Las medidas inminentes en Colombia por la presencia del coronavirus llegaron. Sucre y su capital Sincelejo no escapan a ellas.
El gobernador de Sucre fue el primero en pronunciarse y caída la tarde de este lunes 16 de marzo lo hizo el alcalde de Sincelejo.
Las medidas son obligatorias. Estamos en el deber de acatarlas no solo por ser ciudadanos, sino por ser humanitarios y evitar el contagio y las muertes.
Toda vida humana vale, sin excepción. Todos somos sujetos de dignidad y merecemos del otro un mínimo de humanidad y acoger dichas medidas es hoy ese mínimo.
Entre otras realidades que se han pronunciado está la Iglesia católica, que propuso a la ciudadanía en general, y a los fieles en particular, dar muestras de «solidaridad humana» y de «caridad cristiana» obedeciendo las recomendaciones y órdenes sanitarias de las autoridades civiles.
Hay medidas drásticas, como la restricción del parrillero y el toque de queda. La primera en todo Sucre, la segunda en Sincelejo (hasta el momento de escrito este editorial). Repetimos, son necesarias y no hay duda que de que convienen.
Pero el coronavirus (Covid-19) es una ocasión muy propicia para pensar, desde nuestras relativas comodidades, en quienes no conocen de decretos ni de anuncios oficiales: los pobres.
Si hay quienes estén expuestos a un sufrimiento mayor son ellos, carentes, muchos, de techo, hogar, alimento, vestido, transporte, agua potable para lavarse las manos, servicios salud, entre otros medios básicos.
¿Cuál es nuestra responsabilidad en los padecimientos de ellos? No hay una sola respuesta, pero sí es preciso decir que todos, en mayor o en menor medida, somos partícipes de un sistema excluyente, en el que todavía hay marginados, como no debe ser.
Las autoridades hacen lo correcto en decretar medidas, pero les recordamos que, muchas de ellas, porque no son todas, forman parte de casas políticas que han manejado los hilos de este departamento con prácticas corruptas que generan pobreza y violencia.
Esas conductas, la mayoría con implicaciones criminales, refrendadas en las urnas por quienes venden el voto o no estudian con seriedad las propuestas de gobierno, nos muestran hoy el resultado: ante una pandemia como esta está patente que unos están en desventaja total o parcial porque no tienen los mínimos para afrontarla. ¡No se los hemos otorgado!
Y seguirán estándolo mientras no transformemos nuestra conciencia, mientras no pensemos en colectivo cuando actuemos, olvidando que hacemos parte de un todo, de una sociedad. Desde las acciones más cotidianas, como el trato al otro, hasta escenarios tan importantes como las elecciones, la mayor implicación de nuestra expresión desde lo individual.
Esperamos que los gobernantes actuales — y nos referimos a aquellos que tengan por ‘principio’ el lucro individual, o sea, el robo de los recursos públicos– también reaccionen con verdadera sinceridad y rectifiquen su equivocado camino que hoy nos pasa una gran factura social con valores nunca antes vistos.
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