Las Olimpiadas Especiales que finalizaron este viernes 17 de agosto en Sincelejo son un ejemplo a seguir en el país.
Este evento deportivo en el que participan personas con discapacidad cognitiva nos demuestra que el rótulo de «especial» lo otorgamos a aquellos que, como los participantes de las Olimpiadas, nos enseñan a paga bien por mal.
En un mundo muchas veces excluyente y discriminante, estos niños nos resaltan que el amor y la ternura son parte esencial de la vida, que una sonrisa se le regala a cualquiera y cambia el día de cualquiera. A esos bellos gestos se corresponde de igual forma y así se construye paz.
Los días que duró este certamen se promovió la amistad, más que la competencia, y por eso la sed de éxito personal pasa a un segundo plano y la idea es ganar todos, en conjunto.
Aquí el podio es para estar a tono con las competencias tradicionales, pues cada uno de los tres niveles vale oro.
A los institutos deportivos no se les debe olvidar que esta población especial merece atención prioritaria y que asegurar los recursos para estas olimpiadas tiene ese carácter de vitalidad.
Sigamos llenando de ilusiones a nuestros niños y jóvenes, que esperan que cumplamos sus «legítimos anhelos de felicidad», como dijo un sabio sacerdote de Sucre. No se nos olvide.
Comentarios en Facebook