Editorial-3 de mayo de 2020-Por una prensa libre

Angeles

Este 3 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha que propone reflexiones y reivindicación de luchas de la sociedad entera para conseguir la garantía plena de ese derecho.


La prensa sucreña, esa que ejerce en estricto apego a la verdad, a la honestidad, a la responsabilidad y al respeto por la dignidad humana, tiene motivos para esa lucha.

Administradores de turno son actualmente los principales violadores del derecho universal, y particularmente constitucional, a la libertad de prensa.

Por acción o por omisión, gobernantes sucreños han tomando actitudes lesivas para el ejercicio periodístico en detrimento de la verdad que merecen saber los ciudadanos.

El caso del alcalde de Sincelejo, Andrés Gómez Martínez, quien es abogado y por ende conocedor de los derechos de los demás, es reprochable porque cuando la Contraloría lo cuestionó por presuntas irregularidades en los contratos para entregar mercados, emitió un comunicado acusando indirectamente a la prensa de haber publicado «señalamientos» y declaraciones «irresponsables» e «infundadas» sobre lo que él sabe que tenía soporte legal en las pesquisas del contralor general en su contra. Un engaño a sí mismo.

Un alcalde jurista que intenta confundir a la ciudadanía con acusaciones contra el mensajero demuestra que lo puede hacer con cualquiera otro sujeto de derecho que no tenga los alcances de audiencia que tiene la prensa.

Por el lado de la Gobernación es preciso hacer un llamado a la humildad a Karem Gaviria, secretaria privada del gobernador, quien desde su llegada al cargo ha proyectado más la imagen de una patrona que la de una funcionaria cuya razón de ser es el servicio público.

Muchos son los empleados de la Gobernación, merecedores de un respeto mayor por su antigüedad y por su recto proceder, e incluso algunos nuevos, también de conocida seriedad en sus funciones, que nos han manifestado lo difícil que es la relación laboral con la secretaria del gobierno «diferente».

Ella, al igual que el alcalde de Sincelejo, sin ejercer el periodismo y careciendo, por tanto, de la autoridad moral para ello, dio cátedra en un comunicado de prensa oficial, sobre lo que es un periodista y sobre lo que debe este informar. Intentó también «cortar de raíz» los «comentarios» y «noticias falsas» de medios de comunicación, pero falló porque dejó todo en el aire, sin atreverse a señalar nombres propios, pues no hacerlo es meter a toda la prensa, la buena y la mala (porque de esta última hay), en un mismo costal.

Al gobernador (incluyendo a su secretaria privada) y al alcalde hay que recordarles que los recursos que administran son de todos y que lo que importa no es la imagen de ellos, sino la de la institución, que es la protagonista por ser patrimonio de todos y que permanecerá cuando ellos, con toda seguridad, dejen el cargo una vez se cumplan los cuatro años del período y a su posición social les acompañe el prefijo «ex» (exgobernador y exalcalde), pasando a un catálogo de familias que han detentado el poder en un departamento al que, históricamente, una gran parte del poder político mismo (porque no es justo generalizar) ha confinado a su gente a la corrupción, a la pobreza y a las mortales consecuencias de estas.

Un gobernante que se preocupa porque todo lo que sale en la prensa sean aplausos a su gestión no será más que un adulador de sí mismo, un narciso y jactancioso que vive del culto propio, siendo esa su prioridad y lo segundo el servicio público. Los ciudadanos no eligen personas, eligen programas de gobierno.

Un gobernante que soporta con entereza y con respeto las críticas y los cuestionamientos es un buen administrador público, digno de respeto público, porque tiene en cuenta aquello con lo que está de acuerdo y con lo que no, y así construye democracia.

Y a la ciudadanía que no se preocupa por elegir bien la calidad del mensajero, el medio del que se informa, también un llamado especial. Y también hay que llamarla a vigilar el proceder del mensajero, a denunciar lo que no está bien, y no a atacar por el simple hecho de que sus posturas políticas nublan su sentido de justicia.

Por último, un llamado a la autocrítica al gremio periodístico, al ejercicio transparente y honesto, a que los periodistas se conviertan en referentes éticos de las nuevas generaciones (porque hay pocos referentes), a que el dinero y la pauta nunca sean el determinante de lo que se informa, sino la necesidad de verdad que siempre tendrá la sociedad. Ella sabrá reconocer ese esfuerzo.

El trabajo común de quienes habitamos en una sociedad debe ser en beneficio de los más necesitados, de quienes están marginados de los mínimos de dignidad humana, y sería muy reprochable, gravísimo que un periodista ocultara esa realidad.

«La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar al periodista como el zumbido al moscardón». Gabriel García Márquez.

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