La Palabra del día y la reflexión del padre Adalberto-jueves

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Palabra del día

Jueves de la XXVII semana del Tiempo Ordinario. Año II

San Juan XXIII, papa

Feria o memoria libre. Color verde o blanco

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,1-5):

¡Insensatos gálatas! ¿Quién os ha embrujado? ¡Y pensar que ante vuestros ojos presentamos la figura de Jesucristo en la cruz! Contestadme a una sola pregunta: ¿recibisteis el Espíritu por observar la ley o por haber respondido a la fe? ¿Tan estúpidos sois? ¡Empezasteis por el espíritu para terminar con la carne! ¡Tantas magníficas experiencias en vano! Si es que han sido en vano. Vamos a ver: Cuando Dios os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿por qué lo hace? ¿Porque observáis la ley o porque respondéis a la fe?

Palabra de Dios

Salmo

Lc 1,69-70.71-72.73-75

R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado a su pueblo

Nos ha suscitado una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R/.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento
que juró a nuestro padre Abrahán. R/.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,5-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

Palabra del Señor


Reflexión del día

Jueves de la XXVII semana del Tiempo Ordinario. Año II.
En los capítulos 3 y 4 Pablo pasa a demostrar su afirmación con argumentos de la Escritura, haciendo uso del estilo rabínico de su época. En los versículos iniciales (3,1-5), que le sirven de introducción enuncia de forma polémica el problema central de la carta, la rehabilitación del ser humano por la fe y no por la observancia de la Ley. La forma como procede nos puede parecer extraña, hasta agresiva, pero, en el fondo, él apela a la experiencia de los gálatas, convertidos a la fe por su predicación. Hay que suponer como trasfondo de su argumentación dicha predicación, que se resume en el mensaje de la liberación del pecado («redención») y el don gratuito de la nueva vida («salvación») por la muerte y la resurrección del Mesías Jesús.
Gal 3,1-5.
Pablo apostrofa a los gálatas con vehemencia. Al llamarlos «estúpidos» no usa este término en forma insultante, como actualmente, sino descriptiva: su proceder es insensato, como de gente inexperta e ingenua. De igual forma, el verbo «embrujar» no significa que Pablo crea en brujerías, sino que considera tan irracional lo que hacen los gálatas como lo que piensan los que creen en brujerías. Su conducta ingenua e irracional los ha llevado a aceptar creencias que contradicen la fe que le dieron a Jesús como Mesías. Y no es para menos: ellos aceptaron como Señor a Jesús, condenado a muerte de cruz por los defensores de la Ley, o sea, rechazado como un maldito de Dios, y ahora se someten a esa Ley en cuyo nombre crucificaron a Jesús: se están aliando con los verdugos de su Señor dejándose convencer de que solo así le reciben la salvación.
El apóstol va a mostrar que esa actitud ingenua e irracional es insostenible. Apela a la experiencia de los gálatas, a la Ley, que da testimonio de que la salvación solo depende de la fe, y al designio de Dios, que destino al hombre a ser su hijo, no a permanecer esclavo.
Y les propone un interrogatorio implacable en el que confronta la experiencia de los gálatas con las doctrinas que ingenuamente han estado admitiendo:
• El Espíritu Santo, que les produjo la experiencia del amor universal, gratuito y fiel del Padre y la experiencia de alegría y libertad interior, no lo recibieron por la observancia de la Ley (Pablo no los indujo a ello) sino por haber escuchado con fe el mensaje que él les anunció. Necesitarían ser muy ingenuos para no acordarse de esto, puesto que así conocieron al verdadero Dios. Ellos son testigos de la eficacia de la nueva alianza, porque en ella fueron iniciados por él.
• El don del Espíritu lo recibieron por la fe interior y por la profesión exterior de la misma fe mediante el bautismo, no por la circuncisión (Pablo no se las exigió) ni por cualesquiera otros ritos judíos («la materia»), que ahora les reclaman los predicadores de la Ley. La oposición de «espíritu» y «materia» se refiere al «culto auténtico» (cf. Rm 12,1), en oposición al culto ritual. El Espíritu Santo los conduce a la madurez de la fe cristiana, no a la inmadurez de la religión.
• Las magníficas experiencias que han tenido gracias a la acción del Espíritu Santo, experiencias que él resume en el término «prodigios» (δυνάμεις: acciones netamente liberadoras, expresión del nuevo éxodo), son fruto de una opción de vida, no de la superstición puesta en la eficacia de unos ritos «efectivos». Esas acciones de Dios no se deben a la observancia de los mandamientos de la Ley, sino a la escucha de la fe. Nada de eso debería ser banalizado.
Pablo manifiesta decepción por la conducta de los gálatas. Los consideraba más maduros, más adultos, pero ellos muestran un comportamiento infantil, tonto. Han abandonado a la fe para regresar a la religión y a la superstición. Las experiencias del Espíritu, su acción en la convivencia comunitaria, permitían esperar más de parte de los miembros de las comunidades de Galacia. La privación de la gracia, a los ojos de Dios, es peor que no haberla recibido.
No obstante, Pablo deja entrever que abriga la confianza en que todo eso no fue en vano, como lo va a explicitar más adelante (cf. Gal 5,10). Seguramente, esta salvedad («suponiendo que hayan sido en vano») se basa en la confianza que él tiene en la eficacia de la gracia de y también en la fidelidad de Dios, en el conocimiento que tiene de las comunidades, y en la obra que realizó él mismo. Por eso les escribe para exhortarlos, aunque con vehemencia, también con amor.
Aunque pudiera parecer extraño, el final del siglo XX y los comienzos del siglo XXI han estado caracterizados por un cierto retorno de los brujos. Creencias supersticiosas están a la orden del día, y se han infiltrado en las iglesias a través de predicadores no suficientemente evangelizados, quienes se las transmiten a los fieles en una forma de sincretismo que, asombrosamente, hacen carrera en medios eclesiales que se consideraban maduros en la fe. La invectiva de Pablo a los gálatas debe poner a reflexionar a muchas personas y comunidades que han cambiado el Espíritu por conjuros, ritos, talismanes, amuletos etc., denominados con otros nombres, quizá por pudor, pero que son verdaderas prácticas supersticiosas. Poca es la diferencia que hay entre ciertos (así llamados) libros de oraciones «efectivas» y los libros de fórmulas para producir este o aquel efecto «por arte de magia».
El cristiano necesita perderle el miedo a la brujería, la magia, la hechicería… en general, a la superstición. No tiene por qué temerle a lo que carece de realidad. Tampoco puede recurrir a esa mentalidad para explicar o vivir su fe, porque eso sería absurdo. La fe está en las antípodas de la superstición. Por esa razón, la comunión eucarística no puede asumirse con la mentalidad de «aseguranza» supersticiosa contra el mal, sino como verdadero compromiso personal de fe para vivir y convivir al modo de Jesús, animados por su Espíritu.
Feliz jueves eucarístico y vocacional.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

Comentarios en Facebook

Deja una respuesta

Ingresa tu comentario
Por favor, ingrese su nombre aquí