El 12 de agosto se cumple un aniversario más del fallecimiento del sociólogo Orlando Fals Borda (1925-2008). Su legado intelectual no puede quedar en el olvido para ningún habitante de la depresión momposina. Sus investigaciones sobre esta región son invaluables desde lo historiográfico, sociológico y hasta en lo literario, y se encuentran publicadas en los cuatro tomos de la Historia doble de la Costa.
Fals Borda diseñó una pretenciosa estrategia comunicativa para divulgar, a diversos públicos, desde el académico hasta a los analfabetas, los resultados de sus investigaciones, aunque para él lo importante no eran tanto los aportes a la academia, sino a las clases populares, ya que buscaba convertirlas en actores políticos de transformación social, porque, a través de su investigación acción-participación, intentaba que las clases populares hicieran consciencia de sus condiciones socioeconómicas, las causas de esta y de las posibles maneras de subvertir estas realidades. Es decir, que, para Fals Borda, la investigación social tiene sentido siempre y cuando haya cambio de las condiciones sociales. Mucho más cuando los problemas económicos y ambientales de la depresión momposina están relacionados con los problemas de tenencia de tierras, pues la expansión latifundista, acelerada por la expansión ganadera, han cambiado las relaciones del hombre con su medio ambiente, trastocando paulatinamente formas históricas de subsistencia y a la misma cultura anfibia.
Es en el tomo III de la Historia doble de la Costa, resistencia en el San Jorge, donde Fals Borda investiga la formación histórica y económica de los pueblos ríanos y cienagueros del San Jorge (San Benito Abad, Caimito, San Marcos y Ayapel), hasta los conflictos de tierra que se presentaron en las décadas del 60 y 70 del siglo pasado. Su investigación inicia con los pueblos zenúes que poblaron las hoyas de los ríos San Jorge, Sinú y Nechí. Sus vestigios son aún patentes en el sistema hidráulico, de más de 2.000 años de historia y de 500 mil hectáreas, ,aproximadamente. Detalla además, el proceso de conquista española de los territorios zenúes y malibúes, y la resistencia que estos opusieron ante la violencia española, representada en la espada y la cruz.
También menciona sobre la llegada de los negros esclavizados a las haciendas y hatos establecidos en las riberas del río San Jorge. De igual manera, describe sus formas de resistencia, que enfrentaba mediante la huida, por los excesivos trabajos y castigos a los que se veían sometidos por los amos españoles. Estos negros fugados forman con el tiempo palenques, que luego se convertirían en pueblos. Este caso lo menciona Fals Borda con el surgimiento de San Marcos, pueblo de negros, formado por esclavos libertos y cimarrones en los playones de la ciénaga de San Marcos.
Para la lógica política de Fals Borda, no era suficiente que San Marcos, fuera un pueblo de negros, sino que en él existiera referentes de resistencia ante el poder español, como lo fue Domingo Bioho en Cartagena, ya que para las generaciones actuales era necesario tener en su haber histórico esta referencia, y poder así sustentar la lucha del campesinado contra los latifundistas ganaderos. Es ahí en donde utiliza la proyección ideológica (método de empleado por Fals Borda), que consiste en incorporar al estudio del pasado experiencias recientes o contemporáneas. Esto ocurrió con el negro Chirino, personaje real con anécdotas en la época de la violencia (1948-1954) y con habilidades y destrezas de fuerza y de pelea. A él, Fals Borda lo traslada al siglo XVIII y lo convierte en el fundador del San Marcos actual. Sirviendo este como adalid o personificación de la resistencia. Es quizás esta reconstrucción histórica lo que más le criticaron a Fals Borda, pues anteponía sus intereses políticos ante los investigativos e historiográficos, a pesar de ser consciente y de afrontarlo en sus publicaciones.
Vale la pena resaltar en las investigaciones sobre el San Jorge el concepto de cultura anfibia; aunque no es un concepto que lo emplee exclusivamente en esta parte, sino en todas sus investigaciones sobre la depresión momposina, es un ingrediente esencial para entender el desarrollo histórico y socioambiental de los habitantes de esta región. El concepto de cultura anfibia surge de las formas de adaptación y subsistencia de los habitantes de esta gran región, que viven del agua en tiempo de lluvias y de la tierra en tiempo de sequía. Alrededor de estas actividades económicas existen una serie de valores, creencias y supersticiones que forman parte de la mentalidad del hombre anfibio. Sin embargo, con el avance de prácticas económicas extensivas como la ganadería y el apropiamiento de ciénagas y riberas de ríos, caños y zapales, la cultura anfibia se empieza a descomponer, trasladando las actividades de subsistencia a nuevas formas, alejadas de las anfibias.
De la mano de la cultura anfibia, Fals Borda personifica a los habitantes de San Jorge con el tótem de hombres hicoteas, simbolizando la resistencia de los hombres que aguantan el deterioro de sus condiciones socioeconómicas y ambientales por causa de la expansión latifundista asociada al avance de la ganadería extensiva y de los politiqueros de turno, que con sus falsas promesas y corrupción no auguran nada promisorio para el devenir de los hombres-hicoteas. Este símil entre las hicoteas y los hombres del San Jorge es debido a que las hicoteas pasan un sinnúmero de necesidades en tiempo de sequías al estivarse, aguantando hambre y resistiendo a los embates del entorno; que, sin embargo, se resarce en tiempo de lluvias, cuando sale a su medio natural. Pero también, dice Fals Borda, las hicoteas se cansan de aguantar y atacan con sus afiladas bocas que solo sueltan cuando truena el corcovao tofeme.
En síntesis, los trabajos de Orlando Fals Borda se han convertido en referencia obligada para cualquier investigador que intente soltar el nudo gordiano de la historia de los pueblos anfibios de la depresión momposina, pues entender la historia milenaria de muchas vidas que se asentaron en las orillas del río, ciénagas, caños y zapales, rodeados de agua y de olvido, sería imposible sin el canalete y la lumbre incandescente de su memoria y obra.
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