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Palabra del día
Viernes de la XXVI semana del Tiempo Ordinario. Año II
Feria, color verde
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Primera lectura
Job 38:1, 12-21; 40:3-5
1 Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:
12 ¿Has mandado, una vez en tu vida, a la mañana, has asignado a la aurora su lugar,
13 para que agarre a la tierra por los bordes y de ella sacuda a los malvados?
14 Ella se trueca en arcilla de sello, se tiñe lo mismo que un vestido.
15 Se quita entonces su luz a los malvados, y queda roto el brazo que se alzaba.
16 ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar? ¿has circulado por el fondo del Abismo?
17 ¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿has visto las puertas del país de la Sombra?
18 ¿Has calculado las anchuras de la tierra? Cuenta, si es que sabes, todo esto.
19 ¿Por dónde se va a la morada de la luz? y las tinieblas, ¿dónde tienen su sitio?,
20 para que puedas llevarlas a su término, guiarlas por los senderos de su casa.
21 Si lo sabes, ¡es que ya habías nacido entonces, y bien larga es la cuenta de tus días!
3 Y Job respondió a Yahveh:
4 ¡He hablado a la ligera: ¿qué voy a responder? Me taparé la boca con mi mano.
5 Hablé una vez…, no he de repetir; dos veces…, ya no insistiré.
Salmo responsorial
Salmo 139:1-3, 7-10, 13-14
1 Del maestro de coro. De David. Salmo. Yahveh, tú me escrutas y conoces;
2 sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mi pensamiento calas desde lejos;
3 esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas.
7 ¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir?
8 Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras.
9 Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar,
10 también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende.
13 Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre;
14 yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente,
Evangelio
Lucas 10:13-16
13 «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido.
14 Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras.
15 Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!
16 «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»
Reflexión de la Palabra
Viernes de la XXVI semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Definitivamente, Job se ha atrevido a mucho. Afirmó su inocencia y desafió a Dios a demostrarle que era culpable. Ahora, ante la imposibilidad de un acuerdo entre Job y sus amigos, interviene Dios. Los amigos esperan que Dios los respalde a ellos y condene la osadía de Job, quien espera que Dios admita y declare la inocencia de su contrincante. La salida que el autor del libro propone resulta sorprendente.
Según la expectativa de los amigos de Job, la respuesta de Dios ha de ser fulminante, que reduzca a Job a un silencio humillante. El círculo de allegados a Job –su familia y sus vecinos– aparece indiferente, como si el destino de su pariente ya estuviera inobjetablemente decidido. El público (lectores del libro, espectadores del drama) oscila entre el rechazo de los argumentos de Elifaz, Bildad y Sofar y la simpatía por Job, por un lado, y el respeto Dios y la solidaridad con Job. Los modernos lectores, los cristianos entre ellos, alaban, vituperan, objetan esta salida, la cual queda siempre abierta, porque el problema que el libro aborda sigue atormentando a todos.
Job 38,1.12-21; 40,3-5.
Job había pedido la respuesta de parte de Dios: «¡Que responda el Todopoderoso!» (Job 31,35). «Entonces el Señor respondió a Job desde la tormenta» (Job 38,1).
El planteamiento de los amigos de Job era la concepción tradicional de la retribución en todas (tres) sus formas posibles. Según esa doctrina, si Job sufre es porque está siendo castigado, y si está siendo castigado es porque es culpable de pecado. La única escapatoria que le queda está en reconocer («confesar») su pecado y pedirle perdón al Dios que lo castiga. Pero Dios no acusa a Job de pecado, sino que le hace ver su ignorancia y su osadía. De todos modos, Job pidió «ver» a Dios, en el sentido de encontrarse cara a cara con él, lo cual implicaba la admisión a presentarse ante Dios, cosa que solo se les concede a los justos.
