, «grande» es quien se siente más o mejor que los otros; para Jesús, en el reino de Dios solo hay entrada para los chiquillos, y solo los chiquillos son grandes en ese reino. El chiquillo es una persona sin rango honorífico que está siempre disponible para servir, y justamente por eso crece y se hace grande en el reino (cf. Mt 20,26). Según la creencia judía (que suponía estratos en el cielo), en la presencia de Dios estaban pocos ángeles. Jesús se vale de esa creencia para hacer ver que los chiquillos son muy importantes para Dios. Así que despreciar a estos servidores basándose en títulos mundanos es afrentar a sus ángeles –servidores de su éxodo–, que permanecen en presencia del Padre. En cambio, acogerlos es acoger a Jesús, porque él se identifica con ellos.
Hay dos clases de ángeles tutelares: unos son humanos, como Juan Bautista; otros, de naturaleza espiritual, siempre en el cielo. Ambos cuidan, protegen y conducen seguros a los hijos de Dios en el camino del éxodo liberador. Pretender desigualdades en la comunidad de Jesús es rebelarse contra el designio liberador y salvador del Padre, porque sería atribuirle al Señor una supuesta estratificación de los que, para él, somos «todos hermanos» (Mt 23,8), es decir, iguales. Hay que revisar también la suposición de que los ángeles se clasifican en categorías gradadas, porque dicha suposición se opone al mensaje de la buena noticia.
La tutela de los ángeles comienza por garantizar la igualdad de quienes recorremos el camino del Señor y hacemos el éxodo definitivo, y conduce a estimular en todos las disposiciones para que cada uno se ponga libre y amorosamente al servicio de los demás, de manera que adoptemos la misma actitud que los ángeles en relación con nosotros, pues se trata de que cada uno se haga ángel guardián de su hermano, y superemos la indiferencia de Caín (cf. Gn 4,9).
Celebramos la eucaristía como hermanos y como hijos. Ninguna de estas dos condiciones admite estratificaciones. Y ese pan que partimos y compartimos nos exige trabajar como ángeles de Dios al servicio de la humanidad en busca de una sociedad de personas libres e iguales.
Feliz conmemoración.
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