La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-viernes

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Viernes de la V semana del Tiempo Ordinario. Año I

Feria, color verde

La Palabra del día

Primera lectura

Lectura del Génesis (3,1-8):

 

LA serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer:
«Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer contestó a la serpiente:
«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios:
“No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La serpiente replicó a la mujer:
«No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió.
Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 31,1-2.5.6.7

 

R/. Dichoso el que está absuelto de su culpa

V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

V/. Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

V/. Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R/.

V/. Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31 37):

 

EN aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los
oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto

Viernes de la V semana del Tiempo Ordinario. Año I.

El escenario de la creación, hasta ahora planteado de modo tan positivo, suscita la pregunta por el origen del mal, y el autor la enfrenta en los mismos orígenes. Por eso se ha hablado de «pecado original», porque es la injusticia que está en el origen de todas. Mucho se ha discutido sobre el significado de la «serpiente», y la iconografía se ha solazado magnificándola; en muchas imágenes parece una anaconda, desconocida entre los orientales. Las interpretaciones sexuales han sido recurrentes, pero para nada convincentes.
Teniendo en cuenta que en hebreo la palabra «serpiente» (נָחָשׁ) se escribe y suena parecido a la palabra «vaticinio» (נַחַשׁ), y dado que ese juego de palabras es común en hebreo, es probable que el autor quiera enfrentar la palabra de Dios con el vaticinio del falso profeta de todos los tiempos, y por eso haya recurrido a este símbolo universal, de uso corriente en las religiones paganas y entre los adivinos y agoreros.

Gen 3,1-8.
El origen del mal se sitúa en la ruptura de la relación de confianza del hombre en Dios, que provoca la ruptura también de las relaciones humanas. Cuatro escenas sucesivas presentan este drama de la humanidad.
1. La serpiente.
Además de ser creatura, es descrita con tres rasgos: animal, astuta y parlante. Aparece en primer lugar el rasgo de la astucia. «Astuto» (עָרוּם) significa: artero, ladino, taimado, cauto, circunspecto. Puede ser una cualidad o un defecto. En segundo lugar, es «viviente», animal (הַיָּה), o sea, creación de Dios y objeto de la aprobación de su Creador. Por último, «habla», atributo que solo tienen Dios y los seres humanos, lo que indica que se trata de una realidad humana. En síntesis, es una entidad humana, creatura de Dios, capaz de ser cautelosa o seductora. La relación verbal cuasi homófona con «vaticinio» sugiere que se trata de una actividad humana que, con cierto ropaje supersticioso, induce al engaño. Entre los cananeos, la serpiente era símbolo de fertilidad (tal vez por eso se ha querido dar interpretación sexual a este relato, suponiendo ese influjo); en Egipto, sobre todo con alas («serafines»), era símbolo de fuerza política; en la célebre epopeya babilónica de Gilgamesh, ella le hurtó al héroe el árbol de la inmortalidad. El relato bíblico va por otro lado.
2. La tentación.
En efecto, su conversación con la mujer separa la pareja, y parte de una afirmación mentirosa: Dios no permite comer de los árboles del parque… Gramaticalmente, la frase queda en suspenso e inconclusa, pretendidamente ambigua. La mujer, por su parte, corrige la mentira añadiendo otra prohibición: de todos los árboles está permitido comer, excepto del que está en medio del jardín, el cual –según ella– no se puede «ni tocar», bajo amenaza de muerte. La intención de la afirmación de la serpiente es insinuar que Dios es un tirano. Y la respuesta de la mujer le abre la puerta. El siguiente embate de la serpiente va más allá: astutamente, trueca la muerte inevitable a consecuencia de comer del árbol (cf. Gen 2,17: «tendrás que morir») en una amenaza de muerte inmediata (cf. Gen 3,4: «¡ninguna pena de muerte!») y desmiente a Dios afirmando lo contrario: Comer de ese árbol abre los ojos (es decir, libera) y otorga la igualdad con Dios, porque obtiene arbitrio universal. Pueden desafiar a Dios comiendo del árbol y comprobar que no van a morir por eso. Presenta a Dios como tirano, para provocar la rivalidad con él.
3. La caída.
La mujer, seducida por el oráculo de la serpiente, cae en la tentación: lo que antes no le llamaba la atención ahora despierta su apetencia, deslumbra sus ojos, y hasta le parece útil para adquirir acierto o prosperidad. A diferencia de los otros árboles del parque, este permite el acceso a una perspicacia extraordinaria para lograr la felicidad. Después, toma el fruto, come del mismo y le ofrece a su marido, «que comió con ella». Son tres momentos distintos: sucumbir al influjo del engaño –lo cual altera la percepción y el juicio–, ejecutar la acción, y hacer cómplice a otro. La caída entraña un proceso que comienza por un trastorno inducido por medio de un «vaticinio», es decir, de un oráculo opuesto a la palabra de Dios; este «vaticinio» es causante de ese trastorno de la percepción y del juicio, y tal trastorno es el que legitima y justifica una acción que resulta dañina para quien la ejecuta y para su entorno, porque él se expande a través de las relaciones sociales. El anhelo de vida, libertad y felicidad termina siendo engañado y defraudado.
4. Las repercusiones.
Las consecuencias son inmediatas: sí se les abren los ojos, es decir, sí hacen uso de su libertad, pero, en vez de «ser como Dios», se descubren «desnudos», o sea, débiles, en vez de poderosos. De nuevo hay un juego de palabras: «ser astuto» (עָרַם) con «desnudo» (עָרֹם). Descubrieron el engaño del que fueron víctimas, y enseguida se esconden el uno del otro, porque se perdió la confianza entre ellos, ahora se sienten inseguros. Dios ha sido cercano a ellos, pero también su intimidad con él se trastorna, por eso se esconden de él. Oyen la «voz» (קוֹל: que sí transmite la palabra) de Dios que se pasea por el jardín al «viento» (רוּחַ: espíritu) del día, « viento» que es el medio vital en el que Dios se encuentra con el ser humano; pero la palabra de Dios y su aliento vital ya no les son familiares, ya no viven en la atmósfera de intimidad con él, porque se rompió también su relación con Dios, y él les resulta extraño y hasta temible.

El origen del mal está planteado desde una perspectiva profética. Por no dar crédito a la voz de Dios y dárselo, en cambio, al oráculo del falso profeta («vaticinio»), el ser humano rompe sus relaciones de solidaridad y su relación de intimidad con Dios. Ese oráculo presenta a Dios como un tirano, pero le propone al hombre emularlo y arrebatarle el mando; no deslegitima la tiranía, sino que propone invertirla. En la raíz del mal están, pues, la mentira, que engaña, y la violencia, que se rompe las relaciones armónicas.
Y así sigue siendo. El cambio de alianza no ha cambiado la naturaleza del pecado, aunque sí su percepción desde la perspectiva de Dios. Jesús nos revela al Padre que mira el pecado como un fracaso del ser humano que causa sufrimiento al pecador y a la sociedad humana. Nuestro pecado sigue los mismos pasos: falta de confianza en la palabra de Dios, confianza dada a las palabras engañosas, percepción desvirtuada de la realidad de las cosas, juicio desacertado por ofuscación de la mente, contagio del mal por imitación o por complicidad, y experiencia de frustración.
El Señor nos reúne para curarnos con su palabra y con la fuerza de su Espíritu. En el sacramento de la eucaristía nos brinda ambos remedios para el peor de nuestros males.
Feliz viernes.

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