Las voces que rompen el silencio de la cuarentena

Texto y video: Laura Toscano Monterroza, especial para sucrenoticias.com

Angeles

Entre finales de marzo y el amanecer de septiembre, cuando hubo cuarentena y muchas restricciones para la movilidad, muchos hicieron suyo, por deber y por poder, el famoso «#QuédateEnCasa». 


Otros, que debían pero no podían porque si lo hacían no subsistían, salieron y siempre vieron lo que otros no: cómo era la vida mientras el resto estaba confinado.

El trabajo fue más que un derecho durante la pandemia. Se convirtió en una necesidad y la ley fue solo un mínimo que si se le aplicaba a los más desfavorecidos se traducía en injusticia. 

Son las voces que rompieron el silencio de la cuarentena y que llevaron a las casas de muchos lo que esos muchos no podían ir a buscar. 

Y aunque los abundantes decibeles eran la molestia de algunos, en los hogares donde esas potentes voces son la cabeza, hubo pan en la mesa porque ellos no se callaron.

Detrás de cada uno hay historias de supervivencia, emprendimiento, resiliencia y empuje, el mismo con el que se levantan diariamente para poner a rodar sus carretas.

La alegría que invade cada centímetro de la calle 14 de Santiago de Tolú es indiscutible, estos hombres y mujeres preparan su mejor discurso para captar la atención de los vecinos, quienes, además de comprarles sus alimentos, piden que repitan sus propagandas.

No todos son vendedores ambulantes por tradición, solo Luz Marina Martínez y su hijo José Gabriel Martínez; Luis Alberto Villa y Manuela Cuadrado. Andy Velásquez, Alfredo Zabala y John Ángel Polanco son venezolanos y han tenido que enfrentar varias «pandemias», entre ellas y tal vez la más dura, dejar su país para sobrevivir en Colombia.

Rolando Osorio se reinventó al tener que cerrar su cevichería, históricamente ubicaba en la Avenida Primera.

Jose Fredy Aguilera, miembro de la Mesa Sucreña por la Paz, asegura que gran parte de la población económicamente activa vive del rebusque, no tiene ingreso fijo para sostener a su familia en medio de la pandemia, deben salir a ganar para comer y comprar los bienes básicos que requiere el hogar.

Esto es lo que hace John Ángel Polanco, otrora asalariado en su país de origen y que ante la problemática social arribó a Tolú, tierra natal de la familia de su esposa, en busca de oportunidades, hasta que la covid-19 golpeó, como ya le había ocurrido, su malograda economía.

Este vendedor de bananos tenía inicialmente una carretilla de verduras y alternaba con la venta de mangos y crispetas afuera de colegios, pero con la llegada de la pandemia sus ingresos decayeron y optó por un nuevo emprendiendo que, aunque no es suficiente, logra subsistir.

«Me vine de Venezuela con algunos ahorros y con eso monté mi negocio, pero con la pandemia me tocó gastarme todo y ahora me rebusco con la venta de bananos», relata.

Aguilera sostiene que, para que puedan cumplir con la cuarentena rígida, a los pobres deben asegurarles los alimentos, pago de arriendo, servicios públicos y atención en salud, «cosa que no sucedió porque el clientelismo y la corrupción le sacan de la mesa estos bienes y la gente debe salir a buscar formas de alcanzar ingresos para poder acceder a los bienes para la subsistencia».

Aguilera añade que la política pública gubernamental no es universal, que está focalizada en un sector de la población y que el ingreso solidario es pírrico e insuficiente y no cubre a toda la población necesitada, porque gran parte del ingreso está en los bancos porque no han localizado a los potenciales beneficiarios.

Para el líder, la solución a todos estos problemas está en la renta básica que asegure ingreso ciudadano por valor de un salario mínimo legal para todas las personas que están fuera de los circuitos económicos, viven de la informalidad y el rebusque.

Por eso considera que el Estado debe asumir una política social universal, para garantizar no solo que la gente cumpla con las medidas restrictivas, sino que, además, dinamice la economía, porque el mercado tiene liquidez en tanto se incrementa la demanda.

Estos vendedores seguirán, de seguro, alzando su pregón comercial para ganar honradamente lo que los mantiene vivos.

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