La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-lunes

Angeles

(Contenido facilitado www.diocesisdesincelejo.org)

La Palabra del día

Lunes de la VI semana del Tiempo Ordinario. Año I

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (4,1-15.25):

EL hombre conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo:
«He adquirido un hombre con la ayuda del Señor».
Después dio a luz a Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo.
Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas.
El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido.
El Señor dijo a Caín:
«Por qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo».
Caín dijo a su hermano Abel:
«Vamos al campo».
Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
El Señor dijo a Caín:
«Dónde está Abel, tu hermano?».
Respondió Caín:
«No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?».
El Señor le replicó:
«¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo.
Por eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano.
Cuando cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la tierra».
Caín contestó al Señor:
«Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará».
El Señor le dijo:
«El que mate a Caín lo pagará siete veces».
Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase.
Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo:
«Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49,1.8.16bc-17.20-21

R/.
 Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza

V/. El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí. R/.

V/. ¿Por qué recitas mis preceptos,
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.

V/. Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara». R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13):

EN aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor

La reflexión del padre Adalberto
 
Lunes de la VI semana del Tiempo Ordinario. Año I.
 
El mal avanza, y de la pareja se transmite ahora a su descendencia. Así como dividió la pareja, ahora divide la descendencia. No solo desgarra la unidad conyugal creada por Dios, sino también la comunidad fraternal nacida de aquella.
 
Este relato, según los especialistas, es la trasposición a los orígenes de uno anterior que narraba el origen de los quenitas (cf. Jc 4,11.17); o que, también, es una exaltación de la vida seminómada (Abel) en oposición a la vida agrícola (Caín), dos culturas con intereses en pugna, como aparece en los conflictos entre cananeos y madianitas (cf. Jc 6ss). La trasposición le da al mensaje del relato un alcance universal, aunque presente anacronismos. En efecto, supone el desarrollo de la civilización, la existencia de quienes puedan matar y vengar a Caín, y la mujer con la que este se casa (cf. Gen 4,17). Pero el mensaje es claro: el alejamiento del hombre con respecto de Dios produce la ruptura de las relaciones humanas.
 
Gen 4,1-15.25.
El relato avanza linealmente y describe con economía de rasgos el origen de los dos hermanos y sus diferencias, su diversa relación con el Señor y las consecuencias de la misma, la actitud de Caín y sus consecuencias, el asesinato de Abel y la reacción del Señor, el reconocimiento de culpa por parte de Caín y la reacción del Señor. Se añade, como conclusión, el v. 25, que da cuenta del nacimiento de Set.
 
1. Los dos hermanos.
De acuerdo con lo previsto, la lucha de la mujer contra la serpiente se concreta en la transmisión de la vida. Adán se une a Eva, ella concibe, da a luz a Caín y explica la razón de ser de dicho nombre: un antiguo verbo semítico, que significaba «procrear» (קָנָה), y, posteriormente: comprar, adquirir, poseer. Enseguida se narra el nacimiento de Abel (הָבֶל, de הֶבֶל: suspiro, soplo), nombre que connota un cierto rasgo de fugacidad.
 
2. La relación con Dios.
Abel se hace pastor de ovejas y Caín se dedica a la labranza. Ambos pretenden dar culto al Señor con el producto de su trabajo. No se explica por qué el Señor se fija con preferencia «en Abel y su ofrenda» en relación con «Caín y su ofrenda». Pero, si se tiene en cuenta el supuesto origen del relato y la historia misma de Israel, puede conjeturarse que, en la mente del autor final, Abel encarna la época seminómada del pueblo, cuando Dios lo sacó de Egipto e hizo alianza con él, en tanto que Caín encarna la época sedentaria, ya en la tierra prometida, en donde el pueblo se dejó arrastrar a la idolatría. Y esa sería una buena explicación de la rivalidad, la que parece aducir la carta a los hebreos (cf. Heb 11,4).
 
Dios le habla a Caín. Los especialistas ponderan las dificultades para traducir el v. 7, y relacionan el verbo traducido «agazapado», «al acecho» (רֹבֵץ) –referido al pecado–, con el demonio asirio-babilónico llamado «Rabitsú» (רַבִיצוּ), lo cual daría idea del odio asesino de Caín a Abel, odio que está asociado con la idolatría (cf. Sal 106,36-37), y que Caín podría dominar.
 
3. El fratricidio.
El texto hebreo original dice que Caín le habló a su hermano y que, estando en el campo, «se abalanzó Caín sobre su hermano Abel y lo mató». Sin detalles, apenas dando cuenta de la acción sorpresiva y letal, contrastada con su condición de hermanos, constata el relato la comisión del fratricidio.
 
4. La reacción del Señor.
El Señor pregunta otra vez «¿dónde?» (cf. Gen 3,9). La primera vez preguntó al hombre por sí mismo; la segunda, a Caín por su hermano. La insolente respuesta de Caín da cuenta de la grave ruptura que se ha dado entre él y Dios a causa de su injusticia. Aunque reconoce a Abel como su hermano, niega toda responsabilidad en relación con él. La sangre es la vida (cf. Gen 9,4-5); derramar la sangre del hermano es un crimen inconcebible e inadmisible (cf. Gen 37,26-27). La sangre derramada de Abel grita ante Dios, que es el único Señor de la vida humana. El terreno, ligado al ser humano en su origen y en su misión, maldice a Caín negándole sus frutos y todo reposo permanente: su destino será vagar errante por la tierra, como nómada, como Abel.
 
5. La admisión de la culpa.
La denuncia del Señor lleva a Caín a reconocer la insoportable gravedad de su culpa (עֲוֹן), que es también su castigo. A la ruptura con Dios, lejos de su presencia, a la maldición de la tierra, y a su vida de errante vagabundo se le añade el temor de ser él también asesinado. Pero no expresa arrepentimiento alguno.
 
6. Reacción del Señor.
El Señor niega fundamento al temor de Caín. La protección de la vida de Caín se garantiza por una marca, que lo caracteriza como miembro de una tribu, que sería la encargada de vengarlo ferozmente («siete veces»). El versículo se refiere a la venganza tribal de sangre, que disuadía a las tribus del desierto a matar de manera indiscriminada, por temor a la venganza por parte de la tribu de origen o del clan del muerto. Es una manera de explicar la sobrevivencia de Caín y la tolerancia del Señor. La pena de muerte prolongaría la obra de la serpiente.
 
7. Conclusión.
Adán y su mujer tienen un nuevo hijo, que su madre llama Set (שֵׁת), porque él va a establecer (שׁית) una nueva descendencia. Caín sobrevivirá, pero la línea de Abel no se va a perder. Set fue padre de Enós, «el primero que invocó el nombre del Señor» (Gen 4,26).
 
El mal, ciertamente, avanza, pero la muerte que introdujo la serpiente, aunque ha herido en el talón a la humanidad, no prevalecerá; según la promesa, el linaje de la mujer le aplastará la cabeza a la serpiente y destruirá el poder de la muerte.
 
Los cristianos reconocemos cumplida esa promesa en la resurrección de Jesús, el Mesías; damos gracias porque, por la fe en Jesús Mesías, hemos sido hechos partícipes de ese cumplimiento, y celebramos diariamente ese triunfo en la celebración de la eucaristía, comiendo el pan de vida eterna, y esperando nuestro turno de vencer la muerte en solidaridad con Jesús, por la fuerza de su Espíritu.
Feliz lunes.

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