La Palabra y la reflexión del día-19 de septiembre

Foto: Pixabay.
Angeles

(Contenido facilitado por www.diocesisdesincelejo.org)

Miércoles de la XXIV semana del Tiempo Ordinario. Año II

San Jenaro, obispo y mártir. Memoria libre

Colores rojo o verde

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,31–13,13):

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 32

R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,31-35):

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.» Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores.» Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»

Palabra del Señor


Reflexión de la Palabra

Miércoles de la XXIV semana del Tiempo Ordinario. Año II.
Pablo hace una velada valoración a la excesiva importancia que en la iglesia local de Corinto se le otorgaba al don de lenguas. Después de subordinarlo a los dones que edifican y robustecen la Iglesia, ahora pasa a subordinarlos todos al amor, que es el más valioso de todos. El amor es don porque procede de Dios: el ser humano ama como respuesta, no como iniciativa; ama porque se siente amado. Quien no ha vivido la experiencia de ser amado carece de la posibilidad de amar.
1Co 12,31-13,13.
Entre los dones al servicio de la comunidad y al servicio de la misión, el amor es «un camino excepcional» (ὑπερβολή ὁδός) para ambos servicios. Pablo lo contrapone a las lenguas (γλόσσαι: 12,28), a los profetas (προφήται: 12,28) y a las obras de asistencia (ἀντίλεμψεις: 12,28).
Primero, establece que sin el amor fraterno:
• Las lenguas de «los hombres» (los idiomas) y de «los ángeles» (los mensajes del cielo) no pasan de ser ruido y discordancia.
• La profecía, la comprensión inteligente de los secretos divinos y la fe más eficiente, no califican al creyente («no soy nada»).
• La generosidad ilimitada y la entrega de sí mismo hasta la muerte resultan inútiles para quien las practica («de nada me sirve»).
Enseguida, describe el amor enumerando quince rasgos suyos:
• Los dos primeros son afirmativos: es paciente y es afable.
• Los ocho siguientes, negativos: no envidia, no se jacta, no se engríe, no es grosero, no es egoísta, no se exaspera, no lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia.
• Los cinco siguientes son afirmativos: simpatiza con la verdad, disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre.
En lo que afirma, el amor procura dar vida a los demás; en lo que niega, elimina las causas del egoísmo, de la división y de la exclusión. El amor cristiano, por su carácter definitivo, es factor de crecimiento y maduración para el ser humano. Los egoísmos, las divisiones y las exclusiones son niñerías que se quedan en el pasado cuando uno sigue este «camino excepcional».
Los dones del Espíritu, en su diversidad y multiplicidad, son útiles para mantener la cohesión de la comunidad por el servicio fraterno, y para animar la misión por el servicio liberador y salvador a la humanidad. Pero, en la vida futura, ya no será así. Entonces, el amor prevalecerá, la fe habrá logrado definitivamente su cometido (la comunión del ser humano con Dios), y la esperanza habrá colmado su anhelo (la plenitud de la vida, la condición perpetua de hijos de Dios).
Cuando se cumpla la carrera de esta vida, el creyente será juzgado por su capacidad de poner sus talentos o dones al servicio de los demás, por su capacidad de darse, de administrar lo que recibió en función de una mejor vida para los demás. Al entrar en el reino del Padre y participar del gozo del Señor, el discípulo-hijo ya no recibirá unos dones: el Señor le confiará todos sus bienes, la plenitud del Espíritu, porque fue fiel en lo poco, y pasará a administrar lo mucho en beneficio de toda la humanidad. Entonces, cuando Dios lo sea todo en todos, los santos distribuirán sin medida las bendiciones del Espíritu con la absoluta libertad de los administradores de confianza, porque estarán plenamente identificados con Dios en el amor: serán definitivamente «hijos» de Dios, de quien aprendieron a amar.
La celebración de la eucaristía es escuela de amor, porque al recibir día tras día el don del amor del Padre a través del Hijo nos vamos llenando del Espíritu Santo del Padre y del Hijo y, en esa dinámica, vamos aprendiendo a darnos para comunicar vida, es decir, vamos ejercitándonos y capacitándonos en el amor divino.
Feliz miércoles.
Adalberto Sierra Severiche, Pbro. 
Vicario general de la Diócesis de Sincelejo
Párroco en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro → Fan page 

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