La semana que acaba pasará a la historia en Sucre. No precisamente por cosas buenas. Nos deja la vergonzosa cifra de cinco homicidios. Seis vidas que enlutan a cinco familias. Seis vidas que nos ponen a pensar cómo el género humano se degrada a sí mismo.
No valen móviles, pues el homicidio premeditado y aleve no tiene justificación alguna. Nadie tiene derecho a matar a otro ni nadie merecer morir a manos de otro.
Como sociedad no podemos limitarnos a leer el reporte noticioso y darnos cuenta de que nos estamos matando, de que no podemos sembrar en las nuevas generaciones esa indiferencia ante la violencia.
A nuestros jóvenes les debemos aclarar que la vida es un proyecto que todo el mundo merece experimentar.
Nuestros jóvenes deben desarrollarse con el rechazo a la muerte como forma de solución de los problemas.
Nuestros jóvenes necesitan comprender que el homicidio no es paisaje. Nuestros jóvenes merecen crecer en un ambiente de paz.
Quedarse brazos cruzados frente a estas realidades lamentables nos tulle la mente y nos acostumbra a los asesinatos.
Eduquemos a nuestros niños y no sería necesario castigar a los hombres. Eduquemos a nuestros hijos y ellos no se matarán entre ellos. Paremos ya esta racha de violencia, que causa dolor y tragedias familiares.
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