Recursos de fe para este sábado 11 de agosto

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Sábado de la XVIII semana del Tiempo Ordinario. Año II

Santa Clara de Asís, virgen. Memoria obligatoria, color blanco

Primera lectura

Lectura de la profecía de Habacuc (1,12–2,4):

¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere? ¿Has destinado al pueblo de los caldeos para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia? Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente? Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión? Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas. El Señor me respondió así: «Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acercará su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 9,8-9.10-11.12-13

R/. No abandonas, Señor, a los que te buscan

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud. R/.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan. R/.

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,14-20):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: «Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.»
Jesús contestó: «¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.» 
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. 
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Les contestó: «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra

Sábado de la XVIII semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Habacuc (חַבַקּוּק) es un profeta envuelto en bruma. Se supone que su nombre deriva del verbo hebreo חבק: abrazar, cruzarse de brazos, revolcarse; y que presumiblemente se refiere a la lucha de los combatientes («luchador»), en atención a que el profeta se queja ante el Señor y hasta le pide cuentas del violento rumbo de la historia, dado que Dios es puro y no tolera la maldad. Otra interpretación de su nombre lo remite al nombre asirio de una planta de jardín («hambakuku»), que podría ser la albahaca, o «menta acuática» de los árabes. Sobre su persona, nada dice el libro: ni su patronímico, ni su lugar de origen. Pero es claro que pronunció sus oráculos cuando decaía el Imperio Asirio y surgía el nuevo Imperio Babilónico. Estamos en el decenio 622-612.
Ha 1,12-2,4.
El libro comienza con una súplica que es a la vez reclamo de justicia a causa de las injusticias que provoca el surgimiento del nuevo imperio. Si el Señor es el Dios de la historia, el Imperio Asirio es el pescador que pesca pueblos, y el nuevo Imperio Babilónico es el águila rauda que se lanza contra su presa. El profeta mira a los caldeos como castigo a los asirios, pero como peligro para su pueblo, porque son una arrogante máquina de guerra desatada (cf. 1,2-11, omitido).
En tanto los paganos consideran que su poderío militar es su dios (cf. 1,11), el profeta se apoya en el Señor, el «Dios santo que no muere», y le pregunta si él, que es la «Roca» inconmovible, ha puesto a los caldeos a juzgar a los asirios, en vista de la violencia de ese «juicio» tan despiadado, en el que el juez se extralimita en su misión. Considera que, siendo el Señor «puro», no está de acuerdo con ese espectáculo de opresión, en donde el caldeo atropella también al inocente.
Describe la acción militar del asirio como la de un pescador que pesca hombres como se pescan peces «sin jefe», los «saca» (probable alusión a la deportación), los «apresa» (el sometimiento), los «reúne en el copo» (anexión a su reino), y se pavonea de sus conquistas, las cuales considera un favor de sus dioses, que son sus armas, a las cuales da culto. El profeta pregunta a Dios si se va a prolongar indefinidamente esta situación. Ambos imperios hacen derroche de crueldad.
En esa orgía de cólera, el profeta asume su tarea de «centinela» en espera de la manifestación del Señor, aguardando su respuesta al reclamo que él le formuló. Y la respuesta del Señor no tarda en llegarle. Es tan contundente esa respuesta, que, para que conste y tenga valor jurídico, deberá ser escrita, no solo hablada (cf. Is 8,1; 30,8).
La respuesta es una «visión», es decir, se trata de algo que concierne al momento, pero apunta al futuro de manera permanente, razón por la que hay que escribirla, para que la conozcan también las generaciones futuras. Es una «visión» de la historia con valor perenne. Al mismo tiempo que «tiene un plazo», puede ser que «se demore», porque ella tiende a su cumplimiento («jadea hacia la meta»), pero no es solo promesa de Dios, sino responsabilidad de hombres. Eso sí, la visión es infalible, y se puede esperar con toda confianza su cumplimiento. El contenido de la visión se formula de forma antitética en el v. 4 y se desarrolla en el v. 5, omitido por el leccionario.
La «visión» se formula lapidariamente así: «El ánimo ambicioso fracasará, el inocente, por fiarse, vivirá». Ella condensa el sentido de la vida y de la historia: todo proyecto basado en ambiciones de tipo egoísta está, por eso, condenado al fracaso; en cambio, todo proyecto justo, que se base en la propuesta del Señor, alcanzará, por eso, la mayor de las victorias: perdurar («vivirá»). Esto vale tanto para el proyecto individual como para el proyecto social, para el rey y su reino.
Esta «visión» la aduce Pablo para afirmar que la fe invierte el proceso, logrando que el condenado a la muerte por sus pecados pueda heredar la vida por la fe en Jesús (cf. Rm 1,17; Ga 3,11), y la carta a lo hebreos lo refiere al proyecto que adelanta la comunidad cristiana (10,38). Esa fe es la que crea comunión entre Jesús y el creyente, y entre los creyentes que anuncian el reino de Dios.
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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