La respuesta de Dios consiste en un prolongado e implacable cuestionario para el cual Job no tiene respuestas, aunque dicho interrogatorio se basa en asuntos del cosmos y del mundo animal. Con metáforas grandiosas y sugestivas en extremo, describe la creación y sus fenómenos, hechos ante los cuales el conocimiento de Job se queda en pañales, mientras que la sabiduría de Dios se mueve a sus anchas, como entre dóciles o domeñadas criaturas. Como un alto en el cuestionario, el v. 21 es un mordaz sarcasmo: «Lo sabrás, pues ya habías nacido entonces, y has cumplido tantísimos años». Y se reanuda el implacable interrogatorio hasta el final del capítulo 39.
Los argumentos tradicionales esgrimidos por sus amigos, no lo convencían, no porque fueran tradicionales, sino porque no se aplicaban a su realidad, por eso Job pidió hablar con Dios. Esto es lo segundo que se le concedió. Job insistía en su inocencia de palabra y de obra. Dios no hace reproche alguno a sus obras, pero no lo absuelve del todo con respecto de sus palabras. Además, Job decía que su inocencia implicaba la culpa de Dios, y Dios lo declara inocente, pero no declara que él, Dios, sea culpable.
Por último, Job pedía que Dios le diera una tregua, un instante de alegría antes de su muerte (cf. 10,20; 16), y el interrogatorio que Dios le hace, sin intimidaciones ni violencia, le hace sentir un Dios condescendiente, aunque esté por encima de él, como una tregua que le permite comprobar que el diálogo no solo genera comunicación, sino también cercanía. Todavía no pronuncia Dios palabras de consuelo.
En el capítulo 40, después de tan exhaustivo cuestionario, Dios le cede la palabra a Job, y este reconoce su pequeñez delante de Dios y decide guardar silencio para escuchar. Los vv. 1-5 dan una mirada retrospectiva. Y Dios prosigue preguntándole si se siente capaz de mostrar un brazo tan potente como el suyo, que domeña los más fieros y fuertes animales. Job guarda silencio delante de Dios, como queriendo dar por terminado el careo, pero Dios insiste. Ahora lo desafía: «Si eres hombre, cíñete los lomos». Al cambiarle Dios el planteamiento, Job quiere abandonar la discusión («…no insistiré»: 40,5), pero Dios todavía tiene algo más que decir. Y entonces Dios lo desafía a gobernar el mundo mejor que lo que él lo hace.
Hay que destacar que Job logró lo que buscaba: que Dios le respondiera. Al mismo tiempo, hay que reconocer que Job, como él mismo admite, hablaba de algo que lo sobrepasaba. El autor afirma la sabiduría y la potencia de Dios; con lo cual deja dicho que lo que sucede no es tan absurdo como parece, y que los acontecimientos no se la han salido de las manos. Esto lleva a Job a una escucha más atenta, de la cual va a surgir la conclusión que se escuchará en su respuesta definitiva a Dios.
No hay problema en que el ser humano interrogue a Dios preguntándole por el sentido de su vida y de su convivencia, por el valor de sus trabajos y de sus luchas, por la razón de ser de su dolor y de sus sufrimientos. Esa es una conversación (oración) en la cual el ser humano aprende a ser hombre y a no jugar a ser Dios, pero no de forma humillante, sino de tal modo que crece humanamente y crece su conocimiento de Dios. Esta búsqueda de sentido es más exitosa cuando está guiada por el Espíritu de Dios, el cual se da profusamente a los seguidores de Jesús, el Hijo del Hombre. Por mucho que ya el ser humano sepa responder las preguntas sobre el cosmos y sobre la vida vegetal y animal, sigue siendo un enigma para sí mismo, y sus capitales preguntas siguen sin respuestas satisfactorias (cf. GS 10).
En Jesucristo encontramos respuestas inéditas, y los que las encontramos asumimos con gozo la misión de compartirlas con los demás para humanizar el mundo.
Feliz viernes.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro.
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page