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Lunes de la IV semana del Tiempo Ordinario. Año I
Feria, color verde
La Palabra del día
Primera lectura
HERMANOS:
¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos.
Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra.
Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en en Señor
V/. Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para los que te temen,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.
V/. En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R/.
V/. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada. R/.
V/. Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba. R/.
V/. Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios los paga con creces. R/.
Evangelio
EN aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?
Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó:
«Cómo te llamas?».
Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Palabra del Señor
La reflexión del padre Adalberto
Lunes de la IV semana del Tiempo Ordinario. Año I.
Concluye aquí el capítulo 11, conclusión que se puede esquematizar en tres partes, pero, mirando más atentamente la central, esta se puede desdoblar en dos.
1. Breve introducción (v. 32a)
2. Personajes ilustres de Israel I (vv. 32b-35a)
3. Personajes ilustres de Israel II (vv. 35b-38)
4. Conclusión general (vv. 39-40).
Constituye un cuadro de conjunto de hombres y mujeres de fe e israelitas fieles, pero no se limita a ellos; el autor piensa en los cristianos del presente y se abre al futuro y definitivo cumplimiento de la promesa de Dios.
Heb 11,32-40.
La revista de los grandes testigos de la fe ha tenido como objetivo avivar la fe que muestra señales de fatiga y está amenazada de deserción. Para eso, el autor mostró que los actores insignes de la historia del pueblo de Israel fueron firmes creyentes, y lo demostraron superando la prueba del sufrimiento. Mayor firmeza se puede esperar cuando el sufrimiento es menor.
1. Breve introducción.
El autor decide poner fin a su larga exposición con una nota resumida que abarque en síntesis lo que resta, y hace una pregunta retórica («¿Qué más quieren que les diga?») con la cual pretende ponderar que seguir sería tarea de nunca acabar.
2. Personajes ilustres de Israel I.
No es claro a quiénes se refiere cuando habla de que «con su fe subyugaron reinos, administraron justicia, consiguieron promesas…». Podría pensarse que esas afirmaciones iniciales respecto de los logros de los hombres de fe constituyan notas generales de todos ellos, notas que estimulan a pensar que la fe vence todos los obstáculos. Así, tras hacer la afirmación general, las menciones nominales ilustrarían la verdad de esa afirmación y darían cabida a las alusiones genéricas.
Una ojeada a la historia de los personajes de los jueces y los reyes, sin omitir a los dos profetas coetáneos de los primeros reyes, Elías y Eliseo (cf. 1Rey 17,23; 2Rey 4,36 con Heb 11,35a), pasa por datos que aluden al profeta Daniel (cf. Dan 6,23; 3,23-25 con Heb 11,33b); quizás en la referencia a que «administraron justicia» (Heb 11,33a) piensa en Gedeón, Barac, Jefté y Sansón (cf. 1Sam 12,11), o en David (cf. 2Sam 8,15), y que con el «vigor tras la debilidad» (cf. Hb 11,34c con Jc 15,17-20) aluda a la vida de Sansón (Jc 16). Todas estas acciones son fruto de la fe de sus protagonistas (cf. Heb 11,33a). Es como si el autor quisiera dar una clave de lectura de toda la Escritura para que cada lector deduzca en qué medida cada uno de sus personajes ha mostrado una fe firme como la que él ha presentado desde el principio de esta exposición (cf. Heb 11,1).
3. Personajes ilustres de Israel II.
La fe es, ciertamente, triunfal, aunque no triunfalista. Los ejemplos anteriores dejan ver su faceta triunfal, en el sentido de que los hombres de fe, con su persuasión y su certeza, desafiaron las circunstancias inmediatas en vista de la meta futura. Pero ahora muestra la reciedumbre que da la fe y la constancia en el testimonio frente a la adversidad y la muerte violenta. Como se trata de una visión resumida, no aporta nombres, pero el avezado lector de la Biblia percibe que los vv. 35b-36 aluden a la muerte martirial de Eleazar y de los siete hermanos y su madre (cf. 2Mac 6,18-7,42); la lapidación parece referirse a la muerte de Zacarías (2Cro 24,21); el aserramiento se refiere a la forma como según la tradición se hablaba de la muerte de Isaías (cf. Martirio de Isaías, capítulo 5); la muerte de profetas a espada alude a la ira de Ajab y Jezabel en contra de todos los profetas del Señor (cf. 1Rey 19,10). Las noticias sobre las andanzas de fugitivos errantes pueden referirse tanto a Elías (2Rey 1,8; 1Rey 17,2; 18,4; 19,8) como a sucesos acaecidos en la época de los Macabeos (cf. 1Mac 2,29ss; 2Mac 5,27). No obstante, los malos tratos de los que ellos fueron víctimas denuncian la inhumanidad del mundo que los hizo padecer. En el fondo, «el mundo no se los merecía». Los hombres de fe no solo mostraron una admirable estatura humana, sino que dejaron al descubierto la mezquindad del mundo que los rechazó.
4. Conclusión general.
Vuelve la mirada atrás para ratificar que, por la fe, «declaró Dios su aprobación a los antiguos» (Heb 1,2). Pero ahora quiere aclarar algo: por qué, si fueron gratos a Dios, no alcanzaron aquellos hombres de fe el cumplimiento de la promesa. Su respuesta sorprende: no fue por ellos mismos, que fueron indudablemente agradables a Dios, sino por nosotros. Dios quiso que ellos esperaran por nosotros, porque «preparó algo mejor» (Heb 11,40) para «esta etapa final» (cf. Heb 1,2), y quiso que ellos lograran eso «mejor» junto con nosotros.
La historia de la fe es un camino que hombres y mujeres, con la mirada iluminada por Dios, son capaces de ver más allá de donde alcanzarían a ver los otros, y, por eso, están determinados a alcanzar ese remoto horizonte superando límites y enfrentado las más feroces oposiciones. La fe es «salida» (éxodo), desde Abraham en adelante, es búsqueda de la realización de una promesa de Dios con la certeza absoluta de que dicha realización desbordará nuestras expectativas; es seguimiento de Jesús, e implica un movimiento siempre hacia adelante, hacia la propia plenitud, venciendo óbices y resistencias, que inspira y alimenta un ilimitado espíritu de superación. Es como una peregrinación, de insoslayable carácter comunitario, donde todos vamos con todos, y donde aprendemos a esperarnos los unos a los otros, porque queremos llegar completos y juntos. No han esperado en vano los antiguos, como tampoco en vano esperamos nosotros cuando nos negamos a dejar tirados en el camino a los nuestros.
La celebración de la eucaristía es nuestro «maná», verdadero pan de vida, que nos da fuerzas para avanzar en ese éxodo de la fe hasta lograr la meta tan a anhelada.
Feliz lunes.
